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Después te llamo…

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Después te llamo…

Damos todo por hecho cuando creemos que tenemos el amor y la solidaridad del amigo, del hermano, del hijo o nuestros padres asegurados.

Mamá tiene el don de la omnipresencia. Está en todo momento y aparece en cualquier episodio de nuestra vida. Llama si me siento mal porque lo sabe. Si estoy contento, porque lo celebra. Si las finanzas van bien o la cosa va ajustada. Si tengo ansiedad o estoy relajado. En el estrés me alivia. En la sinuosidad me consuela y acaricia. No existe decisión que no cuente con la opinión de mamá. Su intuición o conectividad parece mágica, inalámbrica, infalible. Y este es el tema: ¿Somos recíprocos a esa hermosa omnipresencia?

 

 

 

Cuidado: El amor no está garantizado

 

 

En estos días mamá me envió un video que todos deben ver. Se titula “Después te llamo…” Trata precisamente del “después” que continuamente le damos a la vida. El “ahora no, más tarde, mañana”… Ulterioridad que estampamos a pequeñas-grandes ocasiones que por creer se repetirán, dejamos de hacer y pasar. “Después le digo, después lo hago, después cambio, vamos, te busco o lo vemos. Dejamos todo para después como si después fuese lo mejor…” Así lo anticipa en su reflexión el gimmick de marras. Una cascada de sabiduría y sana amonestación de lo que dejamos de hacer por banalidad, pereza, desgano, displicencia o simplemente descuido. Lo delicado es que lo hacemos con aquellos que más nos quieren y necesitan, y que a pesar de estar siempre ahí, no le concedemos el tiempo, el gesto de contestarle de inmediato una llamada, de decirles cuanto nos importan; prolongar una conversación o simplemente llamarles para que al romper de la bendición o los buenos días, le digamos un te quiero…

 

 

 

Damos todo por hecho cuando creemos que tenemos el amor y la solidaridad del amigo, del hermano, del hijo o nuestros padres asegurados. Creemos que ese afecto y fraternidad, es imbatible, incólume, garantizada. Pero hay que tener cuidado. Cada una de nuestras ausencias, cada uno de nuestros “después”, no sólo duelen sino pueden significar un consejo, un alerta, una ratificación de afecto o consentimiento a tiempo, que puede cambiar la vida de nuestros incondicionales a quienes torpe e injustamente le dedicamos un después en vez de un ahora…

 

 

 

Lo que no entendemos -nos dice Sabio- es que “después’ el café se enfría, la prioridad cambia, el encanto se pierde. Después lo temprano se vuelve tarde, la añoranza pasa, la cosas cambian, los hijos crecen… Después la gente (nuestros padres) envejecen, [se nos van]”, y perdemos la más hermosas de las ocasiones por irrepetibles e inolvidables. Es dejar en la almohada, el espejo, el teléfono o el ordenador, una sonrisa alentadora, una lágrima de consuelo, un buen sermón o un déjalo, después lo resolverás… Porque hasta para aconsejar un después hay que estar. Es compartir un café con quien no frecuentas. Es decirle [a tiempo] a quien amas, quiero compartir el resto de mi vida contigo. Es priorizar una ilusión que por privilegiar la «infatigable» rutina, te impide darle rienda suelta al sueño que cambiará tu vida Es compartir con tu hijo su primer gol, su primer hit, su primera cinta, medalla o llegada, que no es más que ser testigo de sus primeros triunfos. Es verles leer por primera vez. No porque lo aprendió de su maestra sino porque antes le enseñaste sus primeras letras, de la misma manera como aprendió a caminar o montar bicicleta de tu mano. Y es vivir y disfrutar a nuestros padres que es aprovechar su vejez por ser derroche de sabiduría, paz y solidaridad, vital cuando la ausencia es inevitable, bien porque nos vamos, bien porque se van…

 

 

 

Después la vida es noche. Después la vida termina…

 

 

Los venezolanos hemos perdido nuestro arraigo, nuestra plaza, nuestra nación, nuestro sentido de pertenencia. Pero no el país, ni nuestros amigos ni parientes. Mientras recuperamos y encontramos el país perdido (que nadie lo dude), tenemos que acercarnos más los unos a los otros. Y no sólo a nuestros familiares, vecinos o amigos. También a los desposeídos, a los humildes, a los decentes. Civiles y militares. Hagamos hoy lo que toque hacer porque mañana es tarde. El ser humano es un misterio cuando se le deja ausente. Y todo un advenimiento cuando se le da participación. La presencia es afecto y afecto es paz. Llamémonos, hablémonos, busquémonos, cambiemos, asumamos lo impostergable y seamos omnipresentes con quienes lo son con nosotros…La mejor manera de decretar el fin del sufrimiento es redimir el dolor y conciliar. No hablo del adversario (con quien también habrá que hacerlo). Hablo de hacer las paces con los nuestros mismos…

 

 

 

Tengo la dicha de tener a mamá y a papá conmigo. No a mi lado pero si de cuerpo presente. Este ensayo trataba sobre las elecciones en Colombia. Pero al comenzar me llegó el mensaje de mamá, “Después te llamo…” Dejé el “análisis” sobre Duque y Petro para otro día. Total, ellos pueden esperar…Ni les conozco. Tomé el teléfono, marqué a mi madre y le dije: «Que manera tienes de decir las cosas con la sutileza de quien tanto ama desinteresadamente, sin esperar nada a cambio…Y perdona por no haberte llamado, pero estaba rindiendo tributo [con este ensayo] al ser que más amo en esta vida. A ti. Porque eso es amar. Decirlo y escribirlo. Saber lo que significa porque otro te lo hace sentir…

 

 

 

Pd: Venezuela, ya te llamo. Después será tarde, será de noche…

 

 

 

ORLANDO VIERA-BLANCO

@ovierablanco 

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