Contra una opinión bastante extendida creo que con la combinación del “decreto” de elecciones presidenciales anticipadas desde la llamada ANC y la prohibición de la validación de la tarjeta de la Unidad por el TSJ, el gobierno cometió un error político grave que incluso puede convertirse en gravísimo.

Estamos acostumbrados a sus errores económicos de efectos tan conocidos y padecidos que resultan indisimulables por más que se esfuerce la propaganda, así como a las consecuencias de su equivocada visión que ha resultado destructiva para el tejido social venezolano. En cambio en lo político, se los tiene por jugadores sagaces, en una astucia que cuenta con la ayuda, nada despreciable, del abuso de la fuerza estatal y de un déficit de escrúpulos del cual parecen enorgullecerse.

Esta vez han errado al decidir adelantar la elección y anular la tarjeta más votada de la historia del país, cuando no se había cerrado la negociación de Santo Domingo, donde el tema de las elecciones libres y limpias está en la mesa. Con la excusa de responder a las sanciones europeas, quedan muy mal ante la comunidad internacional entera. Y con la amenaza de elecciones prontas y ventajistas, quedan en evidencia, adentro y afuera, de que lo que tienen es miedo al pueblo y a su voto libre y por eso le montan esa emboscada, como se diría en Derecho Penal, con premeditación, alevosía y ventaja. Que son, como podrá decirle algún jurista disponible, incluso en el Supremo, circunstancias agravantes.

Si lo en que más insisten en los encuentros dominicanos es en las sanciones y el reconocimiento de la ANC, pues fíjese que ya la reacción de varios gobiernos importantes, empezando por la mayoría de los del continente, es que esas elecciones son ilegítimas porque las convoca la ilegítima ANC, así que de realizarse, desconocerán sus resultados.

Por ese lado, mal negocio. Mal negocio de alto costo para los gobernantes, ciertamente, pero también para el país. En aquellos, el costo es a plazo mediano y largo, pero Venezuela, el costo lo está pagando ya y se proyecta para más allá.

La expectativa de continuación de la arbitrariedad y las políticas que nos empobrecen empeora nuestra situación y aumenta la desconfianza externa y nos dificulta encontrar afuera contribuciones inmediatas o mediatas.

Hacia adentro los soberbios creen que se la comen. Pero no es prudente contar con el desencanto y la desesperanza del pueblo. Al contrario, le han dado un poderoso motivo de unidad.

Ramón Guillermo Aveledo  

@AveledoUnidad