Diálogo en Sodoma y Gomorra…
julio 12, 2016 7:22 am

La historia de Sodoma y Gomorra tradicionalmente ha estado vinculada a la perversión sexual. Como herencia de la cultura judeo-cristiana, en varios idiomas occidentales se utiliza el gentilicio «sodomita», para designar parafilias como sadomasoquismo, necrofilia, vampirismo, etc. Asimismo se ha utilizado el término para la homosexualidad. Pero Sodoma y Gomorra comportan otros antivalores de la pentápolis bíblica situada a orillas del Mar Muerto,  por lo que Dios decidió que sobre ellas lloviera azufre y fuego. Esa perversidad que rebosa todos los límites tolerables es la soberbia.

 

 

 

En la antigüedad las prácticas de aberraciones tenían otra connotación; con la falta de amor al prójimo. Un pasaje del profeta Ezequiel deja entrever l’etat de la question: «He aquí que ésta fue la maldad de Sodoma, ciudad hermana de Gomorra: La soberbia, la saciedad de pan [comer hasta vomitar], y la abundancia de ociosidad. Jactancia desde la cual  no se tendió la mano al afligido y al mendigo. Y se llenaron de soberbia y abominaron mi Ley.» Prácticas alejadas de valores convencionales, que no se reducen a una desviación carnal o mundana, sino a un profundo desmembramiento ético, espiritual y humano, inoculado de arrogancia e insolencia y desprecio al cautiverio. No por casualidad sadama (origen hebreo del término) significa tristeza, angustia, arrepentimiento, agotamiento. Al estudiar los versículos de la Biblia, se deduce que los habitantes de Sodoma y Gomorra, violentaron la cultura israelita en materia de relaciones humanas. Y por ello Yahvé mantenía a Lot -sobrino de Abraham- en ese lugar, con la misión de revertir esas conductas con exhortaciones, dado que Lot no pertenecía a esa legión. Su prédica no tuvo éxito…

 

 

 

Según el Génesis 19:1-38, dos ángeles entraron en Sodoma a rescatar a Lot. Los ángeles eran de hermosa apariencia y llamaron la atención de los habitantes. Al verlos, Lot les insistió que pasaran la noche en su casa. Pero antes de que se acostasen, los sodomitas cercaron la casa y exigieron que les entregase a sus invitados para abusar de ellos. Lot salió de la casa y se dirigió a los intrusos cerrando la puerta detrás de sí, y les dijo: «Les ruego, hermanos míos, que no cometan semejante maldad. Miren, tengo dos hijas que todavía son vírgenes. Se las voy a traer… pero dejen tranquilos a estos hombres que han confiado en mí hospitalidad.” Aquellos le respondieron: “¡Quítate de en medio! ¡Eres un forastero y ya quieres actuar como juez! Ahora te trataremos a ti peor que a ellos.” Lo empujaron violentamente y fueron por los «huéspedes». De nada sirvió la persuasión de Lot. La predisposición de penca y azote atrapaba el alma de los impíos. La vanidad en sus corazones, engañaba lo que decían albergaban en él. Y la altanería era de tal elevancia, que dudaban alguien fuese capaz de derribarles a tierra, por remontar como águilas su nido entre las estrellas. Y Jehová les dijo: «yo les derribaré».

 

 

 

Cuando los pueblos son conducidos abominando leyes sagradas y terrenales de convivencia, por estar sus pretores embriagados de poder y altivez, los valores superiores de justicia, perdón, diálogo, bondad o nobleza, no son correspondidos. Cuando las pestes, el hambre y el desasosiego no cesan por «la rapacidad del águila anidada», las penurias llevan al colapso, del cual ni las aves de rapiña se salvan. Con la misma inmisericordia, los pueblos confinados por sus verdugos rescatan a sus humildes y desplazan a sus celestinos.

 

 

 

Dialogar es práctica típica de los padres que hablan con sus hijos. Dialoga aquél que como Lot, comprende «la hospitalidad hacia el hombre bueno y de confianza.» Yo creo en el diálogo de los justos. Con el hombre normal, culto y de buenos modales. Con quien tolera tanto al forastero, como al lugareño y al que piensa diferente. Creo en el diálogo con quien se deja exhortar, no con quien se hace rogar. La lógica del dialogo demanda un sentido amistoso y fraternal. Pero un dialogo con soberbios-como en Sodoma y Gomorra-es un dialogo anodino y violento, por trivial e insubstancial. Ante la lógica del ser supremo dueño de la verdad, Bertrand Russel, matemático, positivista lógico, predijo en su octogésimo cumpleaños: «He vivido en busca de una visión, tanto personal como social. Personal: cuidar lo que es noble, lo que es bello, lo que es amable; permitir momentos de intuición para entregar sabiduría en los tiempos más mundanos. Social: un imaginario de una sociedad donde los individuos crezcan libremente y donde el odio, la codicia y la envidia mueren porque no hay nada que los sustente…»

 

 

 

Pues nada, ante la soberbia, intuición y sabiduría. Ellos no buscan diálogo, sino tiempo y acomodo. Y ni los tiempos ni el diálogo redimirán el hambre (dixit Maria Corina). La intuición sugiere no mendigar derechos. El diálogo no es un fin en sí mismo. Lo sabio, cómo el Sermón de la Montaña, es ser como la sal de la tierra, forzando el cambio desde la llanura y la prudencia. Así los hambrientos y sedientos de justicia fueron saciados, las águilas como los imperios cayeron, y como Sodoma y Gomorra, que creían serlo -águila e imperio-, terminaron bajo lluvia de azufre y fuego…

 

 

 

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