Colectivos
octubre 10, 2014 6:16 am

¿Cómo evitar la estigmatización que se ha generado al escuchar la palabra colectivos?

 

Nada claros están los sucesos del pasado martes en la esquina de La Glorieta en pleno centro de la ciudad de Caracas. Relevante y alarmante que existan (ya es imposible para el Gobierno negarlo) grupos organizados y armados que amenazan y hasta se enfrenten con organismos de seguridad del Estado a plena luz del día sin ningún reparo. Que hayan circulado exhibiendo a los ciudadanos comunes sus muy sofisticados armamentos y que no se dé cuenta al país de qué es lo que realmente está sucediendo es extremadamente grave.

 

La existencia de los denominados «colectivos» es de vieja data. No es un invento de la revolución. Ya a principios del siglo pasado el pedagogo soviético Antón Semionovich Makarenko planteaba su existencia dentro del modelo colectivista de la Unión Soviética en los siguientes términos: «la colectividad es un complejo de individuos que tienen un fin determinado, están organizados y poseen organismos colectivos».

 

Un colectivo es un conglomerado de personas agrupadas con un fin común, normalmente un fin social -bien sea para sus miembros o para la comunidad en la cual están implantados- con un trato especial de «camaradería» entre sus miembros, pero con reglas claras de conducta interna y con una clara subordinación y obediencia.

 

No fueron concebidos nunca para delegar en ellos las funciones de defensa armada de la soberanía de la patria, ni del mantenimiento de los gobernantes en el poder, ni tampoco del control del delito. Esas funciones jamás deben ser suplantadas y corresponden a la Fuerza Armada o a los órganos de seguridad del Estado según sea el caso.

 

En algunas zonas de nuestra ciudad capital es bien sabido que desde hace décadas existe este tipo de organización social que ejercen un verdadero poder paraestatal y sobre los cuales muchos con responsabilidades de Estado antes y ahora se hicieron la de la vista gorda.

 

Con la llegada de Chávez al poder estos grupos se fortalecieron. Algunos como el movimiento Tupamaros optó por su legalización como organización política, para hacer vida activa en la política nacional. Pero también surgieron otros, a la sombra protectora del gobierno nacional, para cumplir funciones muy distintas a las sociales. Los temores que surgieron desde el poder cuando vieron amenazada su estabilidad o permanencia en el mismo, los llevó a fortalecerlos para cuidar al Gobierno.

 

Así, grupos desorganizados comenzaron a tomar forma, a obtener recursos y armas suministradas seguramente por el propio Estado, para tenerlos como fuerzas de choque para la defensa del Gobierno en caso de que la Fuerza Armada fallara (o peor aún traicionara) al Gobierno en su sostenimiento en el poder. En procesos electorales, varios centros claves han visto las acciones de amedrentamiento de algunos de estos grupos armados contra electores o testigos partidistas.

 

No es cierto que todos los colectivos estén armados o que se dediquen a acciones ilegales. Hay muchos que están organizados para cumplir funciones sociales en sus comunidades y no han desnaturalizado su verdadera razón de ser. Pero a la mayoría de los que se les permitió armarse, con la excusa de ser fuerzas de choque para la defensa de la revolución, con el tiempo tomaron vida propia y el Gobierno terminó perdiendo el control sobre ellos. Como un alto funcionario policial expresó el propio martes: «fueron útiles a la revolución pero se nos fueron de las manos».

 

Al proliferar estos grupos y habérseles «ido de las manos», muchos para financiarse, comenzaron a dedicarse a actividades ilegales. La ecuación era muy sencilla: estamos organizados, tenemos disciplina interna, estamos armados, el Estado no nos controla, requerimos recursos para nuestras actividades. La conclusión es muy fácil de sacar.

 

¿Ahora qué hará el Gobierno para desarmar a aquellos que permitió que se armaran de manera ilegal y que no controla? Esa es la gran pregunta que debe responder el Gobierno. ¿Será que veremos más enfrentamientos y muertes como las sucedidas el pasado martes porque el Estado perdió el control sobre lo que ayudó exprofeso a crear?

 

¿Cómo evitar la estigmatización que se ha generado en gran parte de la población venezolana al escuchar la palabra colectivos? La mayoría de los venezolanos piensa que los mismos constituyen hoy una forma de organización social que se maneja por sus propias reglas y códigos. No hay quien no sienta que existe una desviación en muchos de ellos de sus objetivos sociales y tienen conductas al margen de la legalidad. ¿Cómo hará el Gobierno para no verse desplazado en el ejercicio de la autoridad del Estado y el uso legítimo de la fuerza contra el uso ilegítimo -pero lamentablemente autorizado- de la fuerza? ¿Quién le pone el cascabel al gato?

 

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 @GerardoBlyde