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Cuando todo se hunde…

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Cuando todo se hunde…

El icerberg se posa desafiante frente a nosotros. De pronto la nación descubrió que quienes la dirigen destrozaron su futuro. Un gobierno profundamente incapaz se encargó de acabar con nuestras enormes perspectivas de desarrollo, se diseminaron cuantiosos recursos económicos en la propagación de un experimento totalitario. Hoy somos un barco sin timón, que marcha inexorablemente a estrellarse contra el imponente collado blanco de nuestra cruel realidad.

 

Ante la eventualidad de un colapso gubernamental, algunos personajes del régimen han decidido saltar presintiendo la proximidad del hundimiento total. Jorge Giordani envuelto en su capa gris de antiguo monje levantino, se ha lanzado en la búsqueda de buen resguardo para sus huesos. Su carta en donde denuncia la gravedad de la crisis es material de análisis por parte del debate público. Incluso hemos visto cómo muchos sectores políticos valoran las reflexiones escritas en una epístola con olor a funeral.

 

Se olvidaron que este personaje es responsable de la grave crisis económica que padecemos. Fueron sus ideas las que le dieron viabilidad al proyecto hegemónico que hizo posible que pasáramos de tener profundas condiciones para lograr un futuro promisor, a padecer esta incertidumbre que como espada de Damocles busca decapitarnos a todos. Son las horas amargas que vivimos gracias, entre otros, a este baluarte de la podredumbre moral que contamina a todo el órgano de la república.

 

Por eso sus tardías consideraciones acerca de las consecuencias de sus monumentales yerros, no pueden ser un óbice para sentir algún signo de conmiseración para el senil funcionario de ideas paleolíticas. Su responsabilidad es inmensa ya que se empeñó en llevar a cabo todo un programa que nos convirtió en la nación con la mayor tasa de inflación en el hemisferio. Venir ahora a hablarnos con la mano en el corazón, después de ser copartícipe del vulgar latrocinio en contra de Venezuela no lo exime de su responsabilidad ante la historia. Igualmente hemos observado a otros actores vinculados al gobierno revolucionario hablándonos de un país en donde cabemos absolutamente todos.

 

Cuando todo se hunde es muy fácil mostrarse como arrepentido. De repente aquella imbecilidad de creerse como dueños de nuestro destino sufre un brusco resbalón que los coloca de frente con la realidad. Se esfumaron las áureas prepotentes de los elegidos del socialismo.

 

La verdad es que todo es un simple artilugio. Buscan llegar hasta la orilla tratando de alcanzar un salvavidas que lo haga sobrevivir. El fracaso estruendoso del régimen por más de quince años los ha dejado huérfanos. De pronto el proceso revolucionario siente que su cuerpo hizo metástasis, que su desaparición se aproxima. ¿Por qué será que las experiencias socialistas totalitarias casi siempre terminan rendidas ante la realidad de lo inviable de su modelo? Al final sólo quedan como amos de países despojados, desolados y profundamente divididos.

 

alexandercambero@hotmail.com

 @alecambero

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