Bochinche y curda en el patio trasero
septiembre 17, 2016 7:05 am

 

 
El país está escandalizado con la cantidad de dinero que han despalillado para realizar la cumbre del Movimiento de los No Alineados. Suficientes para alimentar con buen vino y opíparas cenas a los 10.000 participantes extranjeros, que dormirán en mullidas camas y a la temperatura de su preferencia, sin apagones y sin que les falte el agua corriente, esa calamidad que azota al mundo subdesarrollado y buena parte del otro.

 

 

 

Además, de las delegaciones de los 120 países miembros, viene “una veintena de invitados especiales” y ya tiene más de una semana en la isla una caterva de aplaudidores y buenos para nada que, protegidos por los “herederos del ejército libertador”, montaron sus carpas en el patio trasero del centro comercial La Vela, en donde el café más barato no baja de 450 bolívares y se despacha en 2 buches. Ahí han soportado las inclemencias del tiempo y fueron trasladados a una fragata de la Marina de guerra cuando el aguacero volvió un barrial el sitio. El turismo revolucionario siempre tiene un dejo de aventura y resacas que se empatan con la celebración de la próxima noche.

 

 

 

Son las mismas carpas y morrales que desde 1949, cuando comenzó la Guerra Fría, han recorrido buena parte del planeta a favor de la paz, como se los exigía Moscú cuando financiaba el Consejo Mundial de la Paz y el Congreso Mundial de la Paz; y que permanecieron en silencio cómplice cuando la Unión Soviética invadió Checoslovaquia y después Afganistán. Muchos eran poetas de barrio, artistas, titiriteros y trovadores dispuestos a salvar el mundo o, cuando menos, ahogar los despechos en aguardiente pagado por otros. Ahora repiten la escena, les falta la poesía y la ilusión, pero tienen la papa garantizada.

 

 

 

Los muchachos de la revolución “están afuera” (sic) y saludan al Movimiento de No Alineados mientras esperan en la parte posterior de la cocina de Venetur para que les entreguen las viandas y la bolsa con la ropa limpia, que es como hacer la revolución desde un hotel que fue cinco estrellas, aunque con la desventaja de dormir al descampado. Sin duda, mucho mejor que hacer la cola un lunes en Plan Suárez o Central Madeirense, pero con las delicateses del bodegón de Sigo al voltear. Ni Jorgito la pasó mejor en la Tierra de Nadie cuando le escribía cuentos a Edmundo Chirinos. Vendo capítulo completo y otro por comenzar de un alienado que llegó de El Tigrito y ganaba concursos de poesía porque no se atrevían a declararlos desiertos después de tanto gasto y tantas borracheras culturales con amanecidas en el Callejón de la Puñalada, y sin atracos. ¿Se acuerda, diputado?

 

 

Ramón Hernández