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El hambre acecha

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El hambre acecha

El jueves pasado a las 5.30 de la tarde, en la céntrica Avenida Solano López caraqueña, vi a tres jóvenes veinteañeros hurgando en la basura de algún restaurant de la zona. Por su vestimenta no parecían indigentes, el morral que vi llevar a uno de ellos me hizo pensar en estudiantes. Es un fenómeno que se repite en distintas ciudades del país. Había leído acerca de eso en periódicos y personas que conozco me lo habían contado. En Caracas, en Maturín, en Barquisimeto, en Maracay. Esta vez lo vi, no me lo contaron.

 

 

 
La realidad de la escasez, de los precios altos que deshacen el ingreso de la gente trabajadora, de las colas largas y prolongadas cerca de supermercados, abastos, panaderías y farmacias, se ha vuelto normal en nuestro paisaje urbano. La cédula es un modo de racionamiento. El sueldo no le alcanza a la gente para lo más elemental. Los comercios, fábricas y ventas de comida la ven cada día más difícil para conseguir insumos que les permitan abrir. Pero la gente buscando qué comer entre los desechos va mucho más allá.

 

 

 

Según la ENCOVI, adelantada por UCV, UCAB y USB, los diez alimentos más consumidos por los pobres: harina de maíz, arroz, grasas, pan y pasta, pollo, mortadela, sardinas, azúcar, leguminosas y leche son en su mayoría escasos y caros. En la clase media y los grupos de ingreso alto, la carne y las hortalizas entran en los más consumidos. Una ya escasea y los dos suben de precio. Crece el porcentaje de los que comen dos veces al día, incluso una. 80.1% de la gente dice que el dinero no le alcanza para la comida. El ingreso es insuficiente en todos los sectores, de 85.3% en el nivel más bajo a 69.4% en el más alto.

 

 

 

Se habla de diálogo. ¿Quién puede negar que un diálogo verdadero y pertinente, sustancial, sería beneficioso para esta Venezuela cada vez más angustiada? Pero para que así sea debe haber sinceridad en los propósitos y credibilidad en los interlocutores. Y el gobierno que insulta, descalifica e inventa acusaciones entre tanto se niega a reconocer la realidad, no es creíble mientras se atrinchere en esa actitud. El diálogo no puede ser excusa para que el gobierno no gobierne, ni para que la oposición deje de hacer lo que le corresponde, como alternativa para cambiar las cosas que se deterioran velozmente. Esos son los deberes básicos de cada actor.

 

 

 

Cambiar las políticas que nos han llevado a esto no puede esperar.

 

 

 
Ramón Guillermo Aveledo

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