¡De que se van, se van!
junio 21, 2017 8:04 pm

La revolución de Chávez terminó convertida en una empresa homicida. Su defensa no son las masas enfebrecidas de la primera hora; tampoco robustos pilares ideológicos; y menos la reciedumbre ética de sus dirigentes. Se convirtió en aquello en medio de lo cual nació en febrero de 1992: un charco de sangre.

 

 

 

La forma de llegar al poder anticipa la forma como se sale. Chávez lo intentó por un sangriento golpe y, en un momento de esclerosis democrática, las bondades del sistema político y la ceguera de unos cuantos ricos locales y foráneos le abrieron las puertas luego para triunfar con los votos. Pero jamás debe olvidarse que la participación electoral no fue una convicción sino una vía tan legítima para él como la del golpe de Estado.

 

 

 

Después de la ruina del país; del robo a mano armada; del narcotráfico; de los vínculos con el submundo del crimen, disfrazados de caperucitas ¡rojas!; de tanta fechoría; de tanta muerte, les toca irse. No tienen más sustento que la fuerza bruta y brutal. Las tácticas empleadas en las calles no tienen el propósito de disuadir; son ofensivas: su propósito es emboscar, provocar cientos de heridos y matar, si lo consideran necesario.

 

 

 

Chávez al llegar al poder intentó suprimir la Guardia Nacional. Entonces, la resistencia institucional se lo impidió. Ahora el régimen lo logra por otras vías, al comprometer a la GNB en el crimen que se comete diariamente contra la insurgencia civil. Así somete al componente a un grado de desprestigio difícilmente reversible. Por esa razón el Ejército, la Armada y la Aviación se niegan sistemáticamente a participar en la represión. Los autores inmediatos de la destrucción de la GNB son dos de sus generales: Néstor Reverol y Antonio Benavides Torres.

 

 

 

Benavides dijo: “Aquellos que agredan o hagan uso de armas de fuego en contra de nuestros efectivos GNB los buscaremos hasta debajo de las piedras” y: “Toda agresión a un efectivo GNB será castigada de manera contundente y el responsable pagará las consecuencias por sus actos terroristas”. Si la insurgencia civil es catalogada sistemáticamente de terrorista, lo que esto dice para un sargento o un guardia es una sola cosa: muerte.

 

 

Los jerarcas del régimen tienen que decidir si se hunden definitivamente en este naufragio. La fiscal decidió, como otros lo han hecho, dejar de participar en el horror del cual fue parte. Tal conducta debilita al régimen y por eso ahora se necesita que hagan lo propio otros de igual jerarquía, lo cual incluye a los altos y medios jefes militares.

 

 

Carlos Blanco
@carlosblancog