El Cometa Rojo
septiembre 16, 2018 6:36 am

 

 

El campesino del sueño del «Cometa Rojo»

 

 

 

 

Estaba haciendo una revisión de materiales y videos para los trabajos que estoy haciendo para difundir el pensamiento político y la acción del Presidente Chávez, cuando me conseguí un video que no correspondía a su época. Era un video de 2015, y su contenido no deja de sorprenderme aún, nos deja una lección a todo el país y al Chavismo o lo que queda de él.

 

 

 

 

El video fue tomado presumiblemente en Apure, donde un grupo de guardias nacionales y policías, dirigidos por un arrogante oficial, tratan de someter, no se indica la razón, a un llanero afrodescendiente. La primera impresión que uno tiene es que se trata de algún episodio de represión en el campo durante la IV República. Después de indagar un poco, y sobre todo por los argumentos del campesino, rápidamente se cae en cuenta de que efectivamente es un episodio de represión en el campo, pero durante este gobierno de Maduro. Es increíble la similitud de la actuación y la actitud del oficial de la Guardia Nacional en el video, con lo que era la práctica extendida de este cuerpo durante la IV República.

 

 

 

 

La diferencia la hace el pueblo, en este caso el campesino agredido, un hombre joven, humilde y provisto de los argumentos que le dio el Comandante Chávez al Pueblo. Este hombre que se batía con valor, y al que los guardias y policías no podían someter a pesar de las órdenes y la alteración del oficial, quien lo amenazaba con pegarle un tiro, exigía respeto, que no lo atropellaran, se zafaba, hacía fuerza, corría, discutía, no agredía a nadie, en ningún momento se amilanó, lo que reflejaba un orgullo propio del que tiene convicciones.

 

 

 

 

En algún momento más de cinco funcionarios lo logran tirar al suelo, a la tierra, para tratar de amarrarlo con un cable, uno de ellos le coloca la bota militar en el cuello, y pareciera que van a poder controlar a aquel hombre que se negaba a ser vejado por la «autoridad» ofendida por la actitud rebelde del negro. Este logró ponerse nuevamente de pie y el oficial ordena esposarlo, a lo que el hombre se resiste, argumentando que «él no era ningún delincuente». El oficial ordenó que lo volvieran a tirar al piso, mientras le repetía y amenazaba porque «se la tiraba de arrecho». Era precisamente eso lo que más molestaba al oficial Guardia Nacional.

 

 

 

 

Es en ese momento, cuando el hombre sometido en el piso por los funcionarios, como si a través de él estuviese hablando el mismísimo Comandante Chávez, o Florentino en la sabana, le dijo con voz premonitoria al oficial, «… debería darles vergüenza, debería, como funcionario policial … locos se volvieron ustedes, … ¿tu crees que eres autoridad? pero Dios sabe… ¿quiere que le diga una cosa comandante? … mira yo tuve un sueño, yo tuve un sueño, y en el sueño que tuve, …me soñé que miré un cometa rojo grande y estaba bien elevado, ¿oíste?, y estaba bien elevado, y yo llegué y miré el cometa y dije na’guevonada,… mira como tratan al campesino, … al mismo pueblo que formó Chávez, vengan ustedes a atropellarlo, pero no se preocupe que esto empezó y todavía no ha terminado…»

 

 

 

El hombre, ya amarrado, sigue exigiendo respeto, de repente comienzan a llegar campesinos, reclamando, en particular una mujer lo hacía de manera muy aguerrida e indignada, mientras la guardia trata de llevarse al detenido. De entre los gritos y la discusión se escuchan voces que dicen «… ¿este es el legado de Chávez?… ¿este es el socialismo? …»la discusión se acaloró tanto, y llegaron tantos campesinos, uno con una bandera nacional, muchos con palos en la mano, que el oficial y sus funcionarios fueron desbordados: el campesino detenido logra zafarse y el video sigue captando la refriega, hasta que alguien impide que continúe y se acaba.

 

 

 

 

El problema es orgánico, el problema es la actitud del oficial de la Guardia Nacional, del componente militar, que refleja que en el país hay un acelerado proceso de desmontaje de la Revolución Bolivariana, su ética y conducta, que acompaña al acelerado proceso de restauración de la hegemonía del capitalismo, no solo en lo económico (que ya es más que evidente con el paquetazo de Maduro, la entrega del petróleo, gas y la privatización de PDVSA) y social, sino en su ética y conducta. Es decir, retrocedimos como sociedad.

 

 

 

Estos hechos no son aislados, se trata de un fenómeno que se expresa permanentemente en la vida cotidiana, la verdadera tragedia diaria del ciudadano para mal vivir actualmente. Nuestro pueblo, el ser humano, no es el centro, ni el objeto de protección del gobierno madurista, nunca lo fue, a diferencia de la Revolución Bolivariana, del gobierno del Presidente Chávez, donde su amor al pueblo y su orientación profundamente humana y revolucionaria jamás permitió que nadie atropellara a los ciudadanos, los humildes, fuera militar, civil, juez, político o de «gran apellido».

 

 

 

Existe una correlación directa entre el bandazo a la derecha del gobierno y el maltrato al pueblo. La restauración capitalista salvaje, que sucede en el país, necesita imponer al pueblo duras condiciones de vida, desmejorarlo en todos los sentidos y reprimir cuando se oponga a ello.

 

 

 

Ese campesino atropellado por la Guardia Nacional que vemos en el video, desde el piso, ya amarrado con un cable, le da una lección de ética, valor y coherencia a buena parte de la dirección política del país, sindicatos maduristas y partidos que se proclaman revolucionarios, quienes guardan silencio, miran hacia otro lado o sencillamente ya no les importa el sufrimiento del pueblo.

 

 

 

El acento antipopular y represivo del gobierno se expresa en la manera en que abandonaron al Pueblo a su suerte, en medio de la profunda crisis que genera la restauración de la hegemonía capitalista en el país.

 

 

 

Recordando el libro de Orlando Araujo «La Violencia en Venezuela», entendemos que, así como durante los gobiernos del Pacto de Punto Fijo, durante el gobierno madurista el pueblo es objeto de violencia diaria, impuesta por distintos métodos, desde el chantaje y el control social, hasta la abierta represión. Se ha llevado al pueblo a un tipo de vida que era impensable hace tan solo cinco años atrás.

 

 

 

Primero se ha sometido al pueblo a la angustia y al sufrimiento del desabastecimiento, largas, interminables colas para obtener alguno que otro producto; imposibilidad de adquirir alimentos y medicamentos. Luego se le ha sometido al escarnio de estar detrás de una caja Clap con productos insuficientes, de mala calidad. Se le somete a las consecuencias del colapso de las empresas prestadoras de servicios públicos esenciales, como el agua y la electricidad, largos apagones, prolongadas sequías, todo racionado. El transporte público colapsó, así como muchos medios de transporte terrestre, incluyendo el metro y el tren a los valles del Tuy. El pueblo se desplaza como puede, hasta en camiones que son utilizados para transporte de animales, lo que llaman «las perreras». El pueblo es azotado, ante la ausencia o complicidad de los organismos responsables, por todo tipo de anti sociales: malandros, pranes, secuestradores, «bachaqueros», contrabandistas y «matraqueros».

 

 

 

Luego de cinco años de esta acumulación de calamidades, ahora el gobierno decide cargar el peso de sus errores e inconsecuencia otra vez al pueblo, ahora con la imposición de un paquetazo neoliberal y su meta de «déficit cero»: una hiperinflación que se proyecta a fin de año en 1.000.000%, una mega devaluación donde el gobierno pasó de un cambio de 6 Bs por dólar a 93 millones de Bs por dólar, pero para terminar de enredar las cosas, que se puedan manejar las cifras, suministrar efectivo y disminuir el impacto de las cifras en el publico, se le quitan cinco ceros, así, de la nada, y se proclama un nuevo cono monetario, el «Bolívar Soberano». Se decreta un aumento de salario mínimo que, producto de la devaluación desde los anuncios del paquetazo, apenas el pasado 17 de agosto, está otra vez rondando los 2 dólares mensuales, que terminaron de sepultar las posibilidades de vivir del salario para los trabajadores que llevan cinco años empobreciéndose por el proceso de mega devaluación e hiperinflación.

 

 

 

Pero, además, el gobierno decide que los empleados públicos tendrán un solo salario, no importa si estas menos o mas preparado, si eres profesional o no, se eliminan de un solo plumazo los beneficios alcanzados por los trabajadores en toda una historia de lucha sindical. Se nivela hacia abajo, es decir, se sigue violando la Constitución, en este caso el carácter de progresividad de los derechos y conquistas laborales y, como si esto no fuera suficientemente grave, se viola la Ley Orgánica del trabajo promulgada por el Comandante Chávez, en uno de sus últimos actos oficiales.

 

 

 

Por otra parte, se impone al país, el pago de la gasolina al precio internacional, el mismo que pagan los habitantes de los países industrializados, donde el sueldo mínimo mensual, no es de 2 dólares, sino entre 1.500 y 2.000 dólares. Se sube el IVA del 14 al 16%, el impuesto más regresivo que existe, sube la unidad tributaria, mientras se decreta una «exención» de impuestos a las empresas petroleras, incluidas las transnacionales.

 

 

 

Tal vez la violencia que más daño hace al pueblo es cuando, en medio de este cuadro de angustia y caos, se demuele y erosiona constantemente la autoestima del ciudadano, esa del campesino luchando para no ser atropellado por la Guardia Nacional, se envilece al ciudadano, se destruye la conciencia y el carácter rebelde alcanzado por el Pueblo movilizado con Chávez. Al ciudadano se le lleva al extremo de la necesidad y la penuria, para luego ponerlo a correr por una caja Clap, por obtener un «carnet de la patria», que responde más a una filiación política que a ningún instrumento de subsidios. Se obliga al pueblo a sacarse el carnet si es que quiere recibir cualquier beneficio o dádiva. Por poco que sea, la gente lo necesita porque está al borde de la desesperación. Si no tienes el carnet de la patria, prácticamente no tienes derechos de ningún tipo: ni al pago de pensión, ni al pago de bonos, ni al aumento de sueldo, ni al subsidio del precio de la gasolina ante la monstruosidad de su aumento.

 

 

 

Por supuesto, cuando esto no es suficiente para contener la molestia generalizada, se recurre a la violencia abierta contra cualquier protesta o contra los pocos dirigentes políticos o militares que se atreven a acompañar al pueblo.

 

 

 

Se recurre al uso de la GNB y a la policía para reprimir, así como se hacía en la IV República. No voy a mencionar los tristes y sangrientos episodios del 2017, pues en los mismos intervinieron muchos factores y elementos políticos que desataron la extrema violencia que vimos en las calles. Pero si se debe mencionar el uso permanente de las fuerzas represivas para abortar cualquier protesta genuina de los sectores populares o gremios. Ahora se «gasea» a quien sea: jubilados, enfermeras, campesinos, vecinos, etc. Además de las detenciones por razones políticas de una cantidad indeterminada de dirigentes sindicales, obreros, trabajadores de todos los sectores y militares.

 

 

 

Probablemente el reflejo más grave de este maltrato contra el pueblo, son los 2,3 millones de venezolanos, reportados por la ONU, jóvenes y humildes que han salido del país, lo hacen a pie y en autobús desesperados por la situación agobiante, inaguantable que existe en el país.Los voceros del pranato madurista los insultan, descalifican y simulan ignorar el hecho, construyendo su «realidad» de «twiters», que solo existe para las nuevas élites en el poder.

 

 

 

Para abordar esta realidad hay que querer verla. Muchos dirigentes políticos del campo revolucionario tienen la tendencia, me imagino que auto complaciente o evasiva, de negar la situación, mirar a otro lado, hacerse el loco pues. No es la primera vez que esto sucede en la historia política del mundo. Así fue en el surgimiento de las peores experiencias totalitarias: a través de la represión selectiva, brutal, se imponen el miedo y la desmovilización, cuando se está fomentando un ambiente propicio para el surgimiento del fascismo, o para decirlo de otra forma, tener el comportamiento represivo típico de los gobiernos de élites, de derecha latinoamericanos.

 

 

 

Para los que todavía se niegan a aceptar este cambio cualitativo de las cosas, los que insisten en no querer ver, entonces solo pregúntense: ¿hubiese dejado el Comandante Chávez que algo así pasara? ¿él qué habría hecho? Recuerden: ¿alguna vez Chávez hizo algo así? ¿habría volado por los aires a un opositor con un cohete, así estuviese armado? ¿habría permitido que la Guardia Nacional atropellara a los campesinos o los trabajadores? ¿hubiese metido preso a Rodríguez Torres y a cientos de oficiales militares? ¿Chávez me habría perseguido, me hubiese ofendido y acusado de manera cobarde, sin darme ni siquiera el derecho a la defensa? ¿hubiese Chávez destruído a PDVSA y repartir su Junta Directiva entre facciones políticas? ¿habría privatizado PDVSA o entregado el Arco Minero? ¿hubiese entregado el Gas de la Patria, la Faja Petrolífera del Orinoco? No. La respuesta es NO, y quien diga lo contrario mentiría sobre el Comandante.

 

 

 

 

El pueblo, como gritan los campesinos del video, sabe que Chávez no hubiese hecho, ni hubiese permitido nada de esto. Un amigo Comandante Bolivariano y Chavista, de los Jefes de las rebeliones militares de 1992, me dijo un día: «Rafa por menos de esto nosotros dimos un golpe de Estado».

 

 

 

Mientras el pueblo está solo en su padecimiento, en sus problemas, mientras siguen desmantelando las instancias de inclusión y democracia protagónica y participativa, el gobierno avanza en la entrega de la Patria y en la imposición del paquetazo de Maduro. Lo hacen ya, ni siquiera sin cuidar las formas, con la prepotencia e impunidad del que siente que no tiene que rendirle cuentas a nadie, del que se siente «sobrao», como el oficial de la Guardia Nacional del video.

 

 

 

La entrega

 

 

Maduro va a China, de manera apresurada, a firmar nuevos compromisos en el sector petrolero, que no se atreven a revelar, porque sigue la privatización de PDVSA, el remate de los activos de todos los venezolanos. Es como la entrega de los campos petroleros a las empresas privadas o la entrega del gas de la Patria a las trasnacionales que operan en Trinidad y Tobago: todo se hace de espaldas al país, sin dar razones ni explicarle a nadie.

 

 

 

Entre los anuncios que hace el gobierno desde China (algo tiene que decir) se menciona que se recibieron una cantidad indeterminada de millones de dólares y se «firmó» la venta de más del 9,9% de participación de PDVSA en la empresa mixta PetroSinovensa. Es decir, no es que China nos está dando una línea de crédito o un préstamo, no, lo que está sucediendo es que Maduro sigue privatizando PDVSA. Desprenderse de participación accionaria en PetroSinovensa no es más que una venta de PDVSA a la CNPC de China. ¡Es su privatización!, por eso los chinos dan recursos, porque pagaron por la compra de su pedazo de PDVSA.

 

 

 

Todo esto es ilegal, no se consulta a la Asamblea Nacional, ni a la Asamblea Nacional Constituyente, ni a nadie, no les importa, no se informa sobre los términos, condiciones o los montos. Se llevan por delante nuestra Ley Orgánica de Hidrocarburos, la Constitución y a Chávez con su oposición radical, hecha a viva voz, a la privatización, de cualquier forma y de cualquier filial de PDVSA.

 

 

 

 

Por eso comparto el sueño de ese campesino, a través del cual nos habla el Pueblo, los humildes, nos habla Chávez: «un cometa Rojo grande, muy alto, esto ya comenzó». Tenemos que darle un «parao» al madurismo antes de que siga entregando al país, su soberanía, vendida al mejor postor y acabando con nuestra revolución.

 

 

 

Si la dirigencia chavista, o los partidos revolucionarios, no quieren asumir su responsabilidad, entonces harán el triste papel de ser el soporte político de la nueva lite, del nuevo pacto entreguista de la Patria y restauradora del pasado, que se ha entronizado en el poder. El pueblo les pasar por encima. Estoy irreductible e irrefutablemente con el pueblo, entre el campesino y el Guardia Nacional, estoy con el campesino. Entre Chávez y Maduro, estoy con Chávez. Con Chávez siempre, ¡Venceremos

 

 

 

Rafael Ramírez Carreño