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De la soledad y otras anomalias más

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De la soledad y otras anomalias más

“Nadie se salva solo…” Santo Padre Francisco

 

 

Es más fácil describir situaciones de aparente soledad que definirla. Perder la capacidad de comunicarse se asemeja al hecho de no lograrlo. El aislamiento conduce a la soledad y la sustracción de la sociedad, deliberada o no igualmente. Puedo estar también rodeado y sentirme o asumirme solo. Cabe aún señalar una situación en la cual, frecuentemente llega el ser humano en la sociedad contemporánea, la de no sentirse admitido o parte de ella. El bullying muestra un rechazo que deviene en patología social inclusive. La soledad es sospechosa de anómala siempre.

 

 

En ocasiones advertimos que somos nosotros mismos los que nos apartamos o reducimos los contactos a niveles de mecánica e insustancial cortesía, pero lo cierto es que, al suspender el intercambio espiritual propio de la comunicación, abrimos un capítulo de soledad.

 

 

El homo verus dosifica su soledad ausentándose del escenario público que, cual idiota griego, asume que no le concierne o seleccionando con rigor mórbido el muy selecto grupo de los que admite como pares, desdeñando a todos los demás. Se diría que para no estar solo diseña su soledad.

 

 

La reflexión de los últimos meses pareciera premonitoria. Hemos hecho constatación de una denuncia en curso y de acuerdo con la cual el homo verus, hombre actual, pretendidamente independiente y autónomo, ha creado su propio entorno y prescindido, paulatinamente, de la sociedad a la que pertenecería. Escogió -o intenta hacerlo- una definición de su ser que sigue a una previa en la que fabrica una personalidad que deriva en una individualidad posesiva, egoísta y sobre todo hambrienta de distinguirse o diferenciarse del común, y lo ha conseguido bastante.

 

 

Hoy, los derechos humanos individuales devienen una virosis que aflige y acompleja al cuerpo societario, al extremo que talla en sus valores como legítimas sus perspectivas y apreciaciones. Claro que nos referimos al Occidente que se ha descristianizado, obrando al amparo de la digitalización y consumando a diario y progresivamente una revolución en el homo faber, que a su vez afecta al homo locuax del que habló, en una reflexión sobre la vida y la muerte, Edgar Morín. El europeo se ha hecho más huraño, hosco, asocial y entonces menos humano. El liderazgo europeo cambio de rol y, se ha dejado liderar por el bajo psiquismo y el lado obscuro de la sequía ciudadana.

 

 

Para consumar esa enajenación, progresivamente el hombre ha diluido sus referentes. Por supuesto que en paralelo, como nos enseñó Bauman, fue licuando sus pivotes espirituales y morales. El polaco hace ese señalamiento en la fenomenología social y se advierte que, en la circunstancialidad de cada uno de muchos, aconteció como experiencia personal previamente. El homo verus se entregó a la experticia digital, constituyendo así una gravosa, misteriosa, falaz alienación que reemplaza pero no sustituye el tótem y tabú que lo plasma y despoja, además, de su consciencia en cuanto a espacio y tiempo. En la suerte muta, degenera, confunde y se hace opaco.

 

 

Asdrúbal Aguiar enfatiza en que la perdida de las seguridades y fundamentos societarios ha alcanzado también a los aspectos clásicos de la relación entre detentadores y destinatarios del poder, al punto de que la democracia se hace supletoria. La victoria del individuo sobre el colectivo anuló el ademan ciudadano y sin embargo deja al Estado el manejo formal de la representación y del poder que se hace opaco e incontrolable por impersonal y deshumanizado.

 

 

En Asia, una nueva deidad insurge y se orienta hacia el big brother de Orwell y con razones que apuntan hacia la seguridad como the reason why en la expresión, en la vigilancia, en la renuncia a la privacidad. Masificado en la digitalización que lo administra de acuerdo con el interés público, del cual el Estado es el gestor…El homo non criticus es el homo verus.

 

 

La India y, el mundo islámico hacen de sus diferencias, sus soportes. Las creencias y las construcciones orgánicas religiosas y sociales los han protegido del homo elektronikón sin, entretanto, dejar de entrar a la cosmogonía digital aventajadamente. La inteligencia artificial y el pensamiento virtual, la ordenación de la información son para los indios un producto de su trabajo y aventajado intelecto, pero no los ha aún despersonalizado

 

 

América Latina aún tiene fortalezas que la sostienen, en esta árida, seca, difícil travesía. Aún quedan seguridades; familia, credo, patria como valores que si bien han sido horadados, aún conservan gravitación en los espíritus de la gente y en lo poco de ciudadanía que subsiste. El drama es la cosmogonía de las carencias que pone todo a prueba y de allí la diáspora venezolana, centroamericana, mexicana. Ni la cuarentena ante el coronavirus se puede hacer porque la informalidad es mayoritaria y hay que salir a buscar la vida.

 

 

El homo verus de suyo conceptualmente solitario no lo es, pues, universalmente. Salvo que lo distingamos de aquel que se mantiene asido a otra dinámica. La sociedad liquida de Bauman es occidental, europea y norteamericana con sus particularismos. No puede ser universal porque el universo es diversidad y entonces, otros congéneres viven y miran de otra manera, lo cual conforma un cosmos hospitalario en suma pero, no para el zoon elektronikón que culturalmente nos modela y alcanza a todos sino, en el vértice del zoon politikon, al que se ha desafiado como un signo propio del siglo XXI.

 

 

El coronavirus que algunos encuentran como un presente de la naturaleza, harta del depredador sistémico, irresponsable y cínico además, nos regresa sin embargo al reto de la vida misma y desde siempre.

 

 

En efecto; Yamal Harari en su paseo desde los comienzos y hasta nuestro tiempo, constata que el homo sapiens ha sido puesto a prueba y llevado al límite por tres elementos que han conspirado contra él. Las hambrunas, las epidemias y las guerras. Las ha venido sorteando y prevaleciendo sobre cada una a lo largo de su devenir existencial de varios milenios pero, como antes afirmamos, pagando un costo altísimo en ocasiones.

 

 

El coronavirus es un jaque al rey, acompañado de una serie de acciones dañosas a la postre. Veamos que ataca al humano en su integralidad física y espiritual como unidad biopolítica. Lo acosa con su deletéreo contagio derivado de la coexistencia social y luego, lo deja expuesto a otros peligrosos sesgos de distinto género, económicos y societarios. Además apunta el pernicioso virus a su confianza y a la espiritualidad del homo verus perplejo y temporalmente desubicado.

 

 

El ser humano tiene necesidades y como glosó Marx, no puede escapar de ellas. Debe atenderlas impajaritables las susodichas. Depende además de la naturaleza a la que ha agredido inmisericorde, la ha invadido y alterado, la ha agotado en sus afanes dispendiosos y la pretende incluso sustituir, domeñar, controlar pero y aunque ha progresado mucho ante la naturaleza y especialmente de sí mismo, aún exhibe su vulnerabilidad ante ese complejo entorno ecológico y ambiental que ha depredado pero que necesita con desesperación.

 

 

Consciente parece de que puede suicidarse con una de estas manifestaciones de violencia egoísta, lo cual resulta en el disuasivo atómico y todavía juega al dominio por la articulación de ciencia, tecnología y deshumanización frecuentemente. El homo Deus anda por allí en la mente, en la ambición, en el sueño del homo verus de Occidente especialmente pero no únicamente, no excluyentemente.

 

 

No obstante lo expuesto, que puede ser mucho más claro pero que me luce suficiente, emerge un argumento para pesar y educar al homo verus ante los peligros de ese porvenir que ha inventado y que si bien reta a la muerte misma, no puede por ello prescindir del ciclo humano completamente.

 

 

Tal vez pueda prepararse como un muñeco al ser humano que vendrá y genéticamente modelarlo, pero ni a él ni a su protagónico social que lo recibe y cultiva hasta que sepa de él mismo. Vivir es mucho más y hacerlo es discernir, juzgar, amar, temer también. Por eso quiso Nietzsche dar a Dios por muerto, pero la muerte es solo una manera de ser, una manera de soledad y Dios trasciende naturalmente nuestra noción de temporalidad, nuestra idea de finitud.

 

 

Empero hoy, estamos ante nosotros mismos; aislados pero ansiosos de dejar de estarlo, como si retornáramos al comienzo de todo, pensativos, sensibles y forzosamente solitarios, vacíos a ratos y nostálgicos también. Por eso, para metabolizar este horrido instante sin aborrecerlo sino más bien comprenderlo, traemos del genio de García Márquez, una cita de miles que contiene esa novela extraordinaria Cien años de soledad…«En aquel Macondo olvidado hasta por los pájaros, donde el polvo y el calor se habían hecho tan tenaces que costaba trabajo respirar, recluidos por la soledad y el amor y por la soledad del amor en una casa donde era casi imposible dormir por el estruendo de las hormigas coloradas, Aureliano y Amaranta Úrsula eran los únicos seres felices, y los más felices sobre la tierra».

 

 

 

@nchittylaroche

nchittylaroche@hotmail.com

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