Cada día los adictos a las redes sociales esperan ansiosamente cuál será la nueva ocurrencia del señor Maduro. Los comentarios no solo entretienen a opositores o imperialistas, sino que ocupa a radicales de izquierda, magallaneros o caraquistas. Todos por igual aguardan sus alocuciones para alimentar con etiquetas y comentarios las extravagancias que emite el «líder máximo de Macondo», como suele llamar mi colega articulista, Thays Peñalver, la nueva república surgida del socialismo del siglo XXI.
El más destacado sin duda fue lo de la aparición del difunto en la forma de un pajarito, imagen que ocupó la atención mundial y que esta semana volvió a remozar. Los paramilitares, chopo en mano, hicieron aparición para revivir a los «paracachitos» de los tiempos de Chávez y dieron nuevos aires a la revolución. Sin duda el aporte del veterano político José Vicente Rangel puso la guinda en la torta con el asunto de los 18 aviones de guerra a lo cual Maduro dio un carácter de «alta política» internacional, y el asunto tomó tal relevancia que quizás el caso llegue a las instancias de la ONU.
Los malintencionados seguidores de sus ocurrencias han llegado a tal punto que en el Twitter se han abierto cuentas con «frases de Maduro» en las que se lleva un minucioso reporte diario de las innovaciones gramaticales. Allí destaca una suerte de «top ten» de expresiones como «ninfomanía de dólares», «cultivar pollos» y una de las últimas referidas a que los universitarios podrían perder «el año escolar».
Si de extravagancias se habla, el jueves el mandatario lanzó la advertencia de que se está construyendo un «órgano secreto anticorrupción» que será comandado por el propio jefe de Estado. Uno trata de imaginarse una suerte de «búnker» humeante, en un sótano, con sistemas de intervención telefónica, conexión directa con servicios de inteligencia, para seguir a los altos jerarcas del Gobierno que han dilapidado los miles de millones de dólares desaparecidos en 14 años.
Pero cuando vemos la realidad en la que los paladines de la lucha anticorrupción la llevan, Carreño y Cabello, uno concluye que el Gobierno nunca se va a denunciar a sí mismo y que en el Parlamento duermen unos 1.200 casos de corrupción que encabeza nada más y nada menos que el propio presidente de la Asamblea, a quien su compañero de partido lo acusó de ser el mayor corrupto del país. Mientras que sobre su lugarteniente Carreño, circulan muchas historias que tarde o temprano saldrán a la luz pública.
De manera que, mientras el país se hunde en toda suerte de conflictos, ese tal organismo anticorrupción perfectamente puede incluirse en la lista de «frases de Maduro» o simplemente: una madurada más. /JM
Por: Francisco Olivares
