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La coherencia política venezolana

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La coherencia política venezolana

 

Mucho criticamos -con toda razón- al oficialismo por su permanente abyección, y al Gobierno por su empecinada incompetencia. Pero también con peligrosa permanencia nos olvidamos de nosotros mismos ¿o hay alguien que piense que la oposición está siendo bien dirigida y ha producido resultados útiles para alguien, excepto para sus propios autonombrados jefes?

 

 

 

Seamos sinceros, abramos el corazón, el oficialismo y el Gobierno -con Maduro más o menos a la cabeza, dando órdenes a diestra y siniestra que no se cumplen- han venido siendo coherentes, consistentes en su maldad y su propósito de destruir la economía y la tradición social venezolana. No socialista y mucho menos castro-comunista. Coherencia socialista, incluyendo la inevitable del TSJ golpeando al Poder Legislativo con cada actuación parlamentaria, coherencia de equipo disciplinado en apoyo al madurismo.

 

 

 

Sólo como ejemplo vivo de la inmensa torpeza, el enorme lío de estos días con el billete de Bs. 100, que por encima de la tranquilidad de la gente, de los comerciantes venezolanos, colombianos y de los bancos, armaron Maduro y sus obedientes compañeros con un tema que los gobiernos del mundo desarrollan adecuada y ordenadamente desde que se inventaron los billetes hace un montón de años. Ya veremos cuál será el pretexto cuando todos, hasta el presidente del BCV, se den cuenta de que casi ninguno de los nuevos billetes vale el papel en que está impreso, y que las nuevas monedas sólo sirven para relleno de maracas y sonajeros. Aparte que el Gobierno vuelva a ser coherente en atacar a cualquiera al voleo y la agarre con sus socios privados en Credicard, con la gastada excusa de la guerra económica y la conspiración contra el decaído bolívar.

 

 

 

No señalamos otra diatriba inútil -maduristas no aceptan críticas, no las comprenden- sino como otra muestra de que cuando el Presidente y sus designados van a hacer algo, no es que puede salir mal, sino que es seguro que saldrá peor. Así ha sido siempre, eso es coherencia, camaradas, que es mucho más que habilidad, es una forma de ser.

 

 

 

En los primeros años, con el carisma descarado y la innegable simpatía de un Hugo Chávez envuelto en el disfraz de salvador del pueblo y justiciero social, fue contagiosa. Sin embargo desde que las coherentes incoherencias de aquél comandante que imaginó prestigios mundiales, pero estuvo ciego y sordo ante el desastre fidelista en Cuba que empezaron a reventar, anegando con nueva pobreza, caída diaria de las ciudades y campos, esa forma de ser se fue agrietando cada día más, haciéndose repulsiva.

 

 

 

¡Con su muy personal coherencia, Nicolás Maduro la ha empeorado!

 

 

 

Quienes tengan edad y memoria pueden recordar que la incompetencia oficialista no ha sido nueva, empezó a mostrarse en su propia especialidad, la militar, cuando después de años de preparación -según confesaba el propio Chávez y respaldaban su compañeros de desastre- se lanzó con un golpe que fracasó en todos los aspectos que dependían de un teniente coronel que no logró detener al Presidente Pérez que esa misma noche aterrizaba mansamente en Maiquetía. No alcanzó a tomar el centro del poder en Miraflores y el Palacio Blanco. No consiguió arrebatar la residencia presidencial defendida por unos pocos soldados, policías y 3 mujeres embraguetadas. Lo único que hizo bien fue lo peor que podía hacer, ir a enconcharse en el museo militar, quizás previendo mágica y premonitoriamente que algún día sería su tumba. Eso sí, muertos tirados en las calles quedaron muchos.

 

 

 

La coherencia en la incompetencia siguió cuando, aupado a la Presidencia por partidos que habían dilapidado la esperanza popular, se sentó en Miraflores cargado de sabe Dios qué sueños personales y sostenido por ilusiones de millones de venezolanos.

 

 

 

Poco tiempo faltó para que empezara a equivocarse en petróleo, economía, manejo de tragedias -la de Vargas, principalmente-, respeto a la propiedad privada, incentivos a la producción, formación y mejoramiento del pueblo. Se encasquetó su uniforme militar quizás para comprobarse a sí mismo que el de los cubanos y chinos le sentaba mejor, y se lanzó por la autopista de las equivocaciones hasta la final, la definitiva, la de confiar su cáncer a una de las medicinas más desahuciadas, la cubana, creyendo incoherentemente en las fanfarronearías de los hermanos Castro.

 

 

 

El presidente obrero pudo haber hecho cambios, renovar y redirigir; perder centenares de miles de votos ha debido hacerlo pensar. Pero no pensó, vio pajaritos inspiradores y creyó que de verdad era el heredero privilegiado de las revoluciones del mundo. Maduro, más que Chávez, debía conocer el monumental y sangriento desastre castro-cubano, porque él vivió en La Habana. Pero nunca se enteró de nada. Eso sí, sabe bailar conga, guaguancó y el trencito.

 

 

 

Desde que fue electo Presidente ganándole por poco a Capriles quien, como la MUD, hizo un gran esfuerzo, pero se quedó corto, la historia es conocida. Coherencia en el hablar a diario pomposas pendejadas, solazarse en enormes programas y propuestas que se dejan de lado apenas se termina la cadena de radio y televisión, coherencia en equivocarse, coherencia en meter la pata con estilo personal que sus empleados, bien pagados y más o menos cuidados, aplauden con entusiasmo de manera automática, demostrando así que es más la jaladera que la inteligencia, porque nadie con dos dedos de frente aplaudiría tantas brutalidades.

 

 

 

La oposición ha tenido coherencia similar, aunque con algunos cambios de nombres no gracias a decisiones políticas valientes de ajustar las cosas, sino a la coherencia del Gobierno castro-chavomadurista que atosigó a Carlos Ortega, lo forzó a exiliarse. Persiguió a Ledezma, presionó y encerró a Leopoldo López, ha seguido ejerciendo de carcelero y verdugo con la experimentada escuela de los Castro y a la coherencia en las trampas de grupos opositores que provocaron la salida de gente valiosa de la MUD.

 

 

 

Finalizando 2016 hay demasiados síntomas de que nos preparamos a la coherencia histórica venezolana de la división. URD seducida por los fétidos aromas comunistas de Fidel abandonó el Pacto de Puntofijo, para terminar hundiéndose en el pozo de fango de la historia de los tontos; AD y Copei se repartieron el Gobierno por casi 40 años y terminaron en el mismo lodo pegajoso, paralizante. La oposición de los tiempos declinantes del chavismo ha pasado por varias etapas y todas han terminado derritiéndose tras no sólo no cumplir, sino evadir sus propios compromisos  e imitar al chavo-madurismo: promete, camarada, promete, que algo te queda y después cambias lo incumplido por nuevas promesas.

 

 

Ambos sectores coherentes en asumir que la gente es boba, en lo cual pueden tener alguna razón, y que lo es para siempre, que es en lo que se equivocan coherentemente.

 

 

 

  Armando Martini Pietri
@ArmandoMartini

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