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Dictadura y para colmo Comunista

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Dictadura y para colmo Comunista

Sufrimos una dictadura que tiene las siguientes características: Una coalición cívico-militar que sustenta un gobierno dirigido mayoritariamente por militares y que en su conjunto tienen el proyecto de implantar el comunismo en Venezuela. Mejor decirlo así, “claro y raspao” que seguir invocando todos esos eufemismos con los que le salvamos, una y otra vez, la reputación al régimen.

 

Y esta calificación no tiene que ver con cuantas elecciones hayan hecho (porque ya no son competitivas sino ventajistas y tramposas), tampoco con que haya una Constitución (porque no la respetan) o porque ellos mismos no den un paso sin invocar al “poder popular”.

 

Este régimen es una dictadura porque, tal y como lo plantea Carl Schmitt en su famoso libro “La Dictadura”, esta forma de gobierno “ejerce y realiza el poder estatal de una manera inmediata, es decir, no mediatizado a través de instancias intermedias, entendiendo por ella el centralismo, por oposición a la descentralización”. Antes atina a decir que “la mera abolición de la separación de los poderes se la llama ya dictadura”. Y en esto llevamos quince años.

 

La dictadura venezolana del siglo XXI tiene como atributo más usual el usufructo de leyes habilitantes que concentran el poder legislativo, ejecutivo y judicial en una sola persona, el presidente de la República, quien la ejerce sin control político, habiendo sometido al resto de las instituciones y contando con el acatamiento, disciplinado y rigoroso, del estamento militar. El presidente dice ser la encarnación viviente de un orden soberano de carácter “cuasi-divino” y gaseoso que ellos llaman pueblo, o si se quiere “poder popular”, entidad abstracta e inconmensurable que ha depositado sobre los hombros del líder toda su voluntad y capacidad de disposición.

 

El dictador actúa en nombre del pueblo, lo interpreta con criterios de exclusividad, y por esa misma causa no tiene que consultar ni el qué ni el cómo con nadie. Una de las características más conspicuas de la dictadura es que la consulta se convierte en un ritual vacío de contenidos, más propaganda que proceso real, más excusa que una conducta evidente.

 

El dictador, ya lo decía Hobbes de su Leviathan, se justifica en la eficacia de los resultados. Sin embargo tiene que comprar tiempo y legitimidad logrando sus objetivos sin importar los costos. No hay dictadura sin fines estrambóticos que están, supuestamente, al alcance de la mano siempre y cuando puedan sortear barreras e impedimentos jurídicos.

 

Por eso la habilitante. Al dictador le estorban los debates y considera tiempo perdido eso que llaman “la justicia burguesa”. Y por supuesto, no hay dictador que no advierta sobre la presencia de “los enemigos del pueblo y de la patria” que lo obligan a usar toda la fuerza de que disponen para lograr sus objetivos y al mismo tiempo son la excusa recurrente que utilizan por no haberlos logrado.

 

¿Por qué esta dictadura es comunista? Antonio Cova solía repetir que ellos pensaban como comunistas, actuaban como comunistas y que estaban en los trámites de hacernos vivir como comunistas, solo que nosotros (la sociedad civil) habíamos opuesto una resistencia heroica que los había retardado. Pero tienen el plan y lo administran con sagacidad desde el 2007, el primer año de vigencia del Plan Socialista Simón Bolívar. Y si Chávez no hubiera enfermado y muerto, ahora mismo estaríamos enfrascados en los ardores de la profundización del poder comunal.

 

El dictador, una vez resueltas dos o tres circunstancias desestabilizadoras propias del proceso, sacó del bolsillo el Plan Patria, herencia programática de su antecesor, y está en los trámites de acelerar el paso hacia la planificación central de la economía, la apropiación de los medios de producción privada, la intervención hasta su destrucción de la lógica y funcionamiento del sistema de mercado, y la constitución de un capitalismo de Estado hegemónico y aplastante. En eso consiste el comunismo, en la repartición forzada pero planificada, en el empoderamiento de las montoneras y en la destrucción de la economía y los derechos de propiedad.

 

Las dictaduras comunistas se administran a través de burocracias autoritarias. Por ellas, y a través de ellas las leyes se convierten en una excusa o en una amenaza. Ellas son las que expresan de la mejor manera ese apotegma latinoamericano que dice “A los amigos todo. A los enemigos la ley”. Guillermo O´Donnell las presenta como “un poder monolítico e imponente cuyo discurso celebra la superior racionalidad que debe imponer a una nación para rescatarla de su más honda crisis”.

 

Se venden como la única opción a la desgracia social absoluta. Se presentan unas veces como el gendarme necesario y muchas otras como el único camino para “vivir viviendo” hacia la máxima felicidad. Sólo ellos saben cómo. Sólo ellos son los poseedores de los códigos secretos para llegar allí donde los demás no han podido llegar porque antes se estrellaron. Ya sabemos por qué los que nos gobiernan se presentan como los adalides de una guerra económica que ellos inventaron.

 

Esta es también la razón ideológica para presentarse en comandita o montonera justiciera y arrasadora, con esa estética tan propia del opresor latinoamericana que llega en bandadas para administrar procesos sumarios, gritar culpas de otros y ordenar las colas de los que no son otra cosa que saqueos administrados. Todos esos son los atributos ceremoniales del poder dictatorial. Todas ellas son expresiones de quienes dicen tener el control sin que les importe el imperio de la ley, sin rendirle pleitesía alguna a la Constitución. Fatal arrogancia que siempre los ha hundido en el desprestigio mundial.

 

Orden social y normalización económica son sus consignas, pero no son sus resultados. Su forma de ser y de hacer las condena al fracaso, en primer lugar porque es una forma de dominación que se corrompe absolutamente (la palabra de Lord Acton vaya adelante) y en segundo lugar porque practican sistemáticamente la exclusión política y la exclusión económica.

 

Esa es tal vez la característica más resaltante de la dictadura comunista: La exclusión, el abismo que se abre entre la nomenklatura y sus asociados por una parte, y el resto del país por la otra. Vivimos esta esencia, y todo lo demás es mera apariencia. Además la vivimos en su forma primitiva y transitando los viejos errores.

 

Otros han progresado y no les ha quedado más remedio que acatar la realidad. El secretario general del Partido Comunista chino (PCCh) y futuro presidente, Xi Jinping, apostó esta semana que culmina por que el nuevo Gobierno (el suyo) preste «más respeto a las leyes del mercado» y juegue un «mejor papel en el camino de las reformas y la apertura». Tal vez no sea por gusto sino por realismo y responsabilidad. Mientras tanto aquí seguimos metabolizando discursos ofensivos y promesas irrealizables.

 

e-mail: victormaldonadoc@gmail.com

Por Víctor Maldonado

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