Cortina de hierro, muro de bahareque

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Cortina de hierro, muro de bahareque

Mi generación vio en las radiofotos y película en blanco y negro vía televisor levantarse el Muro de Berlín, y casi tres décadas luego su caída, acontecimiento feliz que seguimos en vivo y a todo color. Ese cambio concreto, esa demolición sin deconstrucción, simbolizó un fracaso con proporciones de catástrofe humanitaria, el último movimiento de una sinfonía, que en su concepción fue, como la de Berlioz, fantástica, en su desarrollo heroica como la 3ª de Beethoven y militar como la Nº 100 de Haydn, para terminar como la 6ª de Tchaikovsky, patética.

 

 

Perestroika y Glasnost, disolución de la URSS, del CAME y el Pacto de Varsovia, quiebra del «socialismo realmente existente”, desenlaces vertiginosos de largos procesos no necesariamente evidentes. Un viento de optimismo recorrió la humanidad ante aquella liberación de lo proclamado como irreversible. Paz y libertad. Se extenderían naturalmente la democracia y la economía de mercado. Otras tres décadas después entendemos que no era tan sencillo.

 
En América Latina, la democracia ha costado mucho y a la democracia le ha costado mucho. La historia nos lo dice. Democracias imperfectas, claro, pero también por definición perfectibles y dictaduras de distinto pelaje y con diverso pretexto, revolucionarias y reaccionarias o una y otra cosa sucesivamente, autoritarias y totalitarias, personalistas, militaristas, partidistas. Algún régimen fue calificado por Vargas Llosa como «la dictadura perfecta” y una película con tal título se produjo, hasta que llegamos a éstas que Osvaldo Hurtado ha denominado «dictaduras del siglo XXI”.

 

 

Esa historia, así como las vicisitudes actuales de nuestro pleito interminable entre Maquiavelo y Montesquieu, motivaron a la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe y a la Universidad de Atenas a celebrar en 2009 esta Mesa Redonda Democracia y Autoritarismo en América Latina y el Mediterráneo, así como al Observatorio Hanna Arendt y la Universidad Simón Bolívar la publicación de un interesante libro presentado este jueves en Caracas, con ensayos de los amigos y profesores venezolanos Tomás Páez, Alejandro Arratia, Trino Márquez, Gustavo Portillo, Carlos Raúl Hernández y Alejandro Oropeza, y la siempre provocadora escritura del intelectual cubano y también amigo Carlos Alberto Montaner.

 

 

Por cierto Grecia, sede del seminario y reconocida como la cuna de la idea democrática, sufre en estos días las penosas consecuencias de dos desviaciones ya descritas por Aristóteles: la oligarquía y la demagogia. En Venezuela asistimos, con creciente padecimiento colectivo, a la fase decadente de nuestro mesianismo prometedor, cuyos modos populistas desorientaron por un tiempo a algunos acerca de su propósito de usar la democracia para sustituirla por un modelo paradójico que por un lado fortalece al Estado y debilita a la sociedad y a toda expresión suya independiente del poder, y por el otro debilita al Estado, al sacrificar su institucionalidad en el altar del poder personal.

 

 

Fallecido el líder supremo y eterno, su sucesor ocupa su lugar constitucional pero no puede desempeñar su papel político, y no tiene el proceso modo de rellenar el inmenso agujero, motivo por el cual lo que ya era disfuncional se ha tornado manifiestamente infuncional.

 

Ramón Guillermo Aveledo

 

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