El legado de Obama
abril 9, 2015 5:18 am

La cumbre de Panamá refuerza la estrategia latinoamericana del presidente de EE UU

 

 

La cumbre de las Américas, que comienza mañana en Panamá, puede ser considerada como un éxito incluso antes de empezar. En un hecho impensable hace apenas seis meses, durante la cita de jefes de Estado del hemisferio americano compartirán presencia en las sesiones conjuntas los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Cuba, Raúl Castro. Y además lo harán después de que ambos anunciaran a la vez, el pasado 17 de diciembre, la apertura de negociaciones para el pleno restablecimiento de relaciones, poniendo fin a 50 años de duro enfrentamiento.
La reunión puede convertirse en una buena prueba del acierto de la estrategia de Obama respecto a Latinoamérica, que ha hecho de la diplomacia con Cuba un punto de referencia. Un efecto inmediato de la nueva situación es la rebaja automática del antiamericanismo que habitualmente sobrevolaba estos encuentros y elevaba la tensión del debate. De hecho, en la cumbre de Cartagena de Indias de 2012 varios países amenazaron con un boicoteo a la reunión si Cuba no era readmitida. Mañana las cosas serán muy diferentes, tanto que alguno de los más fieles aliados de Cuba, como Venezuela o Nicaragua —que han hecho del discurso antiamericano una bandera política— pueden encontrarse en una situación incómoda.

 

 

El embargo comercial de Washington a La Habana tiene los días contados, y con él uno de los principales argumentos retóricos de los líderes populistas latinoamericanos. Además, Obama ha añadido más elementos de distensión con Cuba en los últimos días, al sugerir que EE UU sopesa sacar al país caribeño de la lista de Estados que respaldan el terrorismo. Cuba fue incluida en 1982 por su apoyo a diversas guerrillas latinoamericanas. En la recta final de su mandato, el presidente estadounidense puede dejar un importante legado a su sucesor en materia de política latinoamericana, históricamente uno de los puntos más sensibles de la acción exterior de Estados Unidos.

 

 

Sin embargo, este optimismo no puede hacer olvidar que el régimen castrista sigue presentando gravísimas deficiencias en materia de derechos humanos. Solo en marzo hubo 610 detenciones por motivos políticos, la cifra más alta de los últimos siete meses. Raúl Castro debe ser consciente de que el retorno de Cuba no solo es el disfrute de un derecho sino que conlleva obligaciones. La apertura a Cuba debe ser correspondida por La Habana.

 

 

Editorial de El País