El Buen Político

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Malos imitadores del difunto Presidente han creído que su éxito radicó en la ordinariez del lenguaje e inclinación a la pendencia. Su fenómeno es más complejo, me parece, que las meras apariencias, aunque estas sean las más fáciles de copiar por gente escasa en talento e imaginación.

 

 

 

Pero ha quedado un discurso contaminante que rebaja el debate político. A los verdaderos problemas nacionales, muchos, muy grandes y agravados en estos años, les cuesta encontrar sitio en la reyerta y el lodazal. En ese contexto, el éxito y el provecho nacional será para los que no se conformen con imitar.

 

 

 

Hace un siglo, Azorín daba consejos a los políticos, y si bien muchas cosas han cambiado desde entonces, sobre todo a causa del uso de las redes sociales, hay clásicos cuya permanencia nadie sensato puede discutir. Su validez sigue intacta.

 

 
El escritor y parlamentario español recomienda al político fortaleza, como la primera condición del hombre –y la mujer– de Estado. “Una naturaleza muy firme, muy segura, para no dejarse aplanar en aquellos momentos críticos de amargura, en que nuestros planes y esperanzas se frustran”. Más adelante dirá de lo bueno que es “permanecer impasible ante el ataque”. Junto con la fortaleza, aconseja la hoy muy escasa virtud de la eubolia, la cual “consiste en ser discreto de lengua, en ser cauto, en ser reservado, en no decir sino lo que conviene decir”. Que “no se desparrame en palabras el político”. Qué oportuno y pertinente.

 

 

 

Cuidado con la impaciencia, llama la atención. “Lo que se hace precipitadamente se hace mal y a disgusto”. No apresurarse en responder un agravio ni “dejarse arrastrar por el impulso general”. A veces, “lo prudente es callar”.

 

 

 

“No pierda nunca el sentido del equilibrio” es otro buen consejo azoriniano, válido y valioso en tiempos como los que vivimos, y para aplicarlo hace falta valor del bueno, máxime cuando las pasiones se desbordan fácilmente y es fácil confundir agresividad con definición. Y utilísimo cuando las vanidades se hacen efervescentes y por lo mismo espumosas, y espuma no es cuerpo como pluma no es carne, se recomienda “desdén para el elogio”.

 

 

 

Líderes políticos, muchos y muy buenos, nos harán falta para encaminar a Venezuela. Ahí les dejo estos consejos que no son míos, sino de Azorín, deseándoles que el fragor del combate político les deje un tiempecito para la lectura y l

 

 

 

Ramón Guillermo Aveledo

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