Caos
diciembre 15, 2016 3:13 am

 

 

CAOS. Esas cuatro letras muy en grande están en la primera página del diario La Verdad, en Maracaibo. Caos es lo que se repite en los titulares de buena parte de la prensa nacional y regional. “Desesperación y caos en bancos trujillanos”, titula El Tiempo, en Valera. “Desespero, angustia y caos colectivo fue lo que vivieron ayer miles de clientes que acudieron en masa a las entidades bancarias a depositar y canjear sus billetes de 100 bolívares, luego de que Maduro ordenara dejarlos fuera de circulación”.

 

 

 

Caos, angustia y desesperación. Todo por una decisión todavía inexplicable del gobierno de Nicolás Maduro, definido hoy en Konzapata.com como el gobernante más irresponsable que haya pasado jamás por el Palacio de Miraflores. A ese caos en el que los venezolanos están sin saber qué hacer con un billete inútil de 100 bolívares en sus manos, cuando todavía no llegan monedas y nada se sabe del nuevo cono monetario, hay que agregar otro caos no menos grave, el político. El Universal: “TSJ designa rectores del Consejo Nacional Electoral. La Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) designó este martes a Socorro Hernández y Tania D’Amelio como rectoras principales del Consejo Nacional Electoral (CNE), para el período 2016-2022”. Y según el dictamen publicado entre comillas en El Universal: “La designación se efectúa como medida indispensable, atendiendo al mantenimiento de la supremacía constitucional, así como a la estabilidad y a la paz de la República, por haber expirado el período constitucional correspondiente”.

 

 

 

Esto no es más que una bofetada, una patada baja, terrible y asquerosa a la abrumadora mayoría que en este país se opone a Nicolás Maduro. No solo pasan por alto a la Asamblea Nacional sino que atornillan a las dos señoras que ya casi serán vitalicias en el Consejo Nacional Electoral. Consejo que, por cierto, no quiere hacer elecciones. Un absurdo más en un país que ha terminado siendo un contrasentido. Las nuevas-viejas rectoras se someterán, como suelen hacerlo, a la voluntad de Maduro y así tampoco habrá elecciones el año entrante.

 

 

Frente a esto, El Nacional titula según la decisión de ayer en la Asamblea Nacional: “Maduro es responsable de ruptura constitucional y devastación económica. El Parlamento acudirá al Ministerio Público para que se pronuncie sobre si procede el antejuicio de mérito contra el jefe del Estado. Decidió concluir con celeridad las consultas sobre la declaratoria del abandono del cargo”.

 

 

 

¿Qué significan estas dos decisiones de ayer? Pues, que el país se irá en dos líneas paralelas que jamás coincidirán y que cada día se separarán más dejándonos en un vacío abismal, absolutamente fracturados. El régimen, utilizando como ariete al Tribunal Supremo de Justicia, arremeterá contra lo que la oposición –el país todo representado en la Asamblea Nacional– decida. Y así hasta que el caos sea lo único que quede flotando como polvo fétido en el aire. El Nacional no dice cuál es la fuente, pero según las cifras que publica 87% de la población tiene una percepción negativa sobre la gestión de Nicolás Maduro, y 79% no cree que él sea el líder que se necesita para salir de la crisis.

 

 

 

Detengámonos entonces en cuál sería ese líder salvador. Muerto el diálogo, con todo lo que eso significa de escombros sobre los hombros de la dirigencia opositora, al padre Luis Ugalde se le ocurre plantear la opción de un Larrazábal. El Nacional le dedica a esto su editorial. Ponderan con mucho respeto y admiración las ideas políticas, las enseñanzas de Ugalde, y le preguntan: ¿Es esta la única solución? Para muchos significaría una suerte de gran acuerdo nacional donde tendrían los militares un papel protagónico para salir de –vuelvo a la cita de Konzapata– “el gobernante más irresponsable que haya pasado por Miraflores”.

 

 

 

Recordemos qué pasó en 1958. Larrazábal, en ese entonces contralmirante, venía del Círculo Militar y es quien termina manejando, a efectos de la opinión pública, el golpe contra el gobierno de Marcos Pérez Jiménez. Pero, en paralelo, ya había crecido un movimiento civil muy importante que, desde la clandestinidad en primer lugar, y luego desde sectores obreros, estudiantiles y profesionales, siempre con el apoyo estructural de los partidos políticos ilegalizados, logró conformar el gran bloque popular que expulsó al régimen. Después Larrazábal, en actitud inédita, terminó convocando a elecciones. La propuesta del padre Ugalde puede lucir extraña, inesperada y desesperada, pero no deja de tener cierto sentido, sobre todo si se apoya en experiencias no tan lejanas de nuestra historia contemporánea.

 

 

 

Solo una pequeña pregunta, padre: ¿quién es ese Larrazábal en el día hoy? En un gabinete lleno de militares, en unas Fuerzas Armadas que han mantenido una actitud tan cómplice y acomodaticia en nuestra tragedia actual, ¿está de verdad ese alguien parecido a Larrazábal? Y si no es la opción de Ugalde, muerto el diálogo y con la salida electoral asfixiada, ¿cómo, en definitiva, salimos de este caos que no hará sino empeorar con los días y las horas?

 

 

César Miguel Rondón