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Cuando los perros ladran

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Cuando los perros ladran

Contra J.J. Rendón hay un memorial de agravios. Todos los que han tenido que lidiar con este estratega han terminado gritando que contra ellos hay una conspiración, o peor aún, una guerra…sucia. El último en proclamarlo fue Nicolás Maduro Moros, heredero de la zaga caudillesca y autoritaria de Hugo Chávez, a quien llama “su padre”.

 

(http://bit.ly/XKkRJz) Toda esta conmoción, provocada por lo que a todas luces es una inmensa confusión, es el producto de una forma de plantear la estrategia de manera audaz, empeñada en jugar adelantado, no dejarse sorprender, atacar los planes del adversario, perturbar sus alianzas, minar su credibilidad y mantener la iniciativa sobre la base de la sorpresa. Todo esto, sin tener que inventar nada, usando la cantera, infinita en el caso venezolano, de la realidad.

 

El cuarteto de la iniquidad chavista, Nicolás Maduro (http://bit.ly/Zznlc4), Diosdado Cabello (http://bit.ly/13nxHfb), Jorge Rodriguez (http://bit.ly/XMSU1L), y Mario Silva (http://bit.ly/15u5HuB), cada uno desde su propia trinchera, y a veces en comandita, han invertido años en insultos y advertencias contra un estratega político que, cuando finalmente entró en combate, logró transformar la inmensa ventaja del régimen en una colosal derrota política.

 

A una semana de haberse realizado las elecciones del 14 de abril todavía el régimen no encuentra compostura institucional, ni cómo resolver sus propias contradicciones, y tampoco como evitar resolver la crisis sin exhibir esa violenta arrogancia de los que se sienten respaldados por esa fusión de poderes públicos que logró compactar Hugo Chávez.

 

El mismo ceremonial de juramentación espuria esconde un conjunto de complejos e inseguridades. Todo parece indicar que detrás de tantos nervios se esconde el terrible secreto de la trampa, el ventajismo, la malversación de recursos y la corrupción de la moral institucional. Se agarraron el país y se han encontrado de frente con un inmenso obstáculo: una estrategia especialmente hilada alrededor de un personaje que ha venido creciendo: Henrique Capriles.

 

La supuesta victoria del designado de Chávez lucía irreversible. Hace menos de un mes parecía imbatible mientras se disponían los funerales de Estado del “líder de la revolución” y él designado a sucederle se presentaba a la vez como el más fiel de sus hijos y la viuda política más desconsolada. Pero allí, dejado a su libre albedrío comenzó una tragedia de equivocaciones que aun no concluye.

 

Nadie sabe qué pasó en los últimos días del fallecido presidente. Nadie sabe por qué lo trajeron al país en medio de la más absoluta oscuridad. Tampoco la gente encontró respuestas a la negación de una agonía digna, rodeado por amigos, familiares y paisajes evocadores. Simplemente se le mantuvo confinado, alejado de todos, sometido al silencio, condenado a la fría muerte burocrática que solo esperaba el momento oportuno para anunciarla. Todo eso ocurrió y Nicolás Maduro no tuvo un solo gesto con el pueblo para calmar su ansiedad.

 

El funeral fue un desastre de protocolos, lleno de mentiras e improvisaciones. Solo al salir del Hospital Militar comenzaron las dudas. ¿Es o no el féretro que contiene el cadáver? Pregunta que obviamente quedó sin respuesta. Al llegar a la Academia Militar, abandonando cualquier apego al ceremonial, comenzaron a tratar al cadáver como parte de un circo cuyo protagonista no era el difunto sino el afán de empoderar al sucesor y hacerlo ver de la talla del resto de presidentes latinoamericanos que, sin embargo, se interrogaban por qué no había ningún otro líder representativo de la oposición, y por qué todos los rituales religiosos o culturales apestaban a sectarismo y exclusión. Oraciones y canciones por igual tenían su cuota de insultos, reclamos y amenazas a una porción inmensa de la población venezolana que simplemente se abstuvo mientras la catarsis se agotaba con el pasar de los días.

 

Otro error grueso fue extender el duelo por más de ocho días, mientras el cadáver sufría los rigores de la descomposición y el gobierno ofrecía un embalsamamiento que repugnó a todo el mundo. Pero allí también la improvisación se impuso y cuando llegaron los técnicos dijeron que nada se podía hacer al respecto. ¿Dónde enterrarlo? Fue la pregunta que de repente se hicieron. ¿Honores de Panteón Nacional? Pero pronto Diosdado Cabello se dio cuenta que eso significaba una violación más de la Constitución Nacional. Salió Maduro y propuso el “Cuartel de la Montaña”, eufemismo con el que aludía al Museo Histórico Militar donde Chávez alguna vez se rindió y pronunció ese “por ahora” que forma parte de todas estas desgracias.

 

Olvidó Maduro que eso no era lo que quería Chávez (http://bit.ly/16xKfnb). Dos o tres días de velorio, funerales de Estado y sepultura en Sabaneta, cerca de su abuela. El pueblo chavista tomó debida nota, como antes apuntó debidamente todas y cada una de las decisiones de su interinato: dos devaluaciones, crisis de escasez, inflación rampante, y la inseguridad más impune que nunca.

 

El pueblo chavista se dio cuenta de la comodidad con la que el encargado del gobierno endosaba todas esas malas medidas al Presidente Chávez, quien de acuerdo a sus carceleros hospitalarios fue el que decidió todas esas medidas económicas e ignoró olímpicamente el resto de los problemas del país (http://bit.ly/11vmwhV) .

 

Hay que aclarar que toda esta secuencia de malas decisiones y sus resultados fueron de la autoría del gobierno, y para nada obra de ninguna conspiración de guerra sucia, a pesar de que esa fue su justificación (http://bit.ly/15rdV6D). Ellos solos, al margen de cualquier debate, tomaron esas medidas. No pueden culpar a nadie de que hayan sido contraproducentes en sus efectos.

 

Comenzó la campaña. Henrique Capriles manejo muy bien cada uno de los momentos. Recogió el testigo y volvió a congregar el apoyo que había acopiado en las elecciones de octubre. Pero ahora lucía con un discurso más integral, más sistemático y enfocado, y también con una agenda más equilibrada, y una presencia mejor compensada con otros líderes políticos. Su enfoque fue frontal, denunciando los problemas del país y recogiendo las expectativas de la gente. Allí se vio la mano experta del estratega.

 

Mientras Henrique Capriles lucía centrado y enfocado, Maduro se expuso en un mar de contradicciones éticas, estéticas y discursivas (http://bit.ly/116QvyR). Fue muy fácil que el pueblo, suspicaz, comenzara a reclamarle sus mentiras. También fue muy fácil que el pueblo cayera en cuenta que el discurso fuera tan contradictorio con el comportamiento de claque privilegiada que exhibían los líderes más conspicuos del proceso. Por eso comenzaron a llamarlos “los enchufados”. ¿Es esto guerra sucia?

 

El momento culminante fue la presencia de J.J. Rendón en el programa de Jaime Bayly. Dos veces visitó el programa, la primera vez en enero de 2013 (http://bit.ly/179XU39). Pero en la segunda oportunidad (http://bit.ly/116YP1y) el estratega presentó algunos números y anticipó una victoria en la que nadie creía. Hay que resaltar el hecho de que las encuestas y los encuestadores venezolanos hace mucho tiempo perdieron la sindéresis. Pues bien, en contra de todas esas predicciones él presentó una secuencia en la que resultaba ganador Henrique Capriles. ¿Por cuánto? Dependía –dijo- de cómo iba a transcurrir día de las elecciones, y de los efectos corrosivos del ventajismo. No se equivocó…

 

El corolario todavía se está escribiendo. Henrique Capriles tiene muchas razones para pedir el recuento, que al final de una semana intensa y tensa fue aceptado por el CNE (http://bit.ly/11QUtft). Capriles, por primera vez en los últimos 14 años, no aceptó unos resultados que extrañamente “se voltearon” y se violentaron a lo largo de todo el día, y ahora mantiene la expectativa sobre una revisión que promete ser el destape de un cofre de pandora (http://bit.ly/105JkU2). Mientras actúa el reclamo ciudadano, el gobierno sigue denunciando una extravagante “guerra sucia”, y paradójicamente operando como un régimen represor donde no se han ahorrado ninguno de los ingredientes más primitivos, ni la violencia, ni el engaño, ni el crimen de Estado, ni la persecución o la injuria.

 

Ante esto solo se le ha encarado el coraje ciudadano y una conducción política disciplinada que intenta contrastar mediante sus llamados a la protesta pacífica. El estratega sonríe, porque en solo cinco días el régimen se ha desnudado y dejado de lado cualquier ropaje democrático. Se muestran como lo que siempre fueron, una camarilla de secuaces, subordinados ideológica y militarmente al castro-comunismo. Y eso no deja de ser una inmensa ganancia el que todo el mundo vea que ellos eso son realmente. El estratega, mientras tanto, proclama en las redes sociales que tengamos disciplina y confianza, porque hay que vivir “un día a la vez”.

 

 

Fuente: Víctor Maldonado

Por Víctor Maldonado

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