¿Cachicamo trabaja pa’ lapa?
mayo 18, 2014 8:30 am

Las protestas, lejos de dañar la popularidad de Maduro, le ayudan a recobrar parte del deterioro…

 

Si bien la percepción de crisis tiene impacto negativo sobre la popularidad de cualquier líder en poder, en la medida en que la crisis es peor, como ahora, la sensibilidad de la gente crece y el castigo puede ser mayor. El análisis se complica si introducimos el nivel de responsabilidad que la gente atribuye al líder con referencia a esa crisis. El impacto se atenúa o amplifica dependiendo de la responsabilidad atribuida por la gente al líder evaluado. Si lo relacionan directamente con él, el costo es más directo y severo. Si en cambio el líder logra endosar la responsabilidad a terceros, sea cierto o falso, el costo político se reduce.

 

 

Por ejemplo, si comparamos la función de popularidad del presidente Chávez con la del presidente Maduro encontramos algunas diferencias. La primera es que la población responsabiliza a Maduro de la crisis en alrededor de 23 puntos más que lo que hizo con Chávez al final de su gobierno. Esto indica que la capacidad del nuevo Presidente de convencer a la gente de que la culpa de la crisis es de otro (escurrir el bulto) es muy inferior a lo que lograba su predecesor y por supuesto esto incrementa el impacto de la crisis sobre su popularidad. Por ejemplo, la escasez es ahora el principal problema del país en boca de la población y los intentos de atribuirla a la guerra económica, que le funcionaron alrededor del Dakazo, se han diluido en el tiempo, por lo que su coeficiente de impacto sobre la popularidad de Maduro es ahora muy elevado. El segundo tema relevante es que la variable inseguridad, que a pesar de protagonizar la inquietud de los venezolanos nunca afectó la popularidad de Chávez en el pasado, comienza a hacer mella en cambio en la popularidad de Maduro y se convierte en la segunda en impacto. La razón en este caso podemos encontrarla en la decisión de Maduro de abordar públicamente el tema de la inseguridad, ofrecer solucionarla y lanzar incluso una misión para atenderla, algo que Chávez pasó por bola para no contaminarse. El resultado de este esfuerzo de Maduro (que debo decir fue valiente en términos políticos), no ha sido el esperado. La evaluación de gestión de gobierno en temas de inseguridad es muy negativo y ahora el presidente Maduro es el dueño del problema… y también de sus costos políticos.

 

 

Pero ya que hablamos de los impactos sobre la popularidad de Maduro, no puedo dejar de mencionar el que más me llamó la atención. Parece evidente que el deterioro en la calidad de vida de la población es la fuente principal de las protestas ciudadanas y el 65% de la gente aprueba (con razón) las manifestaciones pacíficas y las marchas por los derechos y la búsqueda de soluciones. Pero la derivación de la protesta hacia acciones focalizadas más radicales como las barricadas y las guarimbas reciben niveles de rechazo superiores al 70% y, lo más insólito es que el coeficiente de estas acciones sobre la popularidad de Maduro es de signo positivo. No me estoy refiriendo al análisis cualitativo de esa protesta dura que puede tener un impacto dinamizador del Gobierno a negociar soluciones y catapultar nuevos liderazgos, sino al impacto numérico de esta acción sobre la popularidad. Estadísticamente, las protestas radicales, lejos de dañar la popularidad de Maduro, le ayudan a recobrar parte del deterioro ocasionado por sus errores económicos, que íngrimos y solos hubieran generado una mayor pérdida de popularidad, pero que son parcialmente compensados por la desviación de atención que ocasiona la protesta radical que, en algunas oportunidades, termina en actos vandálicos, probablemente manipulados e infiltrados, pero que igual no agradan a las grandes mayorías. Algo así como: cachicamo trabaja pa’ lapa.

 

 

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