Del espontáneo y otros peligros
enero 18, 2019 7:35 am

 

“El sueño de la razón engendra monstruos”. Francisco de Goya.

 

El incidente que permitió detener, esposar, secuestrar al presidente de la Asamblea Nacional tiene lecturas variadas, pero, como era de esperarse de la clase política gobernante, se atribuyó a un comando que de suyo y sin órdenes superiores lo concretó.

 

 

Francamente me sorprendió una explicación tan carente de fundamento y, consultando amigos que otrora estuvieron en la policía política, confirmo que no pudo y tampoco luce creíble una especie como esa, en el contexto actual, especialmente sensibles y atentísimos factores exteriores y el cada día más despierto espíritu ciudadano que siente que vale la pena volver a creer.

 

 

Si fue fulano o tal vez mengano el que dio esa orden se sabrá probablemente luego, pero, insisto, me resulta cuesta arriba aceptar esa versión de Jorge Rodríguez al que, por cierto, pocas veces vemos fallar en el tiro. Aunque en el turbulento tiempo en que viven los que saben que son reos de la justicia que viene ya como el lobo a demandar responsabilidades, bien pudo pasar.

 

 

Empero lo anotado, cabe entonces una advertencia para el gobierno y sus principales conductores. ¡Cuidado con otra locura como esa u otra peor, los hemos visto practicar ejecuciones sumarias y extrajudiciales y después, impávidos e impertérritos, continuar su recurrente simulación! ¡Como si las víctimas no importaran y simplemente constituían una cuenta del rosario de la leal impunidad con la que han prevalecido entre la felonía y el desastre de las ejecutorias más gravosas, costosas, perniciosas en la historia del país!

 

 

Recuerdo algunas de esas experiencias, pero comentaré aquella del 11 de abril de 2002. He estudiado el episodio y tengo la convicción de que lo ocurrido y su saldo de asesinatos y lesionados fue previsto y calculado. Escribí un libro que recoge consideraciones sobre el asunto (Expediente 001, el pueblo contra Chávez, editorial Esmeralda, Caracas noviembre 2003) y me permití también, en compañía de un amigo y profesor universitario Máximo Febres Siso, solicitar el antejuicio de mérito correspondiente para el alto gobierno que, por supuesto, incluía al presidente Chávez, a Diosdado Cabello, vicepresidente, y el resto de la comparsa por ser también responsables del homicidio calificado de uno de los que cayó en la avenida Baralt, Jesús Orlando Arellano, QEPD, pero puede decirse de todos aquellos compatriotas ultimados a mansalva por espontáneos, esbirros y agentes de seguridad, y que conste que no me refiero a los pendejos policías metropolitanos que luego imputaron en uno de los fraudes de la justicia más vergonzosos en el recuento que se puede llevar en Venezuela. El TSJ negó como quien niega el día o la noche, sin mirar al cielo, y al hacerlo se postularon como reos de genocidio entre otros delitos más.

 

 

Pero también en aquellos días se habló de una acción de figurantes del momento que, sin recibir órdenes, asumieron como propio el crimen, tal vez comportándose como militantes de una causa y no como agentes dispuestos para eso. No tengo duda alguna de que, conscientemente de la secuencia trágica que los envolvía, se comportaron y, seguros de la impunidad de sus actos, encararon la suerte, y es triste pero necesario destacar que tuvieron razón.

 

 

 

Y es allí donde llegando advierto que el Estado castro-chavista-madurista muestra su verdadera naturaleza. Es una organización de poder que se sirve de cualesquiera y quebrantando sistemáticamente la normativa, para realizar los propósitos que los intereses de sus conductores entienden necesario. No hay límites ni consecuencias para sus fechorías y, por eso, se les encuentra en distintos escenarios de delito, dentro y fuera de Venezuela, sin tapujos, sin escrúpulos de ningún tipo. Arrollándolo todo y sin vacilaciones, irrumpen cual depredador enseñoreado, fieras insensibles e irracionales habituados, acostumbrados, mimetizados con el mal.

 

 

Alguien estuvo detrás de los autores materiales que asaltaron a Guaidó. No a él simplemente, al diputado y presidente de la Asamblea Nacional que desafía al usurpador y a sus secuaces. Ese “ignoto” siempre estuvo detrás de cada violación de los derechos humanos, de cada homicidio perpetrado por los colectivos paramilitares, verdugos siempre dispuestos para la ocasión. Es el autor intelectual, mediato pero perceptible, el promotor psíquico, anímico de la alevosía, el auténtico artífice de la manipulación, el engaño y la traición a este pobre pueblo victimado, violado, maculado por los que dicen gobernar en su nombre. Pueden ser varios en uno, una inspiración, una manera de ver y hacer legitimada por la jefatura de una seudorrevolución oprobiosa e inhumana. Y hermana, gemela univitelina, de la que sojuzga al pueblo cubano, indigna de Martí.

 

 

Si al menos asumieran la culpa, o parte de ella, podríamos pensar en verlos servir al final facilitando su partida y la reacción del país que necesita desesperadamente otra gerencia, otra administración, otra gestión, para respirar y vivir. Váyanse simplemente, dejen a Venezuela como está que ella se repondrá con el esfuerzo ciudadano y Dios por delante.

 

 

 

Nelson Chitty La Roche

nchittylaroche@hotmail.com