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Ceguera roja

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Ceguera roja

Las revoluciones traicionan al pueblo y los ideales que dicen servir cuando aplican la violencia cuando todos esperan justicia. Pasó con la revolución francesa, la soviética, la cubana y no ha sido distinto con la que llaman “bolivariana”. Ay, Simón, qué vaina te echaron.

 

Las degollinas, el paredón, la guillotina, los campos de concentración, las hambrunas, el garrote vil son formas de violencia estructurada contra la población civil. También la impunidad con que la delincuencia se ha apoderado de las calles, escalinatas y callejones. Funcionó en Moscú, Pekín y La Habana.

 

Fue un invento de Lenin que perfeccionó Stalin y sirvió para ocultar las hambrunas que trajeron el colectivismo y las estatizaciones, y que en el siglo XX funcionan para taparear la escasez, la corrupción y la ineptitud. La denegación de justicia entra en otro ámbito, no es menos cruel ni menos inhumano, pero están concatenados.

 

Iván Simonovis se dedicó todo la vida a ser un buen policía, un investigador criminal que trabajaba científicamente, con estadísticas, pruebas, evidencias y olfato.

 

No con coñazos y picanas. Siguió cursos de criminalística en el país con afamados expertos, pero también en Alemania, Francia, España, Italia y Estados Unidos. Fue escogido por William Braton para la aplicación de su plan de seguridad en Caracas no por ser una persona sin escrúpulos y proclive a la violencia, sino por su preparación, su formación en el área de investigación criminal y su experiencia en la organización y comando de grupos de élite.

 

Su hoja de funcionario en la PTJ no solo habla de la cantidad de casos resueltos, sino también de las muchas veces que arriesgó la vida para proteger a los inocentes y apresar a los delincuentes.

 

Los líderes de la revolución han pretendido presentarlo como una especie de Rambo ensangrentado y criminal. Su verdadero trabajo lo hacía detrás de una computadora y al frente de un equipo que se dedicaba a la prevención no a la represión. Por conveniencia política, la revolución lo escogió como chivo expiatorio y con mentiras lo ha sometido al desprecio público.

 

Si el gobierno hubiese preferido la aplicación de la justicia y la búsqueda de la verdad, Simonovis sería el profesional que por su experiencia y conocimiento estuviera al frente de la lucha contra la inseguridad y la delincuencia; no un general cinco estrellas, repetidor de consignas, que quizás sepa emplazar cañones y tanquetas, pero no cómo capturar a los criminales que asaltan, secuestran y matan en las autopistas y en las escalinatas de los barrios.

 

Ninguna de las ciudades más seguras del mundo, que son capitalistas y no socialestalinistas, tienen militares al mando de sus cuerpos policiales ni el personal de tropa se ocupa de la investigación criminal. Si hubiese justicia, Simonovis no estaría preso ni padecería los problemas de salud que le han causado sus carceleros del PSUV. Cerrado por robo.

 

 Ramón Hernández

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