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El diálogo necesario

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El diálogo necesario

 

La palabra de moda, usada por algunos para apaciguar ánimos, otros para intentar de buena fe que retorne la civilidad a la selva bárbara en que Maduro ha convertido la institucionalidad venezolana, y otros como jugada política de bajo cabotaje para su propio provecho, es diálogo.

 

 

 

Pareciera que el diálogo es una suerte de elíxir que cura mil enfermedades, como los mejunjes que acostumbraban vender en el Lejano Oeste (o al menos en las versiones hollywoodenses del mismo.) El problema es que los vendedores de aquel supuesto medicamento eran siempre embaucadores de todo tipo, parecidos en su seriedad a los actuales estafadores que han secuestrado al Estado venezolano.

 

 

 

Un dato es esencial: Para que haya diálogo, conversación o encuentro dialéctico se requieren dos voluntades con el mismo ánimo dialógico. No basta con las buenas intenciones de una sola parte. Ello es fundamental: uno puede exigirle por horas a una serpiente de cascabel que negocie y dialogue: ello no implica que la serpiente cambiará su naturaleza y se volverá un cariñoso, empático y afable ser.

 

 

 

La política, en sentido dialógico, debe asumirse como una acción cooperativa y horizontal de grupos que expresen la rica diversidad nacional, y que conduce a una forma de gobierno pluralista, responsable y transparente, que busca desterrar todo tipo de hegemonías y monopolios de la verdad. Se necesita dar el paso de la antipolítica de la imposición a la política de la interacción y cooperación. Allí radicaba una de las imágenes más poderosas de la Unidad opositora cuando en verdad estaba unida, una visión centrada en una Venezuela sin odiosas divisiones. Hoy, vemos el triste espectáculo de la división entre los partidos políticos, sin una clarificación oficial u oficiosa de quién es quién y, para peor, grupos opositores claramente en competencia, con una mayoría de liderazgos abrumados y confundidos por sus propias ambiciones y que no entienden que no puede exigir unidad en torno suyo quien a su vez no la practica.

 

 

 

El narco-régimen creado por Hugo Chávez y que hoy encabeza Maduro jamás ha buscado unir a la nación. Quien tiene el odio como categoría esencial de su modo de analizar la realidad, quien centra su dialéctica en el insulto, sólo divide, nunca une. En su visión, moralmente corrupta, sólo son dignos de su mirada y de su atención aquellos que se postran a su voluntad sin crítica posible. Estos tiranos del siglo XXI jamás han podido ir más allá del monólogo. Por ello Maduro, al igual que Chávez, nunca podrá ser demócrata, porque la cultura democrática es esencialmente dialéctica, se alimenta del intercambio incesante de ideas y de pareceres; el socialismo del siglo XXI, por el contrario, promueve una sociedad de incomunicados, como la que ha existido en Cuba por más de medio siglo.

 

 

 

En lugar de la imposición por la fuerza de sus opiniones, los hombres deben discutirlas, confrontarlas. Es el paso del mito a la ciencia, del bárbaro al filósofo, del pre-hombre al ser humano. Gracias al diálogo se buscan adhesiones libres, o sea el cambio de las adhesiones zoológicas por las adhesiones éticas, que en su culminación producen el tránsito de lo individual a lo universal, así como el reconocimiento pleno de la libertad, que es mía porque acepto y entiendo la libertad del otro. Ni es libre ni libera quien busca esclavizar a sus congéneres.

 

 

 

EL DIÁLOGO NECESARIO HOY

 

 

 

Se produjeron nuevas reuniones, el 1 y 2 de diciembre, en República Dominicana, entre representantes de la dictadura y miembros de algunos de los partidos opositores, esta vez acompañados de un calificado grupo asesor. Poca sorpresa en el resultado, ciertamente negativo.

 

 

 

Lo peor es que, si bien se anuncia una nueva reunión el día 15 de diciembre, un tema esencial para la sociedad venezolana, civil y política, como es la urgente y vital apertura de un canal de ayuda humanitaria, fue rechazada –en respuesta a la reunión dominicana- de forma grosera y contundente primero por el ministro de salud –no nos arrodillamos ante el Imperio, nuestro pueblo es atendido por el presidente Maduro- y luego por el propio tirano Maduro quien afirmó que “Venezuela no necesita ninguna ayuda, porque Venezuela no es un país de mendigos”. Reafirmación de inhumanidad que puede significar un farol para luego ceder a cambio de lo que en verdad le interesa al régimen, algún soplo de legitimidad, tanto para él como para su supuesta constituyente, en realidad la Asamblea Narco Cubana (ANC).

 

 

 

El diálogo necesario hoy no puede darse irrespetando las instituciones democráticas. Asimismo, todo lo que se promueva en ese sentido debe tener como centro estratégico no solo la voluntad popular claramente expresada en diciembre de 2015, con la elección de una Asamblea Nacional democrática y pluralista, sino especialmente asumir además la al parecer olvidada decisión libre y soberana de más de siete millones de venezolanos, el pasado 16 de julio, dándole una hoja de ruta estratégica y temática a seguir a la dirigencia partidista; e insistir una y otra vez en la obvia inconstitucionalidad de la Asamblea Narco Cubana.

 

 

 

El diálogo, en suma, no puede ser imposición de parte de los bárbaros. O, como señalaba un amigo, como no queremos que los bárbaros nos maten, entonces hagamos lo que los bárbaros nos imponen.

 

 

 

En una democracia los derechos esenciales ni se discuten ni se ceden.

 

 

 

Por ello, para decirlo en criollo: no puede haber diálogo que signifique darle legitimidad a Maduro y a su desgobierno. O a las Brujas del CNE. O a la ANC. O al Tribunal Supremo del Chavismo. Lo contrario es darle oxígeno al gobierno, reconocerle legitimidad, creer que el cáncer institucional y societal venezolano se cura con pañitos calientes, con fotos de ocasión que buscan ocultar la hipocresía existencial de la tiranía.

 

 

 

Esta es una lucha por la verdad, y la verdad no se negocia.

 

 

 

El único diálogo necesario es entre actores que entienden cuál es la dramática realidad de una sociedad con un Estado fallido, corrupto, incapaz y pendenciero que ha generado una de las peores crisis humanitarias de la historia latinoamericana. El único diálogo posible y necesario es si Maduro y su tropa dejan de ser serviles agentes de la dictadura cubana.

 

 

 

El diálogo necesario, donde todos los demócratas ponemos una raya límite, es que de alguna manera se acepte que hubo violación de la voluntad popular con la elección de la ANC, que se depuren los órganos e instituciones fundamentales, como el CNE y el Tribunal Supremo Chavista, y entonces se convoquen unas nuevas elecciones, sin presiones, sin violencia, con un REP depurado, con observación internacional respetable y sin groseros ventajismos.

 

 

 

¿Habrá actores de la otra acera dispuestos a entender esa realidad, entender cuál es el único diálogo democrático aceptable?

 

 

 

Marcos Villasmil

 

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