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Lo de este martes 23 de julio en la plaza Alfredo Sadel –día previo a la conmemoración del natalicio del padre de la patria, Simón Bolívar– fue un ejercicio de la democracia plena, en las calles, caminando, respirando con los ciudadanos, donde crece y se vigoriza. Esa realidad es mucho más importante que el instrumento de hace décadas, cuando muchos de los diputados que lo acaban de aprobar ni siquiera habían nacido.

 

 

Innecesario comentar sobre la conveniencia del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que conjuntamente con el 187.11 y Responsabilidad de Proteger (R2P), son herramientas necesarias, de relevancia y mucha utilidad para la liberación de Venezuela.

 

 

Un pacto que viene de tiempos cuando la Unión Soviética era potencia en expansión, ocultaba la realidad sangrienta, intolerante, inhumana, de la atroz ideología de un siglo demostrando, es imposible en democracia, el comunismo. Fue propuesta cuando el mundo era bipolar entre la democracia estadounidense y la tiranía soviética. El TIAR plantea la unión de un frente sólido de países del continente americano; si uno era agredido todos se sentirían atacados, tal como se analizaba al mundo en 1947.

 

 

Salirnos del TIAR fue una de tantas decisiones sin sentido, atolondrada y rimbombante de Hugo Chávez, guiado por la sibilina perversidad de Fidel Castro, sediento de riquezas venezolanas que, como sanguijuela, veía los símbolos rojos con el negro color del petróleo y verdiblanco de los dólares. Chávez empezaba a soñar, o soñaba ya, en delirios maquiavélicos inyectados por Fidel, con ser el héroe latinoamericano del mundo con Estados Unidos como eterno reto y sin entender a una China que, si bien con bandera roja, alimentaba sus libros de contabilidad mientras empezaba a construir ciudades para millones de campesinos, sacándolos de la miseria, convirtiéndolos en trabajadores industriales. A muy pocos gusta la tiranía china, no hay duda de que es un comunismo pragmático y productivo, que las interpretaciones interesadas de La Habana y tan rumbosas como ingenuas en Miraflores y Fuerte Tiuna.

 

 

Tras el derrumbe de la Unión Soviética la historia cambió y el TIAR quedó empolvándose en gavetas, las guerras e invasiones son diferentes y lejanas, excepto las locales del gobierno colombiano contra la narcoguerrilla que pelea allá y se refugia de este lado, y del régimen usurpador contra el bienestar, sueños y libertad de la inmensa mayoría de los venezolanos.

 

 

Esa nimiedad fue resuelta por la Asamblea Nacional. El presidente encargado expresó que no solo se estaba recuperando el viejo TIAR, sino aprobando la integración con Latinoamérica, una política mucho más vigorosa, moderna y productiva que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.

 

 

Lo llamativo del martes 23 fue la demostración, a pesar de los apagones, persecuciones y represiones, de que el régimen de Maduro, el castrismo venezolano, no ha logrado nada hacia adelante, todo hacia atrás, ni producen ni jamás han producido siquiera los elementos básicos para dar a su pueblo los mínimos que un gobierno debe otorgar a quienes manda. En realidad, son perjuros al incumplir lo ofrecido.

 

 

La oposición –la que no es socia del régimen–, con desuniones, ambiciones, egoísmos, convoca al ejercicio abierto, auténticamente ciudadano de la democracia. Hay realidades dentro del sistema partidista opositor en Venezuela que no son de agrado ni gustan, los hacen suspicaces y críticos, pero hay que defender esa democracia, que no arrestará ni torturará por criticarla, quizás ni siquiera escuche, pero deja ejercer el derecho de estar inconformes, exigir más, y nuestro deber de expresar lo que sentimos. No es la mejor del mundo, ciertamente, pero superior a la desesperanza y brutalidad que actualmente subyuga la tierra de Bolívar.

 

 

Eso fue lo hermoso, la satisfacción de tener a los parlamentarios al alcance de la mano, de nuestras opiniones. Fue una acción democrática, de legitimidad, dignidad ciudadana. Se habla, discute y también se lucha, en lo cual crecen los defensores y mártires demócratas enfrentados a la tiranía comunista, desalmada, incompetente, cruel, cruenta e injusta.

 

 

Socios del régimen opresor castrista disfrazados de opositores chiflaron al considerar un error la aprobación del TIAR porque es volver al pasado, (1947). En consecuencia, formar parte de la OEA (1948) y de la ONU, (1945) también son errores. Lo curioso, cómico, es que quienes así opinan son vejestorios de la política.

 

 

Es la pista riesgosa en la cual hemos aterrizado, continuemos la ruta del coraje, TIAR, 187.11, R2P, la Doctrina Roldós (sistema de respeto a los derechos humanos que Ecuador propuso ante el Pacto Andino) y cualquier otra herramienta, conscientes tanto de los peligros como de la grandeza de la misión de rescatar a Venezuela. Y quien se oponga a cualquier mecanismo o instrumento de lucha, consagrado en las leyes contra el régimen, es su socio, algo esconde, tiene que perder, y, por consiguiente, prefiere la continuidad del statu quo.

 

 

@ArmandoMartini

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