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La semana pasada fue de esas grandes satisfacciones que hacen bien en este entorno tan complicado. En los Altos Mirandinos acompañé a nuestra candidata Delsa Solórzano, quien como coordinadora de la comisión de Derechos Humanos de la Mesa de la Unidad, fue una colaboradora cerca y eficaz de la gestión que me correspondió encabezar. Será muy buena diputada. El miércoles en la noche Sarare, fui recibido a cielo abierto por gente entusiasta y esperanzada. Y el jueves en Acarigua, un taller para candidatos sobre los retos de la nueva Asamblea Nacional desbordó el Colegio de Abogados y se convirtió en foro a puertas abiertas.

 

 

En Caracas, con motivo de su 50º Aniversario, el IESA escogió a cincuenta de sus egresados para un reconocimiento. Empresarios y gerentes, profesores y servidores públicos. Soy uno de ellos. Lo agradezco. Y el domingo, el Observatorio Hannah Arendt otorgó su Premio por la Paz y la Tolerancia correspondiente al bienio 2015-2017. Mi admirada Liliana Ortega de Cofavic fue la galardonada, la vez pasada lo fue Luis Ugalde S.J. y una Mención de Honor fue otorgada a este servidor de ustedes. Lo recibí agradecido como un tributo a los verdaderos premiados, por cuyo interés trabajo, los millones de venezolanos que han transformado sufrimiento y angustia en paciencia para votar, convencidos de que los cambios verdaderos son pacíficos y democráticos. Al alcalde de El Hatillo David Smolansky, dieron el Heinz Sonntag de la Juventud.

 

 
Decía Hanna Arendt que «El perdón es la clave de la acción y de la libertad”. Es lo que el Papa Francisco, por cierto en mensaje dirigido específicamente a nosotros los venezolanos, «El heroísmo del perdón”. Porque tolerancia no es relativismo moral, ni neutralidad ideológica, tampoco fría equidistancia. Tolerancia es reconocimiento de la primacía de la dignidad humana, respeto a uno mismo en el respeto al otro. Y compromiso con la convivencia con quienes siendo iguales, son distintos; y con quienes siendo distintos, son iguales.

 

 

De eso se trata la convivencia en paz y en libertad. La sociedad es plural. Diversa en intereses y opiniones. Las personas tenemos, tal es nuestra condición y por tanto nuestro derecho, múltiples creencias, pareceres, papeles, ideas del presente y del futuro. Convivir no es dejar de ser lo que somos, sino respetar el derecho de cada uno a ser como es y resolver los naturales conflictos que entre nosotros surgirán, con la conciencia de que mañana seguiremos juntos.

 

 

No es guerra el debate social. Tampoco es el conflicto anomalía o mal necesario. Es natural consecuencia de nuestra falible, imperfecta condición humana. La democracia, entre sus muchas ventajas, tiene la de proveer cauces institucionales para dirimir sensata, civilizadamente, las diferencias. La Asamblea Nacional, el órgano del Poder Público que elegiremos el 6 de diciembre tiene el papel constitucional de ser foro para que esa pluralidad se exprese. No lo viene cumpliendo, y eso se nota en el malestar cívico que nos afecta. Podemos votar para cambiar. Votemos para convivir

 

 

Ramón Guillermo Aveledo

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