Ciertamente, estamos en el despeñadero de la trampa totalitaria. Un tobogán de irracionalidades nos condujo hasta el abismo del socialismo, una nueva experiencia de fracasos que padecemos todos los venezolanos en carne propia. Sin embargo, no podemos quedarnos como llorosos personajes de una nación en profundas dificultades.
Hace pocos días participamos en una excelente mesa de trabajo con expertos nacionales e internacionales en la que se diagnosticó con precisión el país. Cedice fue la sede donde observamos al paciente institucional desde la mirada atenta de distintas ópticas. Ya sabemos que padecemos una crisis terrible generada por unas políticas primitivas que constriñen la libertad; las mismas son certificadas enemigas de la inversión privada y del desarrollo armónico que genera un mercado con reglas claras, en donde la actuación del Estado sea un coadyuvante para el éxito colectivo y no el enemigo jurado que coloca palos en las ruedas de la carreta social.
Para salir del atolladero nacional es necesario cambiar el modelo totalitario opresor por un Estado de Derecho en el que todas las personas sean iguales ante la ley (igualdad formal), sin privilegios ni distinciones, en acatamiento de un mismo marco mínimo de leyes que resguarden las libertades y el bienestar de las personas.
El filósofo y médico inglés John Locke hablaba de principios naturales en los que descansaban las sociedades modernas, ya desde 1682 propugnaba el encuentro entre la vida plena, la libertad de pensamientos, así como el derecho a la propiedad privada dentro de un marco de profunda interrelación entre los distintos sectores de la sociedad. Esas ideas se enfrentaban con los absolutismos que nacieron al fragor de conquistadores que arrasaban con pueblos que coronaban sus miserias detrás del trono de las ambiciones.
Para que Venezuela pueda despertar del letargo requiere de libertad económica para conseguir sus espacios entre las economías de más alto desarrollo. Necesita que el Estado hipertrofiado, cargado de responsabilidades que no le corresponden, deje de creerse productor de riqueza y ocupe su espacio como estamento orgánico de la sociedad; que sean esos factores lo que asuman la conducción del destino nacional, basándonos en los principios de la libertad e iniciativa privada para poder dinamizar un aparato productivo en la más espantosa ruina. Solo de esa forma podremos lograr la inversión que reactive los huesos entumecidos de una colectividad postrada. Es la libertad como generador de un mundo de oportunidades en donde cada quien juega un papel fundamental. Cedice viene adelantándose a los tiempos con una nueva visión de una sociedad moderna con equilibrios perdurables. Son esos procesos los que logran fructificar en medio de las dificultades.
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