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Crecer con equidad

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Crecer con equidad

Con motivo de preparar mis palabras para instalar el foro «La economía venezolana hoy” promovido por el Instituto de Estudios Parlamentarios Fermìn Toro, me puse a repasar viejas lecturas. En eso, tropecé con Crecimiento Econòmico y Desarrollo Humano en Venezuela, de los profesores Efraìn Velàsquez y Alejandro Gutièrrez, publicado en 2006 por el Consejo de Economìa Nacional que preside el primero de los mencionados.

 

Lo que dice el conciso ensayo es que hay una correlación entre inversión y crecimiento económico. Inversión privada, sobre todo. Nacional y extranjera. E inversión pública orientada con sentido de progreso y bien manejada. Tambièn hay una relación directamente proporcional entre crecimiento económico y desarrollo humano. En los países que màs crecen hay mejores oportunidades de que la gente sea màs educada, màs sana, màs longeva y con mejor nivel de ingreso. Es decir, con grados mayores de desarrollo humano. Y, a su vez, los países donde hay mayor desarrollo humano tiene màs posibilidades de crecer económicamente. Claro que hay que considerar también, y de un modo que no puede ser marginal, la cuestión de la equidad, de la lucha contra las desigualdades. El crecimiento no trae por sì solo mayor igualdad, pero no puede haber màs equidad sin crecimiento.

 

En la Venezuela de hoy la economía no crece. No estamos produciendo lo suficiente y para importar, que es la vìa escogida por el gobierno para abastecernos de lo que no producimos por culpa de sus políticas anti productivas, hacen falta divisas que actualmente escasean. Con precios controlados, cambios controlados, intereses bancarios controlados, los precios suben y los bienes y servicios escasean. Con buena parte del comercio exterior estatizado, porque el gobierno es el primer exportador y el primer importador, con buena parte de la banca estatizada, con una alta proporción de la distribución de alimentos y de la intermediación bancaria en manos del gobierno. Los productos escasean y los precios suben. Todo el cemento lo produce el gobierno y también todas las cabillas, porque ambas industrias fueron estatizadas. Y se produce menos, y no se consiguen y, cuando se consiguen, es carísimo.

 

La inversión extranjera casi ha desaparecido. La inversión privada nacional està reducida al mínimo indispensable. ¿Còmo podemos crecer asì? Y ¿por què disminuyen las inversiones privadas nacionales y extranjeras? Todos los días y a toda hora, el gobierno intenta convencernos de que se trata de un designio perverso, un plan diabólico made in usa y aplicado de manera implacable por la burguesìa apátrida y traidora y la oposición fascista, que viene a ser màs o menos la misma cosa. Una «guerra económica”. Porque ante ese cuadro que èl mismo ha creado, ese descomunal mural del disparate, el gobierno huye de la rectificación acusando, cree que puede sustituir las decisiones con espectáculo: habilitante, allanamientos, «lucha contra la corrupción”, golpes de estado, magnicidios. Lo que hace falta es gobierno, política, comprensión de la economía, política económica, y lo que se nos ofrece es farándula. Y nada què ver.

 

El gobierno es el que ha declarado una guerra a la economía, a la política y, a fin de cuentas, al sentido común.

 

El sentido común que dice que no puedes gobernar contra medio país, para beneficio de una fracción minúscula de èl. Que todos nos necesitamos. Que hay que dialogar, sin trucos, con el país entero. Que para crecer hay que producir y para producir hay que trabajar. Y esa guerra contra el sentido común siempre se pierde. A veces se puede comprar tiempo, hasta que la plata se acabe o pierda valor, pero tarde o temprano se pierde. Darse cuenta de eso a tiempo, ayuda a pactar un armisticio.

 

Ramòn Guillermo Aveledo

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