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Del liderazgo y otras vacuidades (parte primera)

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Del liderazgo y otras vacuidades (parte primera)

¿Cómo definir «lo nuevo”? Como un despliegue de acciones novedosas, como una recreación incesante de la facticidad y el sentido. Rafael Vargas Gómez (Max Weber y el poder)

 

 

Una de estas tardes en que leía sobre la constituyente chilena, las protestas de Colombia y revisaba encuestas sobre las elecciones peruanas y sus resultas, me vino al espíritu, una vez más, una interrogante: ¿qué es el liderazgo y que trascendencia tiene, si la tiene además?

 

 

Tanteé un ejercicio de pretendida abstracción para no empapar la reflexión de la impronta circunstancial que nos arrastra a menudo, pero sin olvidar aquella advertencia de Ortega y Gasset según la cual, lo parafraseo: “El hombre es él y su circunstancia”.

 

 

Paso a explicarme, traté de focalizar la ontología del liderazgo e intenté hacerlo sin el sesgo del complejo entorno en el que se hace patente, vale decir, concentrándome en el concepto como elemento político y social; pero no sentí lograrlo porque se escenifica el susodicho, fenomenológico, en el teatro societario y en un tiempo determinado.

 

 

Alguna literatura que “ex profeso” consulté, más allá del reputado Episteme político y filosófico, me hizo pensar en el liderazgo como una acción societaria, una tarea inserta dentro del funcionamiento sistémico del cuerpo social. Hallé una definición, más o menos interesante, entre una decena que revisé; “Liderazgo es la influencia interpersonal ejercida en una situación, dirigida a través del proceso de comunicación humana, a la consecución de uno o varios objetivos específicos.”(Chiavenato, 2004, pág. 458).

 

 

Empero, esas enunciaciones no me convencieron enteramente, por lo que opté por ensayar una descripción sobre lo que capto yo es el liderazgo y así, advierto que es en efecto una labor, una función orgánica que insurge o se cumple en la colectividad, desempeñada por aquel que predomina y se distingue entre los otros, por tradición o carisma y que persigue, conducir el esfuerzo común y ejercer la representación, en procura de objetivos de interés compartido.

 

 

Ciertamente derivará, sin embargo, en una forma de sometimiento; siendo que obtiene, el líder, un comportamiento de otros de acuerdo con su voluntad, pero puede resultar en un acto de dominación o una sujeción voluntaria, fruto del convencimiento, la persuasión y la concertación. Esta última es la que muestra genuina sustentabilidad.

 

 

Prescindo, esta vez, de la convocatoria de criterios en forma de auscultaciones teóricas que laten aceleradamente en mi consciencia y de una serie, evoco, con fuerza, a Bertrand De Jouvenel y en la palpitación se cuela Étienne De La Boétie y, la cavilación sobre por qué obedecemos y nos sometemos voluntariamente a alguien.

 

 

El liderazgo requeriría, no obstante, elementos que concurran a su fragua simultáneamente y, se constituyen los susodichos, en el marco de su racionalidad como función social y política. El liderazgo es consustancial al agrupamiento social de un lado y del otro, a la fijación de propósitos comunes o conexos, aunque hay una pieza que aparecerá luego en el rompecabezas, y que viene en la alforja del jinete que mueve las riendas de su cabalgadura.

 

 

No es mi deseo profundizar en una temática de suya compleja y de añejos abordajes doctrinarios y académicos. Líder, jefe, administrador, experto, comandante derivan, entre varios más, en constructos relacionados a la gestión del conductor y tienen cabida, para ser más específico, cada uno, como signos asociativos y directivos.

 

 

¿A quién se sigue y por qué a ese? Son interrogantes que nos llevarían más espacio del disponible, por lo cual me referiré a esta época en que vivimos y a la asunción posible del comando en ella. Palparé el asunto apenas, pero insisto en que es menester considerarlo y ponderarlo.

 

 

Deviene un tiempo social y político diferente al pasado. Somos testigos del arribo sustitutivo del nosotros por el yo. Si antes optó el humano, por asumirse a sí mismo como centro de su pensamiento y quehacer cultural y así, ser actor entonces de su teatro existencial, dejando atrás la sujeción a un ser trascendente; por las aguas de la secularización, navegó con otros hombres hacia la autonomía y la consciencia del libre albedrío.

 

 

Aquel tanteo que lo despejo y descubrió se produjo como comunidad, como miembro y parte de un todo, de un compuesto al que se debe, a la humanidad pues, en primer término y luego, a su arraigo, a su membresía a un cuerpo social, cultural, étnico, lingüístico, político, económico y espiritual. El homo que emanó es una alícuota más en la cosmovisión singularizada paradojicamente de los hombres.

 

 

El sujeto del siglo XXI presume de ser independiente, distinto, diferente de los restantes congéneres. La idea de nación o patria le es acaso un tibio lazo de pertenencia. El individualismo exacerbado priva sobre cualquier otra ligadura y en ese camino cuaja una peligrosa y cada día más universal tendencia a la desagregación, separación, segregación, marginación.

 

 

Para bien y para mal también, el siglo que antecedió hizo del Estado-nación un protagonista apasionado. El propio y común comunitario, valga la redundancia, enfrentó a otros símiles, tratando de afirmarse, pero como conjunto homogéneo e isomórfico. Ese apetito voraz para a dentelladas incluso, librar el espacio vivencial de otros, como nosotros por decirlo así, se tradujo, en una suerte extravagante; pretendiendo serlo dejamos de ser comunidad.

 

 

Lo que quiero resaltar es el liderazgo que insurge y apunta a una perniciosa variable que pareció después de la Segunda Guerra Mundial superada. Claro, hablo de Occidente, porque el mundo islámico sigue su compulsivo e inmanente anacronismo, oponiéndose a la modernidad misma y rechazando la secularización.

 

 

En Asia, las formas políticas todavía tributan y son propias de sistemas arcaicos en su mayoría y se niegan a cambiar, aunque simulen que si lo hacen, si bien se disfrazan de revolución china. Y en la India, compiten, literalmente, varias naciones inoculadas históricamente de atavismos autoritarios y una estructura social rígida y poco tolerante. Me atrevería a decir que el mutante indio aún no exuda toda la potencia de su obscuro laberinto.

 

 

Preciso, entonces, el fenómeno emergente, en el teatro de la civilización judeo, euro, cristiana, se correspondería con el giro que se observó y parcialmente describimos al comienzo de estas notas. Ahora, “Ecce homo,” se diría, siguiendo a Nietzsche, se desprende, se separa, se desliga de lo que entiende no es ontológicamente él mismo.

 

 

“Ecce homo”, rechaza los cánones, reclama como derecho de todos y por mero interés lo que siente que lo define a él y, visualiza el futuro solo como una extensión de su presente pretendidamente auto controlado. Actúa muy a pesar del escenario social que debería ser el suyo, considerando, su espacio existencial.

 

 

Siempre se inclinó el humano, por motivaciones emocionales, pasionales o racionales. El discurso del liderazgo que suele ser un ademán comunicativo para persuadir u ordenar, persigue tocar ese botón. Esa sintonía es la clave del intercambio que se produce en la conjunción entre el cabecilla y la masa que lo acompaña.

 

 

“Ecce homo” se ha deshumanizado. Dejó de creer y pensar en común. La comunidad no lo interpreta y busca otra perspectiva que le acredite identidad, una representación diferente, otro perfil definitorio. El mundo en pocas décadas cedió a la demanda de aquellos que habían anunciado en los años sesenta y setenta, que se querían bajar y se detiene en cada estación de los ideologismos.

 

 

Mi meditación sigue a la perplejidad que inevitable continúa a las escogencias del momento que, por cierto, es de un lado del uno, pero también del ellos o nosotros. Para resumirlo brevemente; el tiempo anterior deviene anticuado, cultural y espiritualmente y por eso cuesta trabajo explicarlo, con los viejos equipos conceptuales.

 

 

Chile, Perú, Colombia no pueden mirarse sin ponderar esa otra dinámica que advertimos hace meses y por esta misma vía; como tampoco era fácil hacerlo, con la América de Trump. Modestamente, ensayo de acercarme más al lo que acontece, para armonizar y ordenar.

 

 

Completaré, si Dios quiere, la semana próxima.

 

 

 Nelson Chitty La Roche

@nchittylaroche

nchittylaroche@hotmail.com

 

 

 

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