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Ciudad para vivir

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Ciudad para vivir

En Bilbao, constaté la transformación de una urbe industrial en decadencia a una ciudad limpia y ordenada, con espacios para la cultura y el deporte, cuya calidad de vida es evidente. De regreso, pasé por Madrid. La gestión municipal y la perspectiva olímpica le dieron un vuelco. Es una urbe moderna, con servicios de muy buena calidad, a pesar de la crisis económica.

 

Vengo de Ottawa, y de atender compromisos en las universidades de Columbia y Harvard, por lo cual debí tocar Nueva York y Boston. De la capital canadiense me impresionó su civilidad, cuidado público y vida comunitaria. Estados Unidos tiene graves problemas fiscales, pero Nueva York es una ciudad segura cuya administración ha mejorado sustancialmente. Boston transcurre gratamente; sectores urbanos renovados, limpieza, servicios adecuados.

 

Es verdad que me refiero a ciudades del mundo industrializado. Pero estos años no han sido fáciles por allá. No es consuelo. ¿Cómo explicarnos el progreso impresionante de ciudades de América Latina? La transformación de Lima, hoy atractiva, destino de moda para turistas de todo el mundo. El cambio radical de Bogotá, aunque la vecina y querida Colombia sufra por la violencia y otros dolores, nadie puede negar cuánto ha mejorado su enorme capital. Y el progreso también se nota en Medellín o en Calí y en las ciudades de la costa, como la hermosa Cartagena. Una campaña publicitaria para estimular el turismo hacia tierra colombiana dice: “El único riesgo es que te quieras quedar”.

 

Santiago de Chile es una ciudad pujante que impacta por su vitalidad, su arquitectura, su vialidad. En Montevideo, a la que siempre encontré entrañable, pude constatar el año pasado que hoy se vive allí mucho mejor. En contraste, ¿qué le pasa a nuestras ciudades? Sin ir muy lejos, ¿qué le pasa a Caracas? Atraso, decadencia, retroceso.

 

El secreto parece ser gobiernos municipales buenos y honestos, con ideas claras, en países que prosperan. Buen gobierno nacional y local y economías que funcionan, bien porque crezcan o porque hayan generado niveles suficientes de bienestar. La ciudad para vivir no es un sueño imposible. El 8 de diciembre podemos dejar clara la ciudad que queremos, y lo que no queremos.

 

 

Por Ramón Guillermo Aveledo

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