El basurero de la historia
julio 7, 2018 8:12 am

 

Las palabras socialismo y progreso poseen un particular encanto tanto para los ilusos que siempre están deseando un mundo más equitativo como para los prospectos de héroe a quienes no les tiembla el pulso para aniquilar tres cuartos de la humanidad con la seguridad de que van a instalar a los sobrevivientes, ellos incluidos, en un paraíso mejor que el que perdieron Adán y Eva.

 

 

El planeta, la Tierra –Gea, Gaia o la Pachamama–, ha sido la excusa más socorrida para ganar simpatizantes, adeptos, votos, camaradas y hasta kamikazes. La izquierda venezolana, la comeflor y también la terrorista del tren de El Encanto, siempre jugó las cartas de los derechos humanos y el ambientalismo ecologista, vaya por Dios. Ambas las utilizaban para agitar, crear zozobra y mantenerse en los titulares de los periódicos y en los noticieros de radio y televisión. Darío Vivas cumplió esos dos papeles y ya vemos su indolencia con la naturaleza y, sobre todo, con los seres humanos.

 

 

 

Nunca la izquierda venezolana propuso la creación de un parque, un zoológico o un paseo urbano o una placita. Siempre se sumaba a las protestas de la ciudadanía o de los expertos. Lo hizo el “profesor” que desde Forja tenía a Caricuao como parroquia ecológica y que se sumó a la lucha en defensa de la sierra de Imataca y se opuso como el resto del país a que cables de alta tensión atravesaran el estado Bolívar, selva y sabana, para venderle unos miserables megavatios a Brasil. Todo quedó claro, hasta su silencio, cuando el comandante fue a hablar directamente con las etnias, se reunió con los capitanes de las tribus y los “convenció” de que los ancestros estaban equivocados, que esas tierras no eran un coño de sagrada y que con la electricidad tendrían una nevera en los shabonos y en las sofisticada chozas maquiritares.

 

 

 

El silencio que han guardado las activas y legendarias organizaciones no gubernamentales tanto nacionales como internacionales frente al Arco Minero y los desastres causados en la faja petrolífera del Orinoco es similar al de los esposos Webb cuando visitaron en la Unión Soviética la construcción del canal Báltico y regresaron a Inglaterra ponderando la técnica y la ingeniería, pero callaron, primero, que los obreros eran tratados como esclavos –la mayoría presos políticos– y, después, que los cálculos fueron mal hechos y que resultó demasiado estrecho e inutilizable por embarcaciones de mediano calado.

 

 

 

La advertencia más dramática es que la faja petrolífera y el Arco Minero pueden destruir el Orinoco, la única gran reserva de agua que tiene el país. Vanesa Davies, antes de que el chavismo le tumbara la empalizada, escribía y repetía que en el siglo XXI los conflictos, las guerras, serían por el agua, pero ya no es ambientalista y no se escucha su voz de alerta. Para quienes destruyeron Petróleos de Venezuela les resulta sencillo también secar el Orinoco y el propio mar Caribe.

 

 

 

Las limitaciones son en sentido contrario. Nunca pudieron limpiar el Guaire, que no era una utopía; los europeos limpiaron el Sena que era más hediondo y grande. No era su interés, el foco eran las transferencias y maletines de Odebrecht.

 

 

 

El amigo Nicomedes Febres Luces denunció el jueves que en el Instituto Botánico de la UCV, donde trabajó su madre desde los 16 años de edad, como alumna de Henri Pittier, hasta los 78 años, muchos de ellos como su directora, fue saqueado y destruido el herbario nacional, sitio donde reposaba la más grande colección de flora venezolana producto del trabajo y el esfuerzo de valiosos venezolanos y extranjeros. El Museo de Biología de la Facultad de Ciencias de la UCV, importante reducto de la izquierda, corre la misma suerte, como toda la Ciudad Universitaria. El Jardín Botánico anuncia hoy lo que será en pocos años el Arco Minero, árboles talados y especies exterminadas. Unos pasos más allá, viejos y jóvenes de la Chamba Juvenil y del Juntos Podemos destruyen con taladros el mosaiquillo veneciano del Paseo Los Ilustres, los sustituirán por tierra apisonada o cemento de pésima calidad traído de Cuba. Vendo antología de saberes y no saberes ancestrales.

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg