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A los trabajadores petroleros

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A los trabajadores petroleros

 

He recibido y leído con mucho interés, la carta que me dirigieran e hicieran pública un grupo de compañeros trabajadores petroleros agrupados en los “Comités Resteados con Chávez”. Es un texto que invito a revisar a los trabajadores de todo el país. Agradezco sinceramente, las expresiones de apoyo y solidaridad hacia mi persona, y sobre todo, a la posición que mantengo en el ámbito político de lealtad al ideario revolucionario del Comandante Chávez.

 

 

 

Hacen los trabajadores un conjunto de afirmaciones y reflexiones críticas muy importantes, con respecto a lo que hoy día está sucediendo con nuestra principal industria, y en el país, como un todo. Es un documento que refleja conciencia y valor, pues, todos sabemos el riesgo que implica, en tiempos del madurismo, expresar cualquier crítica o posición revolucionaria en el país.

 

 

 

 

Les digo queridos compañer@s que cuentan conmigo, siempre lo podrán hacer, para la tarea, titánica, épica de reconstruir nuestra empresa y al país, la obra de la revolución, revisar y avanzar devolviendo al pueblo trabajador, el protagonismo en la conducción de los destinos de la Patria.

 

 

 

 

Saben bien, porque lo mismo sucede en PDVSA, que soy objeto de persecución política por parte del madurismo, que ha abusado del poder y utilizado a sus voceros, medios de comunicación, y a la Fiscalía, en una miserable “vendetta” en persecución de revolucionarios.

 

 

Se me ha acusado, sin presentar ni una sola prueba, sin darme la oportunidad de defenderme, se me ha vilipendiado, se ha ofendido mi nombre y reputación junto al de los trabajadores de PDVSA, se me ha amenazado de ser un prisionero más del madurismo, por haber denunciado y roto con él, con este gobierno, y sobre todo, por asumir la defensa de la obra del Comandante Chávez, orientar con la palabra (que es la única posibilidad que tengo en este momento), y trabajar en todo lo que hay que hacer para reconstruir el país.

 

 

 

Los ataques y el odio de la derecha en mi contra y contra la obra petrolera de Chávez, se han quedado cortos ante el odio y la persecución del madurismo en contra de la Nueva PDVSA, la Roja Rojita y sus trabajadores. Para nosotros hace bastante tiempo que cayó el gobierno de Chávez.

 

 

 

No podía guardar silencio, no podemos guardar silencio, ante lo que está sucediendo, ante la tragedia que vive nuestro pueblo a diario. En estos momentos, el cálculo y la “prudencia”, rayan en complicidad, en aprobación.

 

 

Pase lo que pase, hay que actuar, hacerlo de manera coordinada, precisa: movilizar al pueblo, al Chavismo, para que salgamos de este inmenso fraude, romper el chantaje de los que se han apropiado del legado de nuestro Comandante, despojándolo de todo su contenido revolucionario, para, en su nombre, ser verdugo de su propio pueblo, de su esperanza.

 

 

 

 

Pero también me atacan y persiguen, nos persiguen, porque ellos saben que destrozaron PDVSA, que se les fue de las manos, y con ella, las posibilidades de gobernar la economía; por lo que necesitan una “cabeza de turco”, alguien a quien culpar por su irresponsabilidad e improvisación. Siempre han evadido sus responsabilidades. En este caso, como en otros, necesitan una excusa, un rostro. Están aterrados y no saben qué hacer. PDVSA es cosa seria, no es para estar inventando, necesitan destruirlo todo, prefieren entregar la empresa antes que rectificar. La soberbia no los deja pensar.

 

 

 

Sin hacerle concesiones a la derecha ni a nuestros enemigos históricos, debemos entender que el madurismo no representa al bloque histórico del Chavismo, que es profundo y está en el corazón del pueblo. Por otra parte, ante la desesperanza y el caos que ellos han creado, debemos insistir en que esta crisis sólo puede ser resuelta por la Revolución Bolivariana, y que no tiene nada que ver con el legado del Chavismo, todo lo han destruido en tan sólo cinco años y es responsabilidad de Maduro.

 

 

El madurismo ha entrado a “saco roto” a controlar y destruir nuestras instituciones y empresas fundamentales, y se han refugiado en sus privilegios y excusas para no asumir sus responsabilidades, dejando al pueblo solo en su tragedia, en un “sálvense quien pueda”, donde han prevalecido las salidas individuales o la resignación, corriendo detrás de una caja de la vergüenza, un “carnet a la conciencia”, un bono de hambre o escapando de la patria como sea, a lo que sea.

 

 

 

 

El madurismo se ha constituido y agrupado en torno a la traición a Chávez y a su obra. El núcleo duro del madurismo está compuesto por personajes que el mismo Comandante Chávez, en vida, hizo a un lado, sabía de sus aspiraciones, ambiciones, desorden e improvisaciones, estaban agazapados y ascendieron después de su partida.

 

 

 

Cuando el Comandante, el 8 de diciembre de 2012, encarga a Maduro, lo hace con la convicción de que volvería de su operación en Cuba, tal vez en condiciones de tanta debilidad física que no le permitirían asumir el nuevo período presidencial y habría que realizar nuevas elecciones, pero que, en cualquier caso volvería y estaría allí, junto a todos nosotros, manteniendo la dirección del proceso revolucionario.

 

 

 

En todo caso, con Chávez, siempre trabajamos como un equipo político, que fue al que él mismo convocó en sus últimos momentos, a quienes nos dió instrucciones precisas para pasar la “tormenta” que sabíamos vendría, era ese el equipo de Chávez y no otro, nó el madurista.

 

 

 

 

El Comandante Chávez, siempre estuvo consciente de la diversidad de fuerzas e intereses que hacían vida en el seno del movimiento Bolivariano, se manejaba en esa circunstancia y equilibrios. Por eso, durante su gobierno, fue construyendo su propio equipo, tomando de aquí y de allá, se fue rodeando de ministros de su confianza, y en casos como el nuestro, asignaba posiciones claves en la conducción del Gobierno, a compañeros sobre los que depositaba tareas de gran complejidad.

 

 

 

Así lo hizo en el sector petrolero por doce años consecutivos. En privado, a algunos de nosotros nos hablaba de los “pilares” de la revolución. Hoy día, esos pilares, o no existen, o se desmoronan ante los ojos mansos del silencio y del oportunismo.

 

 

 

Nadie puede creer que el Comandante Chávez hubiese apoyado lo que ha hecho el madurismo con sus ministros y miembros del equipo político: algunos presos, otros hechos a un lado, minimizados; otros, como yo, exiliados. Nadie puede creer que el Comandante Chávez hubiese permitido la destrucción y el saqueo de PDVSA, su principal obra, a manos del madurismo; el Comandante Chávez no permitiría que se digese que su gobierno fue fácil porque era una “revolución a 100 dólares el barril”, que fuese acusado de ser “corrupto”, de no velar y cuidar los recursos del pueblo Venezolano.

 

 

 

 

Creo firmemente que nuestro Comandante no estaría de acuerdo con nada de lo que ha hecho Maduro, ni con el madurismo. Chávez no aceptaría las inverosímiles excusas en las que se refugia el madurismo, evadiendo su responsabilidad de lo que acontece.

 

 

 

 

Estoy convencido que el Comandante Chávez tomaría un látigo y sacaría a todos estos mercaderes, farsantes, del templo del Pueblo, de Miraflores, de la Patria. Que reclamaría a sus mas cercanos, por el silencio; a sus Comandantes, por su subordinación, por no ser capaces de proteger al pueblo de esta barbaridad. Le hablaría claramente al país, le diría lo que ha sucedido, las razones reales, las causas de esta crisis; reconocería errores, desviaciones, y mostraría el camino a seguir, y mas aún el por qué lo debemos seguir, para retomar la esperanza y el impulso revolucionario.

 

 

 

 

Estoy seguro que el Comandante nos llamaría a todos los que hoy estamos fuera, perseguidos, amenazados; que liberaría a los presos, que reagruparía a su equipo de gobierno, hoy desmantelado, convocaría a una gran reunión, un golpe de timón o una insurrección del Chavismo para poner las cosas en su sitio. Se iría a la calle a reconstruir su obra, a devolver la esperanza, a reanimar la pasión revolucionaria, a reagrupar a los suyos, a trabajar allí donde está el pueblo mas pobre, mas sufrido, el que se ha resignado a otra traición, llamaría a todos los venezolanos que se han ido de la patria, volvería a los campos petroleros, como durante el sabotaje, a reconstruir la empresa, levantar la producción, la moral.

 

 

 

 

El Comandante, seguro haría un gran acto de desagravio a todos los trabajadores perseguidos y acusados de corruptos por el madurismo infame. Un gran acto de desagravio al pueblo que ha sido tan golpeado; se pondría al frente de sus reclamaciones, de sus justas luchas; le devolvería el poder al pueblo; barrería implacablemente con los que lo han maltratado y traicionado, con los responsables de este desastre, que han destruido las instituciones y empresas del Estado, que se repartieron en la rebatiña madurista.

 

 

 

 

El Comandante devolvería la esperanza a los pueblos del mundo, de nuestra Latinoamérica, del Caribe; que el intento revolucionario continuará, que no hay que retroceder, que “la espada de Bolívar por América Latina” volverá a ser una canto que espante al opresor; un retumbar de tambores de libertad, de soberanía y justicia social.

 

 

 

 

Pero el Comandante Chávez no está mas entre nosotros, es una dura realidad, a veces todavía no caemos en cuenta que todo ha cambiado; su muerte prematura, en combate, es equivalente a que Bolívar hubiese caído en la Batalla de Araure, durante los terribles años de la Segunda República, el intento revolucionario habría naufragado entre las ambiciones de los caudillos; o si hubiese caído en Carabobo en 1821, no se hubiese consolidado la Independencia, Páez hubiese asaltado el poder como lo ha hecho el madurismo; Sucre, Urdaneta y tantas lanzas de la República, hubiesen caído o sido expulsados del país, los Ejércitos Libertadores hubiesen vuelto a los campos a ser esclavos o cimarrones.

 

 

 

 

Por eso es tan importante lo que hagan o dejen de hacer los trabajadores, y en particular, los trabajadores petroleros; lo que hagan o dejen de hacer el PSUV, las “UBCH”, el Pueblo, el Poder Popular, los dirigentes civiles o militares del Chavismo y la revolución, estemos donde estemos, en las condiciones mas difíciles o arrinconados en el gobierno. El pueblo tiene la palabra, porque la única manera de que Chávez vuelva, es de su mano, en su lucha, su obra.

 

 

 

Chávez volverá cuando estamos todos juntos, si retomamos la esperanza, la pasión patria; si el trabajo, la solidaridad y la justicia vuelven a ser valores de nuestra sociedad, si volvemos a tiempos de transformaciones revolucionarias de la sociedad, de construcción del socialismo; si volvemos a la democracia protagónica, participativa, si cesa el miedo, si cesan las persecuciones y crímenes políticos, si volvemos a un Estado de bienestar, de plenas garantías políticas, sociales.

 

 

 

 

El Comandante estará, cuando volvamos al Plan de la Patria, a la PDVSA Roja Rojita, a las Misiones; cuando derrotemos la pobreza, la injusticia, la desigualdad. Volverá con la certeza de que nuestros jóvenes tienen futuro, de que todos podemos trabajar para engrandecer nuestra patria, tener nuevamente un país de prosperidad, libertad, justicia social.

 

 

 

 

Si logramos devolver la alegría, la sonrisa y la esperanza a todo el país, el amor a la patria; a la “utopía de lo posible”; si podemos volver a que “lo extraordinario sea cotidiano”, donde el pueblo sea el protagonista; entonces, el Comandante estará entre el Pueblo y éste comerá todos los días, lo que quiera, como lo quiera, multiplicando los panes con el trabajo de todos, sin estar corriendo detrás de una caja de miseria, dejando atrás el bono y el carnet, recuperando su dignidad. Volverá cuando el Estado garantice la posibilidad de trabajar, de producir, de educarnos, de tener salud, de comer tres platos diarios, de comer proteínas, de vivir del trabajo, de ser felices y construir una patria libre, soberana.

 

 

 

 

Para ésto debemos volver a tener estabilidad política y económica, una inflación controlada, donde el bolívar tenga valor, donde tengamos crecimiento con justicia social, donde todos los sectores estén a máximas capacidades productivas, satisfaciendo las necesidades de todo el país; una economía basada en el trabajo, equilibrada, hacia nuestro socialismo, con un Estado capaz de proteger al pueblo, con autoridad, credibilidad.

 

 

 

 

Todo ésto, que hoy suena lejano, extraordinario, lo teníamos con el Comandante Chávez, hasta el año 2012. Hace tan poco tiempo, tan sólo cuatro años, que nuestra PDVSA Roja Rojita producía tres millones de barriles día de petróleo; abastecía el mercado interno de combustibles; exportábamos; que éramos el motor de la economía; que captábamos la renta petrolera, para su distribución al pueblo; que éramos la quinta empresa mas importante del mundo; que sus trabajadores eran respetados como ejemplo y orgullo del pueblo, de toda la sociedad; los vencedores del sabotaje, envidia del mundo, ejemplo extraordinario de cómo una empresa petrolera puede ayudar a su pueblo, subordinada al Estado, al interés colectivo, garante de nuestra soberanía económica. Era el orgullo de Chávez, su nave insignia, su vanguardia.

 

 

 

 

Cuando volvamos a alcanzar este horizonte, que sólo es posible en revolución, que sólo es posible si el madurismo se hace a un lado, que sólo es posible con la unidad del Chavismo, de todas las fuerzas progresistas, de todo el país, en torno a los principios que dieron origen y vida a esta revolución, a lo afirmativo Venezolano; cuando conquistemos la tranquilidad, sosiego y felicidad de nuestro pueblo, en su día a día, cuando volvamos al “vivir bien”, al “vivir viendo”, a la grandeza espiritual, cuando las razones sagradas para la lucha vuelvan a prender en nuestros corazones, la “llama sagrada” anide nuevamente en todos los patriotas; entonces, sólo entonces, ocurrirá el milagro: nuestro Comandante dejará el Cuartel de la Montaña y estará entre nosotros.

 

 

 

 

Estará allí en los ojos de los niños, en una sonrisa franca, solidaria, en el respeto a la vida, al trabajo, en los jóvenes, en una pareja enamorada, en los adultos mayores, en la cultura popular, en la educación, en los campos, en los espacios públicos, en los campos petroleros, en los campos sembrados para alimentar al pueblo, en la fábrica, en el barrio en paz, en las ciudades con su bulla, en nuestra mente y corazones; estará Chávez, su sonrisa, su palabra, siempre viva, orientadora, reconfortante, vivo en el pueblo, en las generaciones futuras.

 

 

 

Los trabajadores petroleros alcanzaron, con el período revolucionario del Comandante Chávez, un nivel de conciencia extraordinario, alcanzaron la ecuación perfecta que él siempre buscaba y pregonaba en sus discursos, una vanguardia con “calidad revolucionaria”, con la pasión indispensable, pero además, con capacidad y eficacia revolucionaria.

 

 

 

La derrota del Sabotaje Petrolero, le dió a nuestros trabajadores una épica y una conciencia que no tiene otro sector en el país, porque fueron los protagonistas del proceso de ruptura radical con la dominación, con el capital transnacional y su cultura, en la transformación del petróleo en instrumento de liberación del pueblo.

 

 

Rafael Ramírez

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