¿Por qué torturan y asesinan?
septiembre 23, 2020 9:28 am

Siempre me intrigará el momento y las causas por las cuales un ser humano se transforma en un criminal; más aún, en un criminal de Estado. Cómo una persona que puede haber sido un intelectual, académico, maestro, militar profesional, policía de investigación, técnico o dirigente político más o menos normal, se convierte en un asesino, torturador o cómplice de estos crímenes. Es lo habitual en regímenes totalitarios; pero siempre asombra saber que gente que circulaba por las mismas calles que uno, a lo mejor paseaba por los mismos parques o iba a los frecuentados cafés, se revelan como delincuentes a todo meter.

 

 

¿Eran así siempre o se volvieron así? Conozco a varios personajes del régimen con quienes alguna vez hablé o compartí un café hoy transformados en monstruos irreconocibles, silenciosos ante la sangre que derraman o que, en su nombre, se hace. ¿Cuándo un militar puede ser el autor de la tortura o el asesinato de sus propios compañeros? ¿Cómo un general como Hernández Dala, director de la Contrainteligencia Militar, organiza las casas oscuras, secretas, de la tortura? ¿Cómo verá a su esposa e hijos? ¿Cómo el general González López es capaz de despertarse sin remordimientos cuando dirige ese antro de torturas que es el Sebin? ¿Cómo los enmascarados de la FAES tienen la autorización de disparar en el triángulo que va del pecho a la cabeza a quienes quieren ajusticiar para someter a bandas criminales de las cuales forman parte o con las cuales compiten?

 

 

¿Qué hace que unos sujetos rodeen a Oscar Pérez y sus compañeros, rendidos, viéndolos a los ojos, disparen a corta distancia para asesinarlos? ¿Cómo hay unos policías que puedan agarrar el cuerpo torturado y adolorido de Fernando Albán y lanzarlo desde el décimo piso del organismo policial? ¿Quién le responde a Waleswka Pérez de Acosta, esposa del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, cuando describe su calvario así: “Se lo llevaron a una casa clandestina, perteneciente al Dgcim, a las afueras de Caracas. Fue colgado de una viga, con sus brazos atados atrás. En su cara le pusieron una carpeta, fuertemente apretada con una cinta adhesiva. Le fracturaron 16 costillas, el tabique nasal, y un tobillo. Le practicaron descargas eléctricas; lo golpearon con tabla; lo asfixiaron con bolsas plásticas. Le echaron por todo su cuerpo ácido con agua fría. Así permaneció hasta el día 28 de junio que lo presentaron ante los tribunales, moribundo, no se podía parar. Lo presentaron en silla de ruedas. No podía articular ninguna palabra. Sus húmeros los tenía rotados. Sus ojos los tenía brotados. A su abogado lo único que le pudo decir fue pedirle auxilio. Pido justicia en nombre de él, de mis hijos y mío”? Lo asesinaron funcionarios militares bajo las órdenes de Hernández Dala.

 

 

No son solo los asesinos y torturadores directos sino que toda la estructura con su presidente y ministros, generales, fiscales, procuradores y defensores del pueblo, constituyen el tramado en el cual las ejecuciones sumarias, los suplicios, las muertes lentas y atormentadas, son parte del ejercicio del poder.

 

 

Así como hay gente que se financia con dineros sucios porque la bondad de los objetivos justificaría cualquier origen que los hagan posibles; así hay quienes, en nombre de la consolidación de la revolución, se tornan en sádicos criminales porque el noble fin que dicen perseguir lavaría sus manos ensangrentadas. El Che Guevara fue uno de los que dio forma a esta tesis: “Para enviar hombres al pelotón de fusilamiento, la prueba judicial es innecesaria. Estos procedimientos son un detalle burgués arcaico. ¡Esta es una revolución! Y un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar motivado por odio puro”.

 

 

Que Maduro, Padrino López y Reverol hayan sido señalados como autores/contribuyentes a los crímenes que el informe de la ONU revela, muestra cómo hay personajes que dan un paso, en algún momento, en que su destino los atrapa. Tal vez pensaron que ajusticiar a unos pocos o que sacar información a carajazo limpio podía ser un paso tan necesario como limitado, sin advertir que al derramar la primera gota de sangre como efecto de poder, lubricaron una máquina satánica que no puede detenerse sino hasta que ellos vistan su correspondiente traje naranja en el Distrito Sur de Manhattan, Nueva York.

 

 

Así ocurrió con el acuerdo para el narcotráfico con las FARC. Pensaron que unos trasiegos necesarios para el financiamiento de los socios podría controlarse, y destaparon el masivo envolvimiento del poder civil y militar de arriba y del medio en el negocio, lo que los llevó a constituirse en una de las más poderosas y perversas mafias del mundo actual.

 

 

La dinámica represiva, lo único que explica su permanencia en el poder, los condujo a la creación de una estructura de autores intelectuales, materiales y cómplices en la cual ninguno se puede salir pacíficamente de la trama y por tanto la reproduce; como en toda mafia, la prueba de lealtad es pegarle un tiro a un inocente a sangre fría, viéndole la cara. Toda la estructura de poder del régimen de Maduro es autora de los crímenes que sus policías cometen y los policías lo saben, y los tienen prensados por allá abajo. Una vez que se cebaron con el dolor y la sangre ajenos cortaron las vías de retirada.

 

 

El caso de la corporación criminal en el poder no es el de una dictadura tradicional que suele tener un nivel de apoyo social, sea en las élites o sectores populares, que aunque bajo quiere conservar; los crímenes que cometen son horribles y se dirigen a sus enemigos más específicos. En el caso de Maduro, sobre la base de la experiencia cubana, la tortura y el crimen, tienen no solo carácter punitivo sino ejemplarizante: torturan y matan a los que se les oponen; y también a aquellos cuyo sufrimiento o muerte puede tener efecto disuasivo en otros. No se paran en nada; son capaces de convertir en prisioneros a las parejas, hijos, primos o vecinos, como el caso de la señora Antonia Turbay, cuyo crimen fue vivir cerca de la casa del comisario Iván Simonovis y estuvo 432 días presa.

 

 

La conclusión es que no solo hay criminales en el poder; ni siquiera que hay muchos criminales; la verdad de todo esto es que hay una estructura organizada del crimen que es el poder en Venezuela. El crimen es el poder.

 

 

Esa estructura hace que sus partícipes se conviertan en autores o coautores, testigos y cómplices, de torturas y asesinatos. Esta realidad hace entrever que de no haber una salida inmediata de este régimen la furia y el odio acumulados, la revancha en ciernes, pueden convertirse en fuerzas desatadas en el futuro @carlosblancog

 

 

Carlos Blanco