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Breves sobre la despedida y la bienvenida

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Breves sobre la despedida y la bienvenida

 

“Cada uno es, tal cual es su amor. ¿Amas tierra? Serás tierra. ¿Amas a Dios? Eres Dios”.

 

Agustín de Hipona.

 

 

La vida se va escurriendo, dejándonos emociones y recuerdos en una mezcla de pasado y presente que, sin embargo, va agotando la consciencia del futuro. Todo marcha con insolente rapidez, como advertía el recientemente fallecido Paul Virilio, modelando a su paso no obstante, pero como agua entre los dedos, escuchamos en una hermosa balada.

 

 

El ser humano es como lo anunciaba Heidegger, el que vive en poeta, pastor del ser, además. Es su tiempo. Su vida se borda con hilos episódicos que calan una existencia. Por eso imagino la significación que tienen las evocaciones y reminiscencias que al final es lo poco y mucho que nos va quedando.

 

 

 

¿Cómo afecta eso al político, al estadista? Me permití reflexionar al leer que la canciller Merkel optó por no bregarse la presidencia de su partido y, de alguna manera, declinó extender su carrera como mandataria de la Alemania que la ha visto servirla, con indudable acierto, por varios períodos de gobierno. La prensa deslizaba que Angela prefería apartarse del escenario y lo hacía, “aun, con dignidad”.

 

 

 

Paralelamente, seguía con mucho interés la actualidad brasileña, siendo que nos concierne e impacta sobremanera, pero confieso que lo hago curioso, ansioso, por lo que será una dificilísima prueba para alguien con un duro y crudo discurso de esencia ordenadora, en un ambiente depresivo y contaminado, en una sociedad desencajada, violenta, errática, corrompida como la nuestra, por cierto. También sentí algo parecido hace meses al llegar López a la presidencia de México, pero, y ojalá me equivoque, el tamaño del desafío pareciera pesarle demasiado, hasta dejarlo un tanto ensimismado.

 

 

 

Entre vítores y palmaditas, arriban al teatro del poder para ponerse a prueba y abrir un compás de enorme influencia en el devenir de otros, sometiéndose al oráculo espejo de la novela de Michael Ende, Una historia sin fin, y descubriendo qué son realmente; la materia de la que están hechos, su naturaleza, más allá del juego histriónico del momento, y entre los estallidos hilarantes y las celebraciones de la legión de adulantes, alabarderos y aduladores que pululan en todas las cortes.

 

 

 

La despedida es otra cosa. A menudo es fría y si acaso solemne, en aquellos casos en que la tradición lo auspicia con formalidad. Un amigo ministro me comentó que el mejor período del que sonaba con un destino de gobierno era el que anticipaba el nombramiento con llamadas, invitaciones y lisonjas. El tránsito era siempre complicado porque no se podía complacer a muchos que lo merecían o creían merecerlo. Luego era cortante la separación del cargo que se iba anunciando, por lo general, con anticipación, pero incluso uno me contó con amargura que se enteró de su defenestración porque no llegó el Mercedes Benz con el chofer del ministerio a buscarlo.

 

 

 

Toda bienvenida y despedida supone un acontecimiento que por extraordinario nos trae más a la vida consciente que a la rutinaria sucesión de hechos y situaciones que se cumplen sencillos y hasta intrascendentes. Valeria quedó tocada por la tristeza de ver partir a su padre como emigrante, y ello a pesar de tenerlo previsto meses antes. Ese bajón espiritual a veces dura mucho y cuesta sobreponerse, y ni hablar del que se marcha dejando atrás sus genuinas razones para vivir, su esposa e hijos, su casa, su sillón de ver la televisión, su madre anciana. Ese lleva la herida en carne viva y la tristeza aflige tanto como si de agonía se tratara, y a ese le tocará vivir de pura agonía.

 

 

 

Pero volvamos al propósito de esta ligera cavilación compartida que apunta a los hombres y mujeres del poder que se ven catapultados o descendidos eventualmente de sus papeles estelares de mando y supraordinación y les toca recibir la palabra de expectativa o el juicio balance, propios del comienzo o el final de la tarea. Bolsonaro y Merkel viven ese trance y no son los únicos.

 

 

 

En Venezuela basta recordar la llegada del hoy difunto que recibió no solo una delegación de soberanía, como diría O’Donnell, sino la cesión del alma y de las fantasías del pueblo humilde de un lado, y de todos los calculadores de oficio para cambiar el mundo si lo hubiera imaginado, pero la ignorancia, el resentimiento y la vanidad pudieron más, y el relevo de los epígonos y espalderos nos estrelló siguiendo su deletéreo impulso contra las piedras del desastre.

 

 

Maduro se cree eterno. Su sociedad con Diosdado y los militares es a su juicio sólida para aspirar a mucho tiempo entronizado en el poder y sin importarles, a ninguno de ellos, el fracaso y la ruina material y moral de la república. No se sienten yéndose, pero se han equivocado tanto y con tan funestas consecuencias que pudieran verse sorprendidos de un desalojo brusco. En todo caso, no olvidarán, y de eso estoy seguro, la despedida que la nación les ofrecerá.

 

 

Nelson Chitty La Roche

nchittylaroche@hotmail.com

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