Borges vs Maduro o el apaciguamiento no es el camino
enero 8, 2017 7:02 am

A juzgar por las ideas fundamentales del discurso que pronunció el jueves para asumir la presidencia de la Asamblea Nacional, Julio Borges, despejó las dudas sobre si insistiría en una política de apaciguamiento con la dictadura de Maduro, o retomaría la vía de la confrontación que hasta finales de octubre fue la estrategia de la oposición con los resultados de todos conocidos y evaluados.

 

 
Borges, en efecto, remarcó la catadura ya, incorregiblemente, dictatorial de Maduro al denunciar su decisión de no realizar más elecciones, hizo un llamado dramático pero institucional a la FAN para que se ciñeran al espíritu y la letra de la Constitución que las obligan a estar con el pueblo y no con sus verdugos, y anunció que en los próximos días se reinicia el juicio contra Maduro por “abandono del cargo”.

 

 
Elementos que desarrolló como los motivos que generarían un cambio en la estrategia de lucha de la oposición que, si bien no puede apartarse de los cauces que establece y fija la Constitución, tiene que fundamentarse en la lucha de calle, en la presencia del pueblo en la calle que será, a fin de cuentas, decisiva para que Venezuela vuelva a vivir en democracia y libertad.

 

 
En otras palabras que, un cambio de 180 grados en el discurso de un líder que hasta el jueves se consideró clave en la implementación del frustrado diálogo y se visualizaba más en la vía de un discurso conciliador y negociador, que desafiante y confrontacional.

 

 
¿Qué había sucedido en el curso de los últimos dos meses y por qué Borges aparecía desde la presidencia de la AN con propuestas que aplaudían a rabiar los diputados de “Voluntad Popular”, “Vente Venezuela” y “Alianza un Bravo Pueblo”, mientras desde su bancada de jefe de la fracción parlamentaria del PSUV, Héctor Rodríguez, lo anotaba punto por punto y se preparaba a darle un desmentido fuerte, agresivo y amenazador?

 

 
Desde luego que, las respuestas podrían ser muchas, pero un dato que, según algunos analistas, terminaría introduciendo cambios en la posición de Borges, era que, desde que se involucró y apareció como principal promotor del diálogo, su partido, “Primero Justicia”, había pasado de primero, a segundo partido de la oposición en las preferencias populares, y su candidato presidencial, Henrique Capriles Radonski, también había dejado de ser el preferido de la oposición en caso de unas elecciones presidenciales.

 

 
En su lugar, “Voluntad Popular”, un partido que desde el comienzo se opuso al diálogo y se negó a participar en el mismo, era ya el primer partido opositor con ocho puntos por encima de “Primero Justicia”, y Leopoldo López, su Secretario General, se convertía en la primera opción electoral de la oposición superando a Capriles por cinco puntos.

 

 
Pero había más, mucho más: la MUD, la alianza opositora que había fronteado el diálogo había caído 15 puntos en las encuestas, lo cual constituía una paradoja si se anotaba que el rechazo a Maduro se mantenía en un 80 por ciento.

 

 
De modo que, Julio Borges, al asumir la presidencia de la AN, y analizar la situación en las encuestas de su partido, su candidato y la alianza opositora, tenía pocas opciones si se planteaba recuperar a “Primero Justicia”, la MUD y su propio liderazgo.

 

 
Y la vía no podía ser otra que la confrontación, retomar la calle, y anunciar que el primer punto a discutir en la agenda legislativa sería reiniciar el juicio político a Maduro “por abandono del cargo”.

 

 
La gran pregunta es: ¿cuán viable es, en el corto plazo, una agenda legislativa que encuentra congelada la calle por efecto del diálogo, al gobierno a la ofensiva después de haber escapado al horribilis 2016 y que, no hay dudas, moverá contra la AN a su buque insignia, al espúreo, inmoral y descalificado TSJ?
¿Está la nueva directiva de la AN en capacidad de resistir y contraatacar en caso de que el TSJ declare ilegal a la AN “por desacato” e írrito el nombramiento de su nueva Directiva?

 

 
Pero eso, desde el punto de vista de lo que puede hacer Maduro por la simple y pura movilización de sus fuerzas, porque si se trata de activar a la oposición contra ella misma, podría atraer a UNT de Manuel Rosales y “Avanzada Progresista” de Henry Falcón a la cita de continuación del diálogo convocada para el 13 de enero y ahí introduciría cuñas que terminarían dividiendo a la MUD y a la propia AN.

 

 
Un escenario extremadamente peligroso, porque, de producirse, acabaría con la mayoría absoluta de la oposición en la AN y le daría al gobierno un segundo aire para continuar maniobrando con leyes y decisiones inconstitucionales e ilegales.

 

 
De modo que, dados los efectos a largo plazo de haber permitido que dos partidos miembros de la MUD, -UNT y “Avanzada Progresista”- se mostraran partidarios del diálogo más allá de lo permisivo, no sería de extrañar que de nuevo la oposición, la MUD y la AN se enfrentaran al hecho de que se incorporaran a la cita del 13 de enero sin que haya sanciones contra ellos.

 

 
Sería una anomalía parecida a la ausencia de dos asambleístas de UNT en la crucial sesión de la AN que debía nombrar dos nuevos rectores del CNE, que se aceptó sin ningún tipo de crítica ni sanción y da lugar que a muchas dudas de ciernan sobre la unidad opositora ahora que Julio Borges y su partido decidieron confrontar al madurismo.

 

 
De todas maneras, más allá de los posibles desprendimientos -y que no afectarían sino a dos partidos regionales con escasa representación parlamentaria y apoyo de calle-, lo importante a señalar es que, a través del pacto en la AN de “Primero Justicia” y “Voluntad Popular”, se unen los dos grandes partidos de la oposición, los que tienen mayor representación parlamentaria y más militancia popular, y al parecer, decididos a llevar a cabo una oposición que sí podría poner de cabeza a la dictadura y en trance de hacerla retroceder o caer.

 

 
Sin olvidar que son partidos que ejercerían una atracción muy fuerte sobre fuerzas políticas como “Vente Venezuela” y “Alianza Bravo Pueblo” cuyos líderes, María Corina Machado y Antonio Ledezma, tienen un liderazgo nacional de indudable arraigo en campos, pueblos y ciudades de Venezuela.

 

 
Pero también sobre 17 organizaciones partidistas incorporadas a la MUD, así como en instituciones, organismo y ONG.

 

 
Una fuerza nacional que es la vanguardia, o trinchera fundamental del 80 por ciento de venezolanos que rechazan la dictadura de Maduro y que no dudarían e integrarse a una propuesta que, como la que siguió a la jornada del 1Sep, no dude en conducir al pueblo a poner fin al socialismo antes de que termine el 2017.

 

 

Manuel Malaver