Déjanos seguir luchando por ti
mayo 30, 2014 4:21 am

La huelga de hambre, amigo Iván (Simonovis), no hará que el gobierno reaccione

 

Ha ido envejeciendo. Las arrugas de la tristeza lucen como surcos en su rostro pálido por la falta de sol. El cuerpo se le nota adolorido y magro. De sufrimiento. De soledad. De injusticia. Ha sido objeto de un insólito proceso de ajusticiamiento moral y físico, pintado de ausencia de Estado de Derecho. Su caso dejó ya de ser un expediente judicial para tornarse en un portafolio de pecados. El gobierno, primero de Chávez y ahora de Maduro, se ha ensañado contra Simonovis. La Fiscalía, el Poder Judicial y la misma Defensoría del Pueblo parecen disfrutar al negar una y otra vez las medidas humanitarias que se piden para Iván y que están más que justificadas. Y en estos años, más de los que la gente del común recuerda, el comisario, el esposo, el padre, el amigo, ha visto enflaquecer la esperanza. Eso, imaginamos, es lo que le hace entrar en el desesperado acto de una huelga de hambre.

 

En la historia, la de muchos países y la nuestra también, ha habido capítulos de huelgas de hambre. Recordamos mientras escribimos estas líneas dos películas que narran sendos casos. La primera que viene a nuestra mente data de hace cuánto menos dos o tres décadas. Corresponde al ayuno total de unos muchachos irlandeses acusados de actos subversivos en Inglaterra. Nunca se les logró probar culpabilidad alguna. Eran varios y al cabo de varias semanas dos o tres de ellos fallecieron en el intento inútil de hacer comprender al gobierno de ese entonces de entrar en razón y procesar que aquello era un despropósito. Otra película que versa sobre similar tema es una producción polaca que narra la historia de una muchacha que ejerció su protesta ante la barbaridad que suponía que su novio hubiera sido torturado por las fuerzas de seguridad de la Polonia de tiempos soviéticos. Ambas películas recibieron el aplauso de un sinnúmero de organizaciones de defensa de derechos humanos del planeta entero. Y, si mal no recuerdo, ambas fueron laureadas.

 

Seis pies bajo tierra

 

En Venezuela, el más reciente caso de huelga de hambre, el de Franklin Brito, en 2010, terminó mal, muy mal, seis pies bajo tierra. Al gobierno no pudo importarle menos el sufrimiento de aquel hombre y su familia. Y no pudo importarle menos que el desesperado acto de la huelga de hambre acabara con la vida de Franklin y con todo resquicio de decencia en quienes pudieron salvarlo y no lo hicieron.

 

Podríamos llenar páginas y páginas con explicaciones jurídicas sobre el caso de Iván Simonovis. Nuestra especialidad no es el Derecho Penal pero, ante tal manojo de violaciones a los elementales derechos humanos, ampliamente documentados por los abogados de Simonovis y hechos del conocimiento público, hay que entender que esto no es un asunto de leyes sino de conciencias. No es asunto de códigos, sino de catecismo, de calidad humana.

 

Ojalá Iván Simonovis lea estas líneas que escribimos desde el umbral de la pesadumbre pero también de la esperanza que todavía tenemos. Entendemos su desesperación, su desaliento, su depresión. Entendemos que a él y a su familia ya no les queda ni un sólo milímetro cuadrado que no esté empapado de lágrimas. Y comprendemos la desilusión que de seguro sienten al ver cómo pasan los años, cambian los funcionarios, y nadie en el «sistema» reacciona y toma una decisión para acabar con esto que mal comenzó y tan mal puede terminar.

 

El alma congelada

 

Pero así como algunos o muchos funcionarios del «sistema» tienen el alma congelada, somos muchísimos los que estamos con Iván. Somos gente que reza, que reza por ti, que reza porque tu familia siga encontrando la fortaleza para continuar luchando, que reza porque desistas de este acto. Somos muchos los que no te abandonamos. Y somos muchos quienes rezamos para que Dios le hable al gobierno y le haga entender que esto está mal, pero que también le haga ver que tiene el poder para acabar con el horror. Nicolás Maduro tiene la solución. El 18 de diciembre en el Palacio de Miraflores le dijimos todos los medios jurídicos que tiene en sus manos para producir una medida que beneficie a Iván y que, por cierto, no lo dejaría como un Presidente blandengue sino más bien como un político que piensa con sensatez. Quedó en pensarlo. Quizás pensó pero nada hizo.

 

La huelga de hambre, amigo Iván, no hará que el gobierno reaccione. De hecho hoy escuché a un diputado de la bancada oficialista poner en duda que tu gesto sea verdadero y no una pantomima. Insinuó que quizás te estaban alimentando bajo cuerda. Tu salud está deteriorada y tu cuerpo no tiene cómo afrontar otra calamidad. Te respeto en tu decisión pero te ruego que desistas. Déjanos a los muchos que te apreciamos y tanto respetamos seguir luchando por ti.

 

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 @gerardoblyde