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La conspiración no tiene audiencia

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La conspiración no tiene audiencia

Nunca falta el mapita con las flechitas rojas en donde se indican los puntos exactos en donde serían atacadas las sedes del gobierno y la población civil. Un par de choques violentos entre la policía y grupos estudiantiles cobran carácter insurreccional y según Nicolás Maduro están conectados con un presunto plan que pretende «desmantelar la patria». Desde un programa de televisión oficialista dos de los jefes políticos con más influencia en el poder describen en detalle cada uno de los organismos a ser atacados desde el aire. Han estado en el poder durante quince años y acumulan una gran experiencia desmantelando conspiraciones.

 

La cifra de atentados y golpes de Estado que se han acumulado en quince años se han perdido de vista y ya no resultan de gran interés para la gente. Los televidentes y la lectoría se asoman por un instante a escrutar lo que dicen los altos jefes sobre una nueva conspiración pero en pocos minutos su atención regresa a la realidad del jabón, el champú y la harina.

 

Desde un individuo que con un chopo asesinaría a Hugo Chávez, pasando por la bazuca que derribaría el avión presidencial, las historias de conspiraciones y atentados se amontonan en el olvido, reducidas a formar parte de un discurso desfasado que ha perdido la fuerza para encender pasiones antiimperialistas.

 

Los «objetos recuperados» para tumbar al gobierno se han vuelto monótonos: unos uniformes militares, computadoras, alguna pistola y teléfonos celulares. La creatividad no es muy prolífera en los centros de «contrainteligencia».

 

Una conversación telefónica indiscreta, una hojita con unas flechitas, un papel con unos trazos olvidado en un papelera, un militar pasado de tragos despotricando contra el gobierno en un botiquín, pueden ser contundentes evidencias de que las fuerzas del mal se quieren cargar a Maduro.

 

La fuente es siempre la misma: algún «patriota cooperante» que se ha infiltrado en el grupito que ha sido excluido de cargos o sacado de la lista de quienes recibirían una vivienda o un automóvil chino. Cualquier resentido con la cúpula puede ser un conspirador en potencia que termina financiado por con el imperio.

 

En paralelo a la burbuja conspiradora suelen ocurrir otros eventos. En este caso, el dólar paralelo ha dejado de ser el innombrable y el nuevo mercado los legaliza en 170 bolívares por dólar. Ese es el precio real de la economía y los productos a 6,30 por dólar multiplicarán las colas y las riñas por el producto en todo el país. El pasaje del transporte público sufrirá un aumento de 40% y la campaña por el aumento de la gasolina anuncia la próxima medida. Muy de lado, las cuentas en dólares que se equiparan a las reservas internacionales.

 

A la gente le han dejado de importar los atentados contra Maduro y los golpes de Estado que fracasan sin disparar un tiro. No es que no les conmueva, es que deben ocuparse de cómo sobrevivir en la crisis.

 

El verdadero conspirador contra el gobierno es el malestar que sus políticas de controles han generado en la población. Por eso ve a un enemigo en cualquier estudiante rebelde, en el tuitero impertinente, en un político con seguidores o un libre pensador. Así como el gobierno, la conspiración ha perdido audiencia.

 

Francisco Olivares 

 

Fuente: El Universal

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