Detrás de los escándalos
abril 23, 2016 6:44 am

 

La anunciada crisis eléctrica que ahora se manifiesta en racionamiento general en todo el país de 4 a 8 horas diarias, ya no es nada nuevo para los venezolanos. Esto lo que hace es ratificar el daño que esta dirigencia le ha ocasionado al país. Ello a través de un  modelo socialista que centralizó y politizó toda la industria venezolana, a lo que se agregó el robo abierto de los dineros públicos, los negocios, las comisiones y los sobreprecios en todos los ámbitos en donde el Gobierno puso la mano.

 

 

 

 

Allí en la plaza Bolívar, emparamado bajo la lluvia, el mandatario nacional se ha convertido en el rey del disimulo. Ante un auditorio cautivo: “De aquí no se mueve nadie”, no se da cuenta que solo lo respalda 15% de la población y su repetido discurso solo vaticina mas decadencia y crisis para ésta y la siguiente generación.

 

 

 

Sus políticas y su modelo heredados del presidente fallecido han tenido un soporte fundamental en la corrupción. Deben ser pocos los dirigentes, familiares y amigos que no hayan estirado la mano para hacerse con unos cuantos miles, o millones de dólares.

 

 

Cada escándalo de corrupción, que solo se conoce por publicaciones en los medios internacionales o en algunos portales independientes, tiene detrás un ministro, un contratista o un uniformado que hoy goza de una gran fortuna, mientras que la misión que le tocó comandar naufragó en un container de comida podrida, en unas máquinas que aguardan su final en un galpón olvidado, o de ella sólo sobrevive un cartel olvidado con la imagen del comandante eterno en el que se indica la obra que allí se habría de construir.

 

 

Por ello no se puede decir que al gobierno de Maduro lo sostiene el sector militar, el CNE o el Tribunal Supremo. Detrás del Gobierno se formó una gran red de corruptela que tuvo su punto máximo en las grandes obras de infraestructura contratadas con grandes multinacionales como las dos brasileñas, y cuyos manejos se conocieron a través de las investigaciones que se han hecho en el vecino país y que han llevado a la cárcel a unos cuantos empresarios y altos funcionarios del gobierno de Lula y Dilma. Pero aguas abajo se extendió con las importaciones de alimentos, con la industria eléctrica cuyos informes ahora descansan en la Asamblea Nacional; el contrabando de minerales, especialmente cabilla y oro, hasta llegar a lo último de la cadena con los suplidores de servicios al Gobierno, montando tarimas, sonido y hasta vendiendo gorras, franelas y comida para las semanales movilizaciones, pero que dejan muy buen rendimiento pagado con dineros del Estado.

 

 

Siendo Venezuela el país más inflacionario del planeta, el que peor ranking económico registra y en donde la inseguridad supera a los países más peligrosos del planeta, ya no hay quien comparta ideológicamente el modelo de madurista. Sus aliados han comenzado a voltear hacia otro lado y Venezuela comienza a aislarse del escenario mundial. No solo en lo económico sino en lo político.

 

 

Sin duda alguna que el desconocimiento de la Constitución, el bloqueo a la Asamblea Nacional, a lo que se agrega la negativa de cambiar el rumbo del país, solo se puede mantener en el tiempo con el uso de la fuerza. El dilema está en cuánto tiempo podrá mantenerse la alianza entre la cúpula dirigente y el sector armado cuando el país ya no ofrecerá nuevas vías de enriquecimiento y negocios para viejos y nuevos actores, dado que la caída de recursos y la deuda es tal que el margen de negocios para el sector público se ha reducido al mínimo.

 

 

Evadir el revocatorio y procesos electorales pautados como la elección de gobernadores, no puede hacerse indefinidamente. Tarde o temprano el Gobierno deberá enfrentarse al escrutinio público del cual de antemano sabe que allí es donde está perdido.

 

 

Francisco Olivares 

Twitter: @folivares10