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Controles que no controlan

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Controles que no controlan

Para los ciudadanos que sufrimos cotidianamente los efectos de una voraz inflación que se traga “en un solo viaje” los devaluados bolívares, si algo tenemos claro es que los controles impuestos por este régimen no controlan ni el costo de la vida ni la desvalorización de nuestra moneda.
Para los ciudadanos que sufrimos cotidianamente los efectos de una voraz inflación que se traga “en un solo viaje” los devaluados bolívares, si algo tenemos claro es que los controles impuestos por este régimen no controlan ni el costo de la vida ni la desvalorización de nuestra moneda.

 

Más que una mentira, resulta una gran estafa puesta en escena para hacerles ver a los consumidores y trabajadores que las altas esferas gubernamentales se esmeran en proteger a las familias, aturdidas por esa metralleta incesante de problemas que se van acrecentando como “río crecido”.

 

La estafa de aparentar que se lucha contra “una guerra económica”, con la que se empeñan en esconder el fracaso de esquemas inviables, como esos controles que agravan el deterioro del poder adquisitivo, de los cada día empobrecidos trabajadores, a los que han simulado empoderar, pagándoles con bolívares “fuertes”, que terminan siendo hormiguitas indefensas ante la terrorífica inflación que los pulveriza.

 

Somos la “comiquita” en América Latina. Cuando se comparan las cifras correspondientes a cada país de nuestro entorno, terminamos en la cola, muy alejados de los demás, que no pasan -en el peor de los casos- de 5% de inflación, cuando en Venezuela vamos rumbo a 70%.

 

Establecieron el control cambiario para “proteger nuestro signo monetario”, pero resulta que más devaluado no puede estar nuestro raquítico bolívar. La fuga de capitales no ha parado, el chorro de petrodólares se ha disparado hacia los paraísos fiscales dejando extenuadas nuestras abatidas reservas internacionales.

 

Alzando banderas nacionalistas proclamaron y juraron la defensa de nuestra soberanía alimentaria, pero lo que tenemos es una “agricultura de puertos” con un solo sentido, o sea, todo de fuera para acá. En otras palabras, estamos financiando el desarrollo agropecuario de otros países, mientras que aquí condenamos a la quiebra a los empresarios y campesinos venezolanos.

 

Regalamos petróleo, pero no hay cómo proteger a los estudiantes venezolanos en el exterior; obsequiamos cinco millones de dólares para combatir el ébola, pero no hay cómo equipar los hospitales de nuestro país. Clamamos por la protección del ambiente en la ONU, pero aquí eliminamos el Ministerio del Ambiente. Celebran el ingreso de Venezuela al Consejo de Seguridad de la ONU, cuando aquí han sido incapaces de combatir la inseguridad. ¿Cómo es esto?

 

Antonio Ledezma

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