Chávez perdurará apenas como un culto local
marzo 17, 2013 9:50 am

No hay nada cierto en cuestión de cultos y algunos que se forjaron con la intención de que se extendieran por siglos, y hasta milenios, no traspasaron el duelo de sus seguidores y colaboradores más cercanos.

 

Las referencias históricas serían larguísimas, y por eso nos limitaremos a citar dos que impactaron el siglo XX, como fueron el de Stalin en la Rusia Soviética, y el de Mao en la China comunista, modelados para perdurar por los siglos de los siglos y apenas hoy un recuerdo incómodo en las mentes de historiadores y curiosos que se atreven a visitarlos.

 

Perennidad que me parece se esfuma porque el culto, que es génesis del mito, no puede destrabarse de los hitos que marcaron a sus gestores con hazañas que, siempre tienden a examinarse a la luz de su contribución a que la humanidad se eleve a más y más libertad, equidad, democracia, igualdad y justicia, concebidas como fuerzas contrarias al poder personal absoluto y abusivo, y no como palancas que lo avalen y consoliden.

 

Estoy convencido que esta conexión entre Chávez y sus precursores totalitarios, será el final del culto chavista, ya que, su adscripción a la fórmula marxista de “intercambiar libertad por igualdad” como anzuelo para establecer una poderosa plataforma de poder que al final se engulle a la libertad y a la igualdad, nos lo revela como un epígono menor de Josep Stalin, Mao Tse Tung y Fidel Castro, buenos para continuar provocando terrores entre los millones de seres humanos que quedaron transidos por la desilusión y el dolor, y malos para ser evocados con sonrisas para agradecerles algún bien regado a su paso por la política y la historia.

 

A este respecto, no hay dudas de que viene un tiempo para evaluar con objetividad e imparcialidad en cuando bienestar real se tradujeron las llamadas políticas sociales chavistas, y si no fueron un recurso más para encontrar apoyos que le permitieran establecer un gobierno fuerte, de dictadura vitalicia, que Chávez no dudó en conferirle una durabilidad de cerca de 50 años.

Logros, que de ser engañosos, no se excusarían, porque tiempo tuvo, petrodólares le sobraron y recursos y equipos humanos pudo encontrarlos dentro o fuera del continente que no se hubieran negado a darle una mano al comandante-presidente.

 

Y que no podrían sino llevarnos a la conclusión de que. en el caso de Chávez. nos encontraríamos ante un hábil demagogo, un incomparable histrión que hizo un uso sin medida ni límites de los medios audiovisuales electrónicos y convencionales para lograr por medio de •gestos y palabras lo que por la vía de la heroicidad y la épica le estuvo vedado.

 

En este orden, no sería exagerado afirmar que Chávez fue el primer caudillo de los tiempos de las altas tecnologías aplicadas a la comunicación (TIC), de la era digital y las redes sociales que le permitieron un acceso a públicos e interlocutores que jamás soñaron Stalin, Hitler, Mao, Mussolini, el Ché y Fidel.

 

Conocido, alabado, detestado, mencionado, odiado, o recordado en todos los rincones del mundo donde se ofrecieran los servicios de televisión por cable, celulares, face-book, tuiter, o WhatsApp.

 

O donde todavía quedaran salas de cine, o librerías, o tertulias, o cafés con tiempo y condumio para hablar o discutir de política con savoir o fair play.

 

Un personaje universal, en fin, pero no de una manera distinta a como lo eran las grandes estrellas del rock, la salsa, el cine, el béisbol, el fútbol, el tennis, la Fórmula 1, la fashion, la haute cuisine, o cualquier otra onda del entretenimiento.

 

Un rico y famoso -¡imagínense!- pero que, además, era revolucionario, redentor de los pobres y aun de la humanidad.

 

 

De ahí que, a diferencia de algunos analistas (Naím, Sanares, Petkoff, Peregil, Castañeda) que salieron en los últimos días a justificar el paso de Chávez por la política diciendo que “había empoderado a los pobres de Venezuela y América latina”, yo creo que fueron “los pobres quienes lo empoderaron a él”, pero en la medida que las altas tecnologías le permitieron convencerlos de algo que nunca se propuso: sacarlos realmente de la miseria, la desigualdad, y las injusticias sociales.

 

Las tecnologías de la comunicación como herramientas para embaucar a los pobres y utilizarlos y convertirlos en aliados de los dictadores, ya era un artificio que habían aprovechado Hitler, Mussolini, y Fidel Castro, pero digamos que es Chávez quien las tropieza con unas capacidades que las llevaron a extremos inimaginables que en segundos transfiguran a los charlatanes en profetas, y a los demonios en santos.

 

Audacia que no le quita el mérito de emerger como un “Obi-Wan-Kenobi” de los pobres y descamisados, pero que se hace agua cuando se procura invocarlo para la fabricación de un mito que no puede permanecer por que no dejó nada, algo físico que no sea otra cosa que el artificio y la utilería.

 

Lo veremos en los próximos meses, o quizá semanas, cuando su nombre resaltará más por la carencias en que continuarán los pobres de Venezuela después de ver el ingreso al país del BILLÓN Y MEDIO DE DÓLARES del último ciclo alcista de los precios de crudo (2004-2009), mientras Chávez, que estaba más preocupado de exportar una revolución donde él sustituyera a Fidel Castro, los dilapidó financiando las postrimerías del totalitarismo cubano y de cuanto seudo líder de izquierda latinoamericano quisiera acceder al poder sin disparar un tiro, sino cientos de millones de dólares a los electores de la D y E.

 

“Don Regalón” se autocalificó a sí mismo alguna vez y los 125 mil barriles de petróleo diarios que donaba sin ninguna contraprestación que pudiera tomarse como pago a Cuba (aparte de refinerías, suministro de medicinas y alimentos, urbanizaciones de cientos de casas, mejoras en el sistema eléctrico y dinero líquido), la compra de café y carne subsidiados, y donación de termoeléctricas a Nicaragua, la asistencia en equipos, refinación y suministro de gasolina y otros derivados de crudo a Ecuador, así como prácticamente todo lo que necesitaba a Bolivia, nos hablan de un redentor que estuvo más preocupado de comprarse un liderazgo continental a punta de petrodólares, que de aliviar la suerte de los millones de pobres de Venezuela que, eran, a fin de cuentas, los dueños de toda esta riqueza.

 

Pero hubo también malos y pésimos negocios con Brasil, Argentina, Bielorrusia, Rusia, Irán y China y todo para dar cumplimiento a otra dogma que no deja de cumplir todo marxista que se precie de tal: su furiosa y arrebata estatura antinorteamericana.

 

En ese contexto, puede sostenerse que Chávez ensayó a resucitar una suerte de miniguerra fría, pasando él, Chávez, a replicar el papel de Stalin, Mao y Fidel (una suerte de “tres en uno”) y la Venezuela petrolera, socialista y saudita a sustituir a la Unión Soviética.

 

 

Nombres de personajes y países que no pueden dejar de resonar estos días por los ojos y la mente de los venezolanos, cuando observan con asombro que sus herederos quieren despedirlo de este mundo con los ritos y ceremonias que rodean y rodearán los entierros de otros revolucionarios y caudillos, pero sin haber cumplido sus hazañas.

 

Fastos anacrónicos, medioevales, primitivos, rupestres y postmodernistas que colocan por fortuna a Venezuela, no ante su futuro, sino ante su pasado reciente.

 

 

Manuel Malaver