Cartas de amor
febrero 15, 2016 6:25 am

I

Cariño:

 

 

Te odio tanto que soy capaz de enamorarme de ti y de hacerte enloquecer de amor, para que, algún día, formemos una familia. Sí. Nos casaremos. Nos acostumbraremos al extremo de fastidiarnos y, como todo el mundo, terminaremos odiándonos.

 

 

Cariño, recuerda que lo que hoy te gusta de mí, mañana será lo que detestes.

 

 

Si hoy, dices:

 

 

—¡Ay!, lo mejor de él es su sentido del humor. Siempre tiene un chiste para todo.

 

 

Mañana, dirás:

 

 

—Es que ese hombre no se toma nada en serio. ¡Estoy harta de sus chistes estúpidos a toda hora! Él no entiende que es mejor caer en gracia que hacerse el gracioso.

 

 

Si hoy, dices:

 

 

—A mí nunca me ha importado su físico sino lo que lleva por dentro. Él es puro corazón.

 

 

Mañana, dirás:

 

 

—Yo estaba ciega. ¡No sé qué le vi a ese hombre! Calvo, retaco, feo y barrigón. Debe tener ese corazón lleno de grasa. En cualquier momento le da un infarto.

 

 

Si hoy, dices:

 

 

—Lo mejor que tiene ese hombre es que le encanta la cocina. Prepara unos espaguetis riquísimos.

 

 

Mañana, dirás:

 

 

—¡Ay!, pero qué fastidio. Ese hombre todo el día cocinando. Yo creo que lo hace por la pichirrez de no llevarme a un restaurante. ¡Estoy harta de la bendita pasta que siempre prepara!

 

 

Cariño, en nombre del sentimiento tan grande que nos profesamos, pienso que es mejor odiarnos desde ahora para no vernos nunca más. Es la única manera de lograr añorar y preservar, para toda la vida, el inmenso amor que hoy sentimos.

 

 

Tomando el riesgo de que algún día te enamores y me odies, me despido, deseándote lo peor de lo mejor.

 

 

II

 

Amor:

 

Te lo di todo. Te di hasta lo que no tenía.

 

 

Mamá tenía razón. Mira que me lo dijo. Ella nos hizo la vida imposible para que nos dejáramos.

 

 

¡Qué vaina, amor! Ni tú ni yo la escuchamos. En venganza, entre los dos, aquella aciaga noche, a hurtadillas, mientras mamá veía su telenovela, le explotamos en la patica de la oreja una bolsa vacía de cotufas. La pobre vieja murió de un infarto.

 

 

Después, tu papá y tu mamá, también adversaron nuestro amor. Pero tampoco a ellos les hicimos caso.

 

 

No hay cosa que más llame la atención a los amantes antagónicos que un amor al que todos se oponen. Como Romeo y Julieta, quienes, por llevar la contraria, se empeñaron en un romance potencialmente desastroso.

 

 

Amor, ¿recuerdas que los muchachos nos decían que un día nos podíamos matar en una pelea? Lástima que nunca los escuchamos.

 

 

Hoy es nuestro velorio. Ojalá y nos entierren uno al lado del otro, porque ahora sí es verdad que no podemos vivir juntos.

 

 

Claudio Nazoa