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Diez razones para el colapso

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Diez razones para el colapso

Los sueños, sueños son. La realidad es mucho más complicada e inestable, y al final impone por la fuerza sus razones. Las ideologías son parte de esos sueños. Mejor dicho, son mitos sistematizados en los que se apuestan a unos resultados que solo llegan a ocurrir si se dan un conjunto de condiciones previas, relacionadas con lo humano y con el comportamiento de la sociedad. En ese sentido son parte de los sueños, pesadillas y trasnochos de alguien, que proyecta sus complejos, resentimientos e inconformidades, criticando los alcances limitados de la realidad y proponiendo que las cosas hubiesen podido ser mejor, eso sí, bajo su conducción. Toda ideología es una versión reducida e interesada de la realidad. Es un argumento, una treta mercadológica, un paquete que tiene destinatarios, pero también dueños.

 

Para muestra basta con el socialismo del siglo XXI. Comenzó con una denuncia que se vendió como una certeza y se transformó rápidamente en un sistema institucionalizado de represión. Se inició con ese barajo ofrecido por un militar carismático, y quince años después es esta pesadilla de resentimientos que ofrece una igualdad que es imposible y una felicidad que solo es experimentada por los grupos que están en el poder. Al resto le exigen compromiso, paciencia y solidaridad, pero estos requerimientos terminan siendo una carga insoportable al irse convenciendo del inmenso fraude en el que están inmersos.

 

Ayn Rand siempre fue inflexible en su exigencia de atenernos a la realidad objetiva. La realidad son sus consecuencias experimentadas, no la propaganda que crece en términos de disonancia y que termina haciéndonos preguntar si los locos somos nosotros o aquellos que no quieren ver lo que el resto está viendo. La autora de “La Rebelión de Atlas” experimentó en carne propia la versión más atroz del comunismo así como las olas de creciente izquierdismo en el resto de los países de occidente, que actuaban como “perdonavidas” de los excesos que ocurrían en los socialismos reales. Ella tuvo la virtud de darse cuenta que esos “buenos argumentos llenos de amor, bien común y preocupación por los pueblos” eran eufemismos que escondían terror, asesinatos masivos, violaciones sistemáticas de los derechos, y pérdida creciente de la lógica de la libertad. Eso sí, bien encubiertos, asimilados por una poesía y por una vena artística que hacía ver otra cosa. Justificados por intelectuales entregados a la ignominia de la ingenuidad o vendida su honestidad por el precio que a cada uno de ellos les propusieron. La propaganda socialista suena bien, pero sabe mal.

 

Por todo eso Ayn Rand convirtió en consigna su obsesión por los hechos y lo que ellos significan. Entonces vayamos a los diez hechos más importantes de nuestra realidad:

 

1) El régimen no es democrático. Es un socialismo real, autoritario, militarista, radical y comprometido con la suerte del castro-comunismo. Llegaron para quedarse –dicen ellos- y pretenden una sociedad sometida por la represión y cercada por la omnipresencia de la burocracia estatal.

 

2) El régimen quebró la economía petrolera y el rentismo que solo era posible con precios petroleros infinitamente crecientes. Las reservas internacionales están en sus mínimos históricos, el país vive al día, la inflación sigue creciendo, la escasez se está agravando, y el régimen no encuentra quicio para detener este desastre. La deuda acumulada con proveedores es superior a cualquier disponibilidad presente, y el endeudamiento, de ser posible, solo seguirá hundiendo al país en una espiral de alto costo de la vida y dificultades para acceder a lo mínimo indispensable.

 

3) La inseguridad es el resultado causal de la impunidad, la disolución de la institucionalidad de las FFAA, la improvisación en la constitución de la PNB, la persecución a las policías regionales, y la promoción de milicias y otras expresiones paramilitares. El narcotráfico está creciendo y llegará el momento en que competirá con el gobierno por el control de la sociedad.

 

4) El autoritarismo económico está quebrando a la empresa privada. El régimen de controles de cambio, de costos, de precios, de ganancias y de las relaciones laborales hacen inviable cualquier empresa. La presión tributaria y parafiscal expolia de tal manera al sector privado que ocasionaran cierres masivos y ahuyentaran las nuevas inversiones. El autoritarismo económico no es negociable porque el régimen no es confiable. No cumple sus compromisos ni es transparente en sus objetivos.

 

5) El sistema de servicios públicos y la infraestructura del país está seriamente comprometida en su capacidad para atender la demanda del país. El racionamiento es el signo.

 

6) Las empresas públicas están quebradas y es evidente su incapacidad para producir y ser competitivos. La siderurgia, el aluminio, las cementeras, las centrales azucareras, y todos los experimentos agroindustriales son demostración de la ruina por corrupción y mala gerencia.

 

7) La educación pública se ha convertido en un gran fraude que sigue excluyendo y dejando sin oportunidades a los más pobres. Continúan los déficits en educación básica y se acumulan los pasivos en la educación superior. El régimen no educa para la libertad sino para la cristalización de una ideología que los transforma a ellos en verdad suprema e inapelable y convierte a Chávez en el alfa y el omega de la patria. La propuesta educativa del socialismo es una patraña que nos condena al rentismo de las migajas y a una versión histórica llena de odios y desencuentros.

 

8) La corrupción es universal y deliberada, y sus consecuencias son la ruina del país y el derrumbe de cualquier posibilidad de resolver los problemas sin desechar antes el socialismo y sus ejecutores.

 

9) No hay ni puede haber estado de derecho, autonomía de los poderes públicos y resguardo de las garantías ciudadanas porque eso sería negar la esencia de un régimen que sobrevive porque está fundado en la complicidad de sus máximos dirigentes.

 

10) Con un régimen así no hay incentivos para negociación alguna y los diálogos serán nunca fructíferos.

 

Esta situación solo tiene dos posibles reacciones. Ayn Rand las delinea en el primer párrafo de su libro “El Nuevo Intelectual”: “Cuando un hombre, una corporación o una sociedad entera se acerca a la bancarrota, hay dos cursos que los involucrados pueden seguir: pueden evadir la realidad de su situación y actuar frenéticamente, a ciegas, siguiendo la conveniencia del momento –sin atreverse a mirar hacia adelante, deseando que nadie diga la verdad, pero esperando que contra toda esperanza que algo los salvará, de alguna manera- o pueden reconocer la situación, revisar sus premisas, descubrir sus activos ocultos y comenzar a reedificar.

 

Está claro es que lo actual es insostenible. No es cuestión de deseos, ni de las ganancias de los oportunistas, o de las salidas insólitas del ministro Ramírez. El socialismo es una trampa que llegado el momento se muestra en todo su esplendor. Ese momento es su colapso. En ese momento estamos.

 

Víctor Maldonado

victormaldonadoc@gmail.com

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