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De La Habana llegó un barco

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De La Habana llegó un barco

Posiblemente el Chong Chan Gang –el carguero norcoreano que fue sorprendido hace una semana cruzando el canal de Panamá con 240 tons de cargamento bélíco cubano obsoleto a bordo para ser trasladado y reparado en el país comunista de los emperadores Kim- no sea el último símbolo de la “Guerra Fría” que pasará ante a nuestros ojos, pero sí el más alucinante, perturbador y, por si fuera poco, traumático que recordaremos en una generación.

 

En stricto sensus, los restos de un auténtico tyrannosaurus rex del Jurassic Park político-ideológico que también se conoció como “Sistema Socialista o Comunista” y que dominó un grupo de países de Asia, Europa y América durante 70 años del felizmente desaparecido siglo XX.

 

Una reliquia, en fin, pero también una prueba de que hubo dos países, Cuba y Corea del Norte, que escaparon al impacto del meteorito que entre 1989 y 1991 acabó con la Unión Soviética y sus satélites, y hoy, sometidos al control de unos dictadores enloquecidos que, incapaces de respirar en una nueva atmósfera y un nuevo clima, constituyen una amenaza para las sociedades que desean vivir en paz y construir un mundo donde la democracia, la libertad, la pluralidad y el estado de derecho sean un bien de todos y para todos.

 

Sobreviviendo en medios de penurias inenarrables e imponiéndoles a sus habitantes el castigo sin nombre de mantenerlos fuera de los signos del tiempo, de nuestro tiempo, y anclándoles en ideas, pensamientos y gestos que, por anacrónicos, son como restos arqueológicos de aquella utopía marxista que desapareció por su incapacidad de adaptarse y comprender la naturaleza humana

 

Porque es que, en las bodegas del “Chong Chan Gang”, no solo viajaban (mohosos y carcomidos por la herrumbre) 2 complejos coheteriles “Volga” y “Pechoga”, 9 cohetes desarmados, 1 MIG 21 Bis, y 9 motores para el uso de estos aviones, sino también los desechos irreparables de la ideología que asoló al mundo durante los 7 primeras décadas del siglo XX, para luego terminar ahí, en un buque fantasma y pirata, sin permiso de circulación y sospechoso de estar incurso en operaciones de narcotráfico y tráfico ilegal de armas.

 

Para colmo –o más bien para darles características conradianas al drama- dichas armas viajaban escondidas en 10 tons de azúcar morena cubana, almacenadas en una forma tan primitiva y rupestre que, en vez de las 3 horas de descargo que estilan para esta clase de operaciones los equipos robóticos y digitalizados del canal, tardaron 4 días.

 

En otras palabras que, un retazo del pasado que se pensó aniquilado hace apenas 2 décadas y media con la caída del Muro de Berlín, y el colapso de la Unión Soviética, estaba ahí, y en la representación de 3 de sus principales protagonistas, (la URSS, Corea de Norte y Cuba), y quizá, no tanto para decirle a los 7 mil millones de habitantes del planeta que en cualquier momento hacía añicos la lápida y regresaba, sino para refrescarles que estaba muerto, definitivamente muerto y para siempre.

 

Pero si ese era el mensaje ¿por qué las 240 tons de material bélico cubano obsoleto no estaban siendo enviadas a un vertedero de basura de los tantos que abundan en Asía y África, o a una estación de reciclaje que las pulverizara y reconvirtiera en objetos para algún fin benéfico, sino para ser reparadas y devueltas a Cuba, seguramente para mantenerlas dispuestas a ser colocadas en los escenarios de conflicto donde sus aliados las precisen?

 

Pues –y aquí si vamos a requerir la ayuda de escritores que novelan las regresiones psicológicas de la región como Mario Vargas Llosa, o de especialistas en trastornos históricos latinoamericanos como Carlos Alberto Montaner o Fernando Mires-porque a la vetusta, anacrónica, desecha y en disolución República de Cuba de la “Guerra Fría”, le han nacido colonias, países como Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia, cuyos gobiernos piensan que es el centro del desarrollo científico del mundo, aquel donde se produce la tecnología más avanzada y de punta, existe una medicina que hace milagros, una educación que produce genios a granel y estaciones espaciales que día por medio envían misiones espaciales a Marte, Júpíter y Urano.

 

Como ejemplo, nos bastaría citar el caso del recién fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quién diagnosticado de cáncer de pelvis en La Habana el 10 de junio del 2011, murió en Caracas el 5 marzo pasado, negándose a ser atendido por médicos de Venezuela, Brasil y España porque su sanación, pensaba, sólo podía estar en Cuba, y sólo en Cuba.

 

Otro caso espeluznante podría ser el del sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, quien anunció en un discurso de mediados de semana que “Venezuela estaba instalando el sistema antiaéreo más poderoso del mundo” y es posible que estuviera apuntando en los que serían reparados en Corea del Norte si el “Chong Chan Gang” llegaba a su destino.

 

 

Porque olvídense, esas 270 tons de armas obsoletas no iban a ser reparadas en la Corea de los emperadores Kim y devueltas a Cuba, para ser usadas en escuelas de entrenamiento, ni celebraciones con fuegos artificiales, sino para ser vendidas a las colonias como nuevas, y en particular, a la que dispone de petrodólares en abundancia, como la Venezuela de Maduro, que puede, además, cancelar las facturas del resto de los Ejércitos que se preparan en su “guerra de fin de mundo” contra el capitalismo, el imperialismo y los Estados Unidos.

 

Y así, terminarían de establecerse las bases en Centro y Suramérica del último imperialismo del siglo XX, aquel que no solo impondría su dominio entre 4 países con una ideología del siglo XIX, sino que los obligaría a dotar sus ejércitos con equipos con una tecnología post Segunda Guerra Mundial, que no es ya usada ni siquiera por los talibanes de Afganistán,

 

Imperio y colonias fantasmagóricos, como salidos de laboratorios donde se experimenta con la “máquina del tiempo” y forjados sobre mentiras cuyos pilares son el miedo, o el recuerdo de que una vez, como los dinosaurios, estuvieron a punto de dominar la tierra.

 

Mental y psicológicamente condicionados para la hostilidad, los disturbios y la confrontación, pero no solo contra quienes los adversan en sus países, sino contra los gobiernos democráticos que deben tolerarlos porque fagocitarlos será siempre producto de circunstancias apegadas estrictamente a la ley.

 

La actitud de estos “5 jinetes apocalípticos” en el reciente escándalo del superespía norteamericano, Edward Snowden, es una prueba contundente de ello, así como su alianza con los últimos focos subversivos que quedan en la tierra, como pueden ser los gobiernos de Irán, Bielorrusia, y del carnicero de Siria, Bashir Al Assad.

 

Pero igualmente promueven alianzas con dos potencias emergentes como China y Rusia, por su naturaleza política dictatorial enfrentadas a los países democráticos de América, Europa y Asia, pero que, dado que en lo económico, practican un sistema de capitalismo salvaje, sujetos a los vaivenes de la economía capitalista global que les impone normas de decencia y civilidad políticas.

 

Y en ese orden, los “5 jinetes apocalípticos latinoamericanos” ruedan más bien como esos planetas solitarios que, sin capacidad de defensa, viven expuestos al primer meteorito que se acerque a sus órbitas.

 

Como el que aniquiló a los dinosaurios, por ejemplo.

 Manuel Malaver

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