Derecho a Réplica
septiembre 23, 2016 5:07 am

¡Qué arduo ser periodista en tiempos de fanatismos e inequidad! Con los años de ejercicio, que no son pocos, la piel se curte y los sentidos se agudizan; pero, jamás se pierde la capacidad de asombro. Hacer periodismo en la Venezuela de hoy es, como nunca, un reto. Porque la realidad llega como una ráfaga de bofetadas de noticias crueles y sórdidas. Informaciones imposibles de creer cuyos voceros parecieran la personificación de la maldad. Es difícil no conmoverse con tantas historias tristes, con las injusticias y los abusos de poder que desbordan la cotidianidad. Peor aún es saber que, muchas de esas historias, se replican en cualquier parte de nuestro territorio sin que los involucrados salten a la palestra.

 

 

 

El oficio me ha enseñado que muchas de mis opiniones o de mis programas, serán blanco de la ira del público al que va dirigido. Mis años como comunicador social están llenos de satisfacciones y gratos momentos; pero, también de amenazas e insultos que se amparan bajo un anonimato cobarde. Y he allí parte de la pasión de esta profesión que, cuando se ejerce con apego a la ética, no es complaciente con nadie. Las opiniones distintas sobre un mismo tema siempre existirán porque, inevitablemente, entran en juego la subjetividad y las percepciones delos receptores del mensaje.

 

 

 

Si algo he aprendido en el desempeño del periodismo, es que nadie es el dueño absoluto de la verdad. Por eso, siempre es bueno presentar los dos lados de una misma moneda: las versiones de las partes involucradas en un mismo hecho, para que sea el público quien, al final, se forme su propio criterio. No siempre logramos exponer todos los puntos de vista. No siempre es fácil acceder al otro lado de la información. No siempre las personas envueltas en la misma noticia quieren hacer público sus planteamientos…no obstante, siempre tendrán la opción del derecho a réplica. Un derecho que implica dar la cara y salir a la luz pública con nombre y apellido.

 

 

 

A lo largo de mis años como periodista he vivido situaciones que lejos de amilanarme, me fortalecen. Me ha tocado ser testigo de esta polarización extrema en la que, ofendes a un grupo o a otro por el simple hecho de abrirle el micrófono a los representantes de cualquiera de los bandos. Las susceptibilidades están a flor de piel. Y la violencia verbal engatillada, lista para detonarse y arrojar estiércol. La ceguera ideológica tiene como lazarillo a la ira y está llevándose hacia el abismo a una población otrora sana y decente, que creía en el país y en la buena voluntad de sus líderes ¿En qué nos ha transformado este régimen? ¿Qué nos pasó a los venezolanos? ¿Cuándo perdimos esa solidaridad y el respeto mutuo que nos identificaba? ¿Cuándo nos volvimos tan hostiles? ¿Por qué tanto cinismo?

 

 

 

Los “atacadores” de oficio siempre han existido, sin duda alguna. Claro que, ahora, con el fenómeno de las redes sociales la crítica y los ataques se han hecho inmediatos. En tiempo real, proliferan las reacciones, las opiniones y la participación del público. Las opiniones, buenas o malas, llueven. He perdido la cuenta de las ocasiones en las que, por entrevistar a los representantes de la oposición o a personas notables que no tienen miedo de denunciar al régimen, mi Twitter se llena de ataques e insultos oficialistas. Hubo una ocasión en la que escribí un artículo que no les gustó a los chavistas y, en cuestión de horas, se abrieron ciento de cuentas nuevas en la red del pajarito para tuitear el mismo mensaje en mi contra. Puro “copy y paste” sin cambiar ni una coma en rechazo a mis ideas. Pero, también me ha sorprendido que, radicales de la oposición, asuman la misma conducta del bando al que se le oponen. Entonces, al actuar igual, terminan entrando en el mismo saco donde se encuentran los intolerantes.

 

 

 

Aprovecho estas líneas para reiterar que, cuando ejerzo la profesión que tanto me apasiona, lo hago con apego a la ética. Nunca he sido un periodista gobiernero ni palangrista. Cuando en sus ataques, mis detractores aseguran que he recibido pagos para decir lo que digo, solo les recuerdo que a sus calumnias y ldifamaciones no las amparan la ley. Mi posición no obedecerá a los lineamientos de una tolda política. Mi compromiso es con la libertad de expresión y la búsqueda de la verdad. Cuando el doctor Rafael Caldera, llegó a la Presidencia por segunda vez, quiso cerrar su campaña en el programa que yo conducía. Y lo despedí diciéndole: “Doctor Caldera: si el domingo usted gana las elecciones, el lunes yo estaré en la oposición”…y siempre ha sido así.

 

 

 

Una vez, el comunicador social que más he admirado, me definió al periodista como “un fanático irreductible de la verdad, vocero natural de la comunidad y defensor íntegro de todas las causas justas”.Sabias palabras las de mi papá, José Domingo Blanco Yépez: mi modelo, mi maestro, a quien ahora, más que nunca, agradezco sus enseñanzas.

 

 

José Domingo Blanco (Mingo)

mingo.blanco@gmail.com

@mingo