En el video que utiliza la usurpación para atemorizar a la población con las “unidades populares de defensa” resaltan los pañuelos con que los sicarios ocultan su rostro y la ampulosa barriga de quienes aparecen dirigiéndolos e incitándolos a delinquir. Como en el resto de pandilla gobernante, las funcionarias compensan la falta de un agraciado cuerpo con zapatos caros, carteras de firma, escandalosos tintes en su cabellera y trapos comprados por Internet a estilistas “parisinos”, mientras que los ejemplares masculinos llevan alguna vestimenta que por su estilo o color intenta parecer militar.
En el grupo de mamelucos, aunque los más nutridos aparecen en primer plano, se nota que el hambre y la desnutrición –la dieta Maduro– han hecho su trabajo. Las prebendas y el dinero que reciben por disparar y perseguir a la gente que protesta la falta de luz, agua y medicinas en las barriadas y urbanizaciones no les alcanza para completar la desaparecida dieta de bistec, caraotas y arroz, empanadas de cazón y mondongo, además de una caja de polarcitas al atardecer. Gritan fuerte –como si utilizaran “el último milímetro de energía”– que viva Chávez y Maduro, pero no miran al horizonte lleno de esperanza del que hablaba César Rengifo, sino que tienen los ojos perdidos, apenados, como si supieran que lo están haciendo mal y se avergonzaran.
Los grupos que utilizan los uniformes de las instituciones policiales o castrenses no necesitan divulgar videos con alguno de los cuarenta ladrones de Alí Babá para meter miedo a la población que soporta oscuranas de varios días seguidos y falta de agua, de alimentos y de medicamentos. Les basta el uniforme del cuerpo “de seguridad” para que un hilillo frío recorra la columna vertebral de los parroquianos y se les quede suspendido arribita de las suprarrenales
Adonde llegan cometen abusos de autoridad, asesinatos, robos y todas las tropelías imaginables. Hay noticias de policías que asaltan sin quitarse el uniforme y de GNB que han devenido en trasvasadores de combustibles. Empezaron contrabandeando gasolina por trochas, quebradas y autopistas a Colombia, pero desde el primer apagón total tienen el monopolio de surtir gasoil –de origen non sancta– a las plantas eléctricas privadas y unas cuantas públicas.También se pueden dedicar a cualquier actividad fuera de la ley, como el tráfico de oro, diamantes, coltán y estupefacientes en general. Sin embargo, lo que más se les da es la extorsión, el secuestro y el robo con el arma de reglamento a comerciantes, ganaderos, industriales y simples parroquianos.
El tráfico de agua no les había llamado la atención, pero con los apagones y la escasez generalizada descubrieron un modelo de negocio: apropiarse de los camiones cisternas y llevársela para sus propios usos o vendérselas al mejor postor. El viernes, al final de la avenida Andrés Bello, un grupo de funcionarios de la GNB decomisó la cisterna que llevaba el agua para la elaboración del almuerzo que la Arquidiócesis de Caracas ofrece los sábados a 500 personas en la iglesia de la Chiquinquirá. El 30 de marzo no hubo nada que servir ni olla milagrosa, solo hambre y lágrimas.
Por muy voluntariosas, adoctrinadas y bien comidas que estén, las unidades populares de defensa nunca han funcionado contra los ejércitos regulares o la guerra de guerrillas. No importa que la gobernadora y generala en situación de retiro vista de Prada o de Dior. En la guerra de independencia y también en la federal se organizaron grupos similares en los pueblos para defenderse de las arremetidas de los bandos en conflicto, y siempre fueron vanos sus esfuerzos para defender a sus hijos y sus mujeres. Poner en manos de estos grupos improvisados en la organización, pero veteranos en el robo y el quebrantamiento de la ley, la defensa del país ante la inminente invasión militar del país más poderoso del mundo parece un libreto desechado de Radio Rochela. Nunca el país –su población y sus riquezas– estuvo más indefenso ni fue más frágil, ni lo habían saqueado tanto. Vendo nuevo cuadro de mando militar, sin estrenar.
Ramón Hernández
@ramonhernandezg
