Venezuela 2025
marzo 10, 2015 6:10 am

Los buenos deseos son el primer paso en el camino. Existe la tendencia a subestimarlos llamándolos “poco realistas”, “inviables”, “utópicos”. Sin embargo, no hay cambio efectivo que no comience con un buen deseo.

 

 

 
El cambio que requiere Venezuela para liberarse de muchas de sus aflicciones es esencialmente actitudinal. Una vez que se lleve a cabo ese cambio actitudinal todo le será dado por añadidura. Y ese cambio es más fácil de lograr de lo que se piensa. No se hace por decreto, claro está, sino llevando a cabo esfuerzos masivos y perseverantes de educación ciudadana, los cuales se concentren en la población infantil y acompañen a ese inmenso grupo hasta la mayoría de edad. Sin descuidar la educación ciudadana en los adultos el gran esfuerzo deberá dirigirse a nuevas generaciones, quienes no hayan adquirido aún los malos hábitos y costumbres como las que han aquejado a los venezolanos por muchos años de riqueza petrolera no trabajada.

 

 

Pero, eso es muy difícil, dirán muchos. Sabemos que puede hacerse porque se ha hecho en otros países donde ya existe una masa crítica de buena ciudadanía que les permite el progreso y una real solidaridad social. Es difícil pero no tanto como haber ido a la Luna.

 

 

No solo puede hacerse sino que es indispensable hacerlo. Los atajos no funcionan, o es que aún no lo hemos aprendido, después de ver el desastre actual.

 

 

Mis buenos deseos para la Venezuela del 2025 son más que una utopía posible, representan un futuro probable. Para ese año solo mucha de la diáspora venezolana no habrá regresado aún o, quizás, ya nunca regrese. Para ese año el país todavía estará recuperándose de la debacle política y social que ocurrió durante los primeros 16 años del siglo. Venezuela tendrá un presidente o una presidente quien estará tratando de reincorporar a Venezuela al grupo de las naciones civilizadas del planeta. Algunos de los componentes característicos de la sociedad venezolana de esa época deberán incluir:

 

 

* Una modesta economía petrolera, con un nivel de producción del orden de un millón de barriles diarios, debido a la progresiva pérdida de mercado de los combustibles fósiles en la escena energética mundial. Los inmensos yacimientos de la faja del Orinoco habrán perdido mucho de su atractivo comercial y estarán, en gran porcentaje, condenados a permanecer indefinidamente bajo tierra, como activos varados, dada su naturaleza altamente contaminante y sus costos no-comerciales de mejoramiento.

 

 

* La existencia de un nuevo modelo, no estatificado, de industria petrolera, manejado por una Agencia Estatal Reguladora, no operadora, y por empresas internacionales y domésticas probadas bajo diversas modalidades de participación, desde concesiones hasta contratos de producción compartida. El énfasis de la actividad estará en el gas natural y en el desarrollo de las reservas remanentes de petróleo liviano y mediano, mediante el uso de programas de recuperación secundaria.

 

 

* La economía no-petrolera estará en crecimiento, ayudada por la participación del sector privado internacional, al cual el gobierno le habrá abierto las puertas y le habrá establecido reglas de juego claras y permanentes en el tiempo.

 

 

* Las políticas sociales aún incluirán un componente de subsidios pero este será menor y claramente subordinado a los programas estructurales de eliminación de la pobreza: educación ciudadana, educación para el trabajo, estímulos fiscales a la industria, creación de empleos en el sector privado, eliminación de la burocracia estatal, estímulos a la actividad agrícola, minera e industrial no estatal. La limosna habrá desaparecido como política de estado.

 

 

* En especial, se habrá iniciado ya un gran esfuerzo educativo para crear ciudadanos, venezolanos generadores de riqueza, no simples dependientes de la distribución de dádivas del estado, lo cual constituyó uno de los mayores factores responsables de la tragedia venezolana entre 2000 y 2015. Este esfuerzo de “ciudadanización” tardará años pero representa la única vía – no hay otra – mediante la cual los venezolanos podrán pasar de una actitud de seres dependientes del estado benefactor a ser productores dueños de su destino. Otros países lo han hecho. Venezuela tratará de ser como ellos, alejándose de los países forajidos del planeta, empeñados en tomar oscuros atajos que invariablemente llevan a la miseria.

 

 

* Habrá comenzado un proceso de reducción del tamaño y de los costos de las Fuerzas Armadas venezolanas, mediante su progresivo reemplazo por una Policía Nacional que incluya la actividad de resguardo de aduanas y fronteras. El cáncer que han representado las FF.AA. por largos años en la historia política y social venezolana tenderá a desaparecer. La Fuerza Armada ha sido un organismo parasitario y un trágico intruso en el sector político, con el cual se ha prostituido.

 

 

* El gobierno le hablará claro al país sobre los problemas que aquejan a la nación. Se eliminará la promesa como parte integral de la retórica oficial, la cual tratará esencialmente sobre lo que se hizo y está haciendo.

 

 

* Se habrán iniciado esfuerzos de integración económica y política entre Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador, los cuales podrían llevar eventualmente, hacia la segunda mitad del siglo XXI, a una fusión de estos países en una Gran Colombia. Por si solos estos países serán menos y menos viables, mientras que juntos podrían lograr sinergias económicas, políticas y culturales que los lleven a ser un actor de razonable importancia en el concierto de las naciones.

 

 

* El cambio actitudinal deberá incluir el tema de la justicia. Un poeta visionario, Andrés Eloy Blanco, habló de un jefe civil que debió poner en prisión a un querido amigo agricultor, por violar la ley. Pero iba todos los días a regarle sus sembradíos. Esa es la debida actitud ante la justicia, la que no concibe la amistad como superior a su aplicación. Venezuela es un país de compinches y falsas solidaridades. Ello nos ha hecho un país mediocre, en ocasiones una tribu feliz pero rara vez una sociedad organizada.

 

 

* La educación ciudadana deberá enfatizar nuestra condición de país pequeño, con recursos que deben trabajarse, olvidando ese narcisismo histórico que nos hace creernos superiores por ser “los hijos de Bolívar”. Una sociedad que quiera progresar no puede anclarse en la estéril y arrogante adoración de un héroe sino crear la mayor cantidad posible de héroes ciudadanos, gente no montada a caballo sino con un libro o una herramienta de trabajo en las manos.

 

¿Buenos deseos? ¿Utopía? O, ¿una visión de país posible? La Venezuela de 2025 dependerá de… nuestra actitud.

 

 

Gustavo Coronel