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Desesperanza

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Desesperanza

Conforme a las últimas mediciones, por primera vez en muchos años la mayoría de nuestro pueblo se encuentra desesperanzado. Un 75% piensa que Venezuela está mal y que su situación personal también es mala. Lo que resulta más alarmante es que el 58% de los encuestados dijo no tener ninguna esperanza de que la situación del país mejore a futuro. Aun cuando el venezolano haya considerado en el pasado que la situación del país y su situación personal no eran buenas, siempre conservaba la esperanza de que a futuro esto se revirtiera. Esta es la olla de presión sobre la cual estamos todos montados, cuyas causas no ha querido o no ha podido -por falta de capacidad- atenderse por quienes hoy ejercen el poder.

 

Un amigo me señalaba algunos de los hechos recientes que considera como puntos de quiebre para que la desesperanza se haya apoderado de tantos venezolanos. A esos les agregaré otros.

 

Una causa muy relevante la constituye la inseguridad. La vida y los bienes de los venezolanos no son protegidos por el Estado. Los órganos de administración de justicia lucen incapaces de cumplir su función primordial: impartir justicia para acabar con la impunidad. Se muestran muy activos cuando se trata de persecuciones políticas y nada eficientes para sancionar a los delincuentes que azotan a todos los venezolanos. Mientras haya impunidad, el delito seguirá creciendo. Los delincuentes que asesinan, roban, extorsionan o secuestran saben bien que en su mayoría nunca serán encarcelados. Esto también lo sabe la población venezolana sin distingo de posición económica o parcialidad política.

 

Un punto de quiebre muy importante en esta materia fue el asesinato de la actriz Mónica Speers y su esposo, frente a su pequeña hija. Ese asesinato no solo conmovió a toda la población, sino que le puso un rostro conocido por todos de lo que a diario sucede en nuestro territorio a miles de venezolanos que no tienen tal notoriedad pública, pero cuyas vidas también se apagan en manos del hampa.

 

El Gobierno respondió y convocó a reuniones de seguridad en todos los estados, para tratar de bajarle la intensidad a la reacción popular que se aterró con lo sucedido. Sin embargo ese esfuerzo no es suficiente mientras no se produzcan acciones judiciales contra la impunidad. A esto se suma la percepción muy generalizada de que el propio Gobierno tiene grupos delincuenciales armados a su servicio, lo que no le da ninguna esperanza de mejoría a futuro.

 

A esto se le une la profunda crisis económica que ha traído la inflación más grande del continente y el desabastecimiento de productos esenciales (medicinas y alimentos entre otros). El Gobierno respondió con el Dakaso y luego con una ley de control de las ganancias. Estas medidas efectistas electoralmente en diciembre, terminaron de agotar rápidamente las existencias y ya en enero el desabastecimiento era peor que antes. Quien hoy tiene que llevar a casa la alimentación de su familia busca desesperadamente los productos para medio cumplir. Pero peor aún si se tiene un enfermo en la familia, ni las medicinas otrora más comunes se encuentran en los anaqueles de las farmacias del país.

 

El pueblo sabe que no es con una ley de control de ganancias que los productos van a reaparecer, ni es con más intervención del Estado en el comercio y la economía que el mercado se va a abastecer. La desacertada actuación del Gobierno aumenta la desesperanza del venezolano.

 

Ningún estudiante hoy tiene la certeza de que al graduarse tendrá un empleo que le asegure el inicio de su vida profesional. Nuestros jóvenes han perdido la ilusión de que mediante el propio esfuerzo podrán labrarse un futuro en nuestra patria. Sus padres, que con mucho esfuerzo lo dan todo para que sus muchachos estudien y progresen, tampoco ven un futuro claro para ellos. Políticas colectivistas retrógradas aplicadas desde el Gobierno han acabado con millones de empleos y miles de empresas. Solo las más grandes aún resisten la embestida del Estado. Quienes sí han prosperado han sido los «empresarios de papel» que se han enriquecido como nunca en nuestra historia mediante la manipulación cambiaria y el negocio de comisión sin generar ni producción ni riqueza.

 

Si hoy no se tiene garantizada la vida, si tampoco existe garantía alguna para brindar seguridad alimentaria o de salud y si nuestros jóvenes no ven garantizado su futuro, ¿cómo no va a sentirse asfixiada una inmensa parte de la población venezolana? Unos hoy protestan, muchos callan, mientras el Gobierno responde con cadenas diarias, silencio a los medios y represión. No le arriendo la ganancia.

 

gblyde@gmail.com / @GerardoBlyde

Por Gerardo Blyde

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