El mundo parece estar decidiendo
febrero 16, 2019 8:47 am

Con los militares y el tribunal supremo de justicia -minúsculas intencionadas- como punto de apoyo del régimen castrista venezolano, y con la apabullante mayoría ciudadana desarmada, ambos extremos tienen fuerza de sobra para enfrentarse, pero ninguno suficiente para imponerse. Salvo que finalmente se decida alguno de los incontables generales, que sea comandante de guarnición y salga a la calle al frente de sus tropas para apoyar la Constitución, con lo cual se movería el fiel de la balanza.

 

 

Eso, claro, está por verse, pues el enorme tapón de generales y almirantes no toma decisiones a pesar de promesas, amenazas, Ley de Amnistía, jalabolismo persistente y continuado. ¿Qué más espera el poder militar que soporta al castrismo de Maduro? ¿Por qué no da el paso definitivo? Por alguna desconfianza o ninguna confianza, ¿cuál de ésas será la razón?

 

 

Por eso lo que vaya a suceder en Venezuela no se está -por el momento- decidiendo entre las esquinas de Carmelitas, la Bolsa y San Francisco, ni en el Palacio de Miraflores, mucho menos en Fuerte Tiuna ni en la parte de allá de la pared entre la Asamblea Nacional y la Constituyente que habla mucho y constitucionaliza poco. Ese cercano y anhelado porvenir se debate en Washington, Moscú, Pekín, La Habana, Bogotá, Brasilia y Bruselas. La Casa Blanca ha estado hablando claro y sin dejar nada a interpretaciones. En la capital de Bélgica, principal sede administrativa de la Unión Europea, se debate entre socialismos de diversa catadura y en Latinoamérica, la capital colombiana es el punto de encuentros y cruces de diplomacias heterogéneas. Brasil se expresa desde la interminable distancia entre Roraima y la obra genial arquitectónica de Oscar Niemeyer que se convirtió oficialmente en capital en 1960, para tampoco dejar resquicios de dudas. Todos contra el ilegitimo no reconocido y usurpador. No son casuales los diferentes tonos de los mensajes.

 

 

 

Cuba actúa con su habitual discreción, se debate, decide entre el necesario respaldo al camarada en problemas y las mejores conveniencias del veterano -octogenario en edad, sexagenario en permanencia y represión- régimen castrista. Es en esos lejanos y para la gran mayoría desconocidos lugares donde se discute lo que va a pasar en Venezuela, y lo hacen como en una actualizada Torre de Babel, ilusión bíblica que relata el orgullo, arrogancia del hombre, y la reacción de un Dios iracundo, tal vez vengativo que castigó la soberbia humana con la confusión de lenguas en medio de un mar de opiniones y ventajas, fenómeno llamado hoy llamado comunicación.

 

 

Las cancillerías son veteranas expertas en injerencias calificadas de no injerencistas, después de todo Libia, Siria, Irán, Irak, Golfo Pérsico, Crimea, Centroamérica en general, Panamá en particular, han sido “ayudas en defensa de la democracia” y no metidas de manos armadas en los asuntos internos, como no cesan de afirmar en esa monumental inutilidad que es la Organización de las Naciones Unidas, creada en el año 1945 para mantener la paz y seguridad internacionales, fomentar relaciones de amistad entre las naciones, lograr la cooperación internacional para solucionar problemas globales y servir de centro que armonice las acciones de las naciones. Un mega foro de diplomáticas discusiones para acabar con las guerras como las de Corea, Vietnam, Medio Oriente y el largo etcétera de sangrientas formas de paz.

 

 

El problema de Maduro, cómplices y secuaces -suponemos se habrán dado cuenta- es que la ayuda humanitaria no se está acumulando en las fronteras con un simple propósito de depósito para podrirse, ni las declaraciones casi diarias de Mike Pompeo, John Bolton y Marco Rubio, entre otros, ni las palabras suaves pero envenenadas de la Unión Europea, son simples alardes diplomáticos.

 

 

La gente lee en detalle lo que cada uno dice, con tanto pormenor como risitas burlonas provocan las cándidas e ingenuas declaraciones del Canciller Arreaza, las obstinadas distorsiones del psiquiatra comunicacional, las gritadas proclamas y agotadores trotes de bracito agarrado entre el Presidente y su Ministro militar.

 

 

El mundo está discutiendo cómo ¿ayudar? a reconstruir Venezuela, y en cuál ciudad podrán irse a refugiar -escala más larga o menos antes de visitar las diversas cárceles, veremos- Maduro, la Primera Combatiente, familiares y amigos íntimos. El único problema, dicen algunos, es qué harán con Diosdado Cabello, que tiene abierto canales de entendimiento y el único que podría quedarse, como quizás él lo prevé- sin chivo ni mecate. Mientras Uruguay cambia de tono, Moscú y Pekín no duermen y angustiados piensan en sus acreencias, Cuba afligida por el futuro incierto de la impresentable e infame revolución castrista, temerosa y convencida, que, al caer Venezuela, correrá la misma suerte y destino. Tal vez estén negociando bajo cuerda -no sería extraño ni la primera vez- con intermediarios del mundo y de Juan Guaidó, quien está demostrando que es joven pero no pendejo.

 

 

Es cierto, son realidades, no leyendas, ni tampoco imaginación. Existen contactos directos e indirectos con militares activos, retirados y otros dirigentes civiles oficialistas. Lo ha reconocido sin ocultarlo la comunidad internacional, los medios, dimes, diretes, sectores del oficialismo y oposición; los puentes de plata -como suelen llamarse- han avanzado sin apuros ni pausa, con el pretexto de acercamientos previstos en democracia. Pero este régimen por mucho, está lejos de ser demócrata.

 

 

 

El destino de Venezuela se delibera, como en aquellos tiempos de Cipriano Castro, lejos del territorio venezolano. La diferencia de que ahora hay redes sociales, internet, teléfonos celulares inteligentes, y no es necesario el siempre chocante y costoso envío de flotas de guerra.

 

 

 

Amanecerá y veremos, como decía aquél. ¡Vamos Venezuela!

 

 

@ArmandoMartini