A contracorriente
abril 28, 2014 9:53 am

América Latina está llena de héroes anónimos. Venezuela no es la excepción. Mario Vargas Llosa le dedicó su última novela y con ello los convirtió en un arquetipo de la resistencia y el aguante. Son todos los que no se dejan aplastar ni vencer. Son los piensan y viven de acuerdo con sus principios. Los que creen que lo más importante es cómo su vida va a ser narrada por aquellos que los sobrevivan. De igual manera pensaba Don Augusto Mijares cuando decía que un “héroe es el que resiste cuando los otros ceden; el que cree cuando los otros dudan; el que se rebela contra la rutina y el conformismo; el que se conserva puro cuando los otros se prostituyen”. Y que lo hace un día tras otro por muchos años.

 

CEDICE LIBERTAD arriba a sus primeros treinta años. Tres décadas que ha decidido mantenerse a contracorriente de la versión golillera del populismo. Todo ese tiempo implantando una idea esencial para la dignidad del ser humano cual es la libertad, esa que nos conecta con la responsabilidad y que al final de cuentas nos transforma en amos de nuestros destinos y capitanes de nuestra alma, como bien lo planteó Henley en ese bello poema titulado Invictus.

 

Se dice fácil, pero se necesita mucho arrrojo para enfrentarse a “la manguangua” que pide y da distribución de la renta petrolera, y nos transforma a todos en esos seres lánguidos que solo quieren extender la mano para recibir la cuota de mendrugo que asigna el estado mientras se ufana de una felicidad colectiva cuya declaración es exigida como parte de esa relación efímera que se funda en la falsa riqueza, y en esos destellos de bienestar fraudulento que a veces ocurren cuando nos comemos, de una sola vez, todas las vacas, las gordas, las flacas, las que ya han muerto y las que todavía no han nacido.

 

La vida de CEDICE Libertad ha transcurrido mientras la euforia de la demagogia política desguazó al país, lo transformó en el hazmerreir del hemisferio y lo colocó en los últimos lugares. Somos el país más inseguro, más corrupto y cuyas dificultades para montar un negocio nos hace equivalente a esos países africanos cuyas guerras civiles dificultan su viabilidad. El socialismo del siglo XXI nos ha africanizado. Nos ha envilecido hasta el punto que vivimos entre el temor y la ansiedad constante.

 

Pero mientras todo esto nos ha ocurrido CEDICE Libertad ha mantenido encendido el candil de un conjunto de ideas que se concatenan esplendorosamente. Rafael Alfonzo, presidente de esa institución, las inventarió en un discurso que debería ser de lectura obligatoria en escuelas, liceos y universidades: No hay futuro posible sin libertad. No hay felicidad posible sin el ejercicio pleno de libertades y derechos. No hay libertad posible sin propiedad y sin que se reconozca a la propiedad como un derecho humano imperativo, inalienable, innegociable y no interpretable desde las ganas del poder autoritario de los gobiernos. No es viable la libertad cuando se ve intoxicada de populismo. Nos equivocamos cada vez que sustituimos el trabajo productivo por el ansia de distribuir una renta que primero no hemos transformado en riqueza. No hay libertad si uno solo es el dueño de todo. No hay libertad cuando un gobierno es la única opción para consumir un bien, demandar un servicio, o buscar un empleo. Ese estado omnipotente es una tentación perenne de sumisión y entrega que nos niega y que termina repudiándonos.

 

Una frase de Hayek presidió un auditorio rebosante de gente que quiere apostar a una realidad diferente. “La única forma de cambiar el curso de una sociedad será cambiando las ideas”. De eso se trata. Cedice Libertad lo ha entendido notablemente y lo ha asumido como una actitud heroica que la ha convertido en una institución profética. Sus miembros, entre los que destacan cientos de jóvenes, han defendido, sin importar los costos, la alternativa de vivir libres, y por lo tanto la posibilidad y el derecho que tiene cada uno de “encarar el destino sobre la base de la productividad, la razón y el orgullo de saber que lo que se tiene es producto del esfuerzo propio” y no del afán recolector que acopia migajas cuando el estado totalitario recuerda que la gente debe conservar algún derecho.

 

Venezuela está viviendo la ficción de una encrucijada. Una de las rutas no conduce a ningún lado, y la otra podría colocarnos en la posibilidad reconstruir las entrañas del país. Por eso la disyuntiva es un fraude más de la falacia socialista. Porque no hay alternativa a una sociedad abierta y una economía libre. La otra opción es seguir de fracaso en fracaso, hasta quedar exhaustos. Porque tal y como lo resaltó Rafael Alfonzo, se trata de “intentar una sociedad en donde nadie quiera pisotear a nadie, y en donde nadie tenga razones para dejarse pisotear alguna vez”. Si alguien necesitaba un concepto apropiado de libertad, dejo el que CEDICE Libertad, en boca de su presidente, propuso en la celebración de sus treinta años: “Es esa convicción de poder ser y hacer con la única condición de no ser siervo de nadie, pero también de evitar la servidumbre de alguien”.

 

 

Por Víctor Maldonado