Don Guillermo y sus imperios
mayo 18, 2013 6:32 am

Ha escrito Don Guillermo Morón trescientas setenta y un páginas eruditas acerca Los imperios y el Imperio, páginas no exentas de travesuras (erudición y travesura vienen en combo con este joven de ochenta y siete años bien vividos) y Los Libros de El Nacional las publican. Doble motivo para celebrar y quien habla participa porque se siente celebrante con legítimo derecho.

 

Uno es el del paisanaje. El de la “tierra áspera y brava”, Carora, y este servidor de “la ciudad de las cinco vocales”, Barquisimeto, y al así mencionarlas recuerdo a “Cándido”. Aunque èl tiene, por motivos de crianza, un corazón parcialmente cuiqueño. Cuicas es montañera y cercana de El Empedrado y Pie de Cuesta, pero trujillana, aunque vecina del lindero entre los dos estados y parte de una misma región y una misma convivencia.

 

Pero no es un paisanaje a secas, sino reforzado por dos poderosos motivos de orgullo regional. Ambos somos bachilleres del Lisandro, y en su caso también profesor. La tradición de ese instituto se remonta 178 años hasta el Colegio Nacional de Barquisimeto. Los dos tenemos vínculos fuertes, indisolubles, con El Impulso, la gran casa periodística fundada en 1904, lo que quiere decir que el venidero enero cumplirá 110 años.

 

Soy, además, su lector. Como escritor es un gallo de espuelas de oro que picotea y espolea a patiquines, pavorreales y notables, así como a ciertos animales criollos. Un gallo de buena memoria. Selectiva, por supuesto. Como historiador navega en aguas profundas. A Venezuela la ha revisado hasta bajo las piedras; y la Historia General de América, el gran proyecto de su vida, tiene dimensiones oceánicas. Su bibliografía se atreve a poner la lupa en personajes, como Alvarado, Gallegos y Ortega y Gasset.

 

Morón es, sobre todo, un hombre de trabajo. En eso, lo admiro. Se autodefine como maestro de escuela, y me anoto como su alumno, uno entre miles, quizás millones. Lo mismo que soy su amigo.

 

Escribe, esta vez, acerca del imperio. Y la palabra suena ya a lugar común, de tanto manosearla nuestros gobernantes como excusa de sus pobrezas. Pero es bastante más que eso, y el autor lo demuestra conversandito, pero con el rigor metódico y la paciencia tenaz de quien deshoja una cebolla.

 

Empieza por comprender el poder y la política y, como es lógico, aristotélico, allí está Aristóteles. ¿Cómo no? Si después de él, los que hablamos de política somos sus glosadores. Al fin y al cabo, nos mostró el camino del animal social, el animal político, el “animal histórico”. “Lo que hacía también que fueran las tiranías en aquel tiempo más frecuentes que en el nuestro, era que se concentraban poderes enormes en una sola magistratura…”

 

Pasa Morón por Tucídides y su “Historia de la Guerra del Peloponeso” y uno no puede hacerlo sin detenerse, aunque sea un instante, en Alcibíades y el resentimiento. Marañón los estudia y elabora una Teoría del Resentimiento. Los resentidos son gente tímida y, si llegan a tener fuerza, proclives a la venganza. “Por eso son terribles los hombres débiles –y resentidos- cuando el azar los coloca en el poder, como tantas veces ocurre en las revoluciones”.

 

Imperios de África, Asia, Europa y América. De todos los tiempos y todos los modos, nos muestra en relación prolija, hasta llegar a “El Imperio”, la gran república norteamericana que es un imperio con mala conciencia, porque fue primero democracia que potencia, al revés que cualquier otro caso histórico.

 

Este de Don Guillermo Morón no solo es un libro para saber, sino para darnos cuenta de la vastedad de cuánto ignoramos. Y es un libro para pensar. Pensar en el poder, sus grandezas y sus miserias, su apoteosis y su crisis y su término.

 

Ramón Guillermo Aveledo