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Con la cara de cartón

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Con la cara de cartón

Las escritoras y los escritores que, sin haberlo leído ni conocerlo de referencia, siguen las enseñanzas de George Lukacs, el presunto filósofo y bien pagado funcionario de Stalin, se apresuraron a publicar un remitido en todos los medios gubernamentales, sin haber sacado un medio de sus bolsillos, pero a cuenta del erario público, en el que enfatizan su respaldo “patria o muerte” a la camarilla que maneja la hacienda pública como su propio peculio y las instituciones del Estado para su particular beneficio. Son los intelectuales e intelectualas de Nicolás

 

 

Entre los primeros nombres aparece el autor del cuento “Rubén” y también un poeta que, por lo que allí se dice, no estaba en sus cabales de más rigor, ah, rigor, cuando autorizó calzar su nombre al pie de semejante adefesio. Obviamente que el autor de cerca de 60 libros y de sopotocientas mil frases alabando los gallineros verticales y sus variantes, gallinazas incluidas, Luis Britto García, desconocía que su texto contra la matanza de jóvenes, especialmente de su liceísta llamado Rubén, se hizo realidad más de 126 veces en 2014 y otra vez más, ciertamente conmovedora, el martes 24 de febrero de 2015, poco antes del mediodía en el cuerpo ensangrentado y descerebrado de Kluivert Roa, el liceísta que le suplicó en vano al PNB Javier Mora Ortiz, de 23 años de edad, que no lo matara.

 

 

Kluivert tenía por nombre el apellido de un jugador de la Naranja Mecánica, la selección holandesa de fútbol, que fue famoso en la década de los noventa y siguiente. Como el neerlandés, quería ser deportista, pero su especialidad sería el básquet, quería sacarle provecho a su privilegiada estatura: 183 centímetros.

 

 

Había salido del liceo y no estaba encapuchado, como lo hacía Elías Jaua todos los jueves. Iba a almorzar a su casa; por su destreza en la cancha pudo zafarse cuando el policía que iba de parrillero en la moto policial trató de “capturarlo”.

 

 

Lo demás es historia conocida, que Maduro dijo que Mora Ortiz había matado en defensa propia y que el liceísta pertenecía a una secta de la ultraderecha, los Boys Scouts; que Diosdado Cabello tildó la muerte de sospechosa, etc.

 

 

Yo no voy a cuestionar el derecho que tienen escritoras y escritores de respaldar los genocidios que en el nombre del socialismo y del nacionalsocialismo, primos interpares, se cometen desde 1917, por dar una fecha; pero, coño, escriban sus propias vainas, no dejen que se las redacten los cubanos. Solo un cubano que nunca leyó a Cabrera Infante ni a Lezama Lima puede construir frases como esta: “Las históricas luchas de los pueblos del mundo por hacer de la tierra lugar para la felicidad y la justicia social son presentadas como categorías deleznables”. Luis, baja la poceta y regala tu pluma. Remato punto de venta.

 

 

Ramón Hernández

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