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Cambiar la vida, cambiar la constitución

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Cambiar la vida, cambiar la constitución

 

Todavía no he entendido por qué el caballo del escudo nacional, que corría hacia donde se levanta el sol, se devolvió y emprendió veloz carrera para alcanzar el escudo que era la insignia de Venezuela en 1864, precisamente el año en que, habiendo finalizado la Guerra Federal, entró en vigencia una constitución que eliminaba la votación universal, directa y secreta que garantizaba la carta magna de 1858. Mi amigo el historiador y también el electricista me responden que no le esté buscando tres patas al gato, con lo que me confunden más. Se supone que los felinos son cuadrúpedos, ¿Pedro Carreño decidió lo contrario?

 

 

 

Transcurridos 17 años del referéndum realizado para convocar una asamblea constituyente “con el propósito de transformar el Estado y crear un nuevo ordenamiento jurídico que permita el funcionamiento efectivo de una Democracia Social y Participativa”, y viendo los terribles resultados obtenidos, preferiría que, como hemos hecho en los segmentos críticos de nuestra historia, antes que revocar al presidente y todo siga igual, porque el mal es constitucional, se consulte a los venezolanos si desean que se redacte otra carta magna con menos palabrería y que no sea una lista de deseos incumplibles sino un decálogo que garantice la libertad, la propiedad y la seguridad a través de la efectiva autonomía de los poderes, y unas fuerzas armadas honradas, apolíticas y no deliberantes, obedientes al poder civil.

 

 

 

Casi 76% del electorado se abstuvo de participar en la consulta que se hizo el 16 de diciembre de 1999 y todavía no se ha aclarado si el texto aprobado por menos de 34% de los electores es el que han estado leyendo los ministros y demás altos funcionarios en sus apariciones públicas. Muchos dudamos que lo hayan leído en privado y a cabalidad alguna vez.

 

 

 

Después de haber tratado de resolver mucho más que 26 veces las crisis de gobernabilidad mediante una nueva constitución, no es una propuesta contra natura volver a insistir y ver si al fin la pegamos. Hemos acumulado experiencias suficientes en estos 16 años para que esta vez sí se cumpla y se aplique con justeza y buena fe, que es lo que más han pateado los “hombres nuevos y las mujeres nuevas” que, sin haber renunciado a su militancia política y sin haber desalojado las gavetas del importante cargo que ocupan en el Ejecutivo, pasan a ejercer una función para la que se exige, precisamente, no tener amarras ni disciplinas partidistas. Vendo ejemplar de la constitución soviética, nunca se cumplió en 70 años, tampoco le quitaron el celofán.

 

 

 Ramón Hernández

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